Gloria Jaramillo
EJIDO LAMADRID, MPIO. DE LAMADRID.- A pocos kilómetros del pueblo de Lamadrid, donde parece que no hay más que monte, resplandecen las tonalidades amarillas de un insólito campo de cempasúchil y los rojos de la mano de león. Son sus últimos días coloridos porque empezó el corte de la flor, destinada a hermosear las tumbas de los panteones regionales.
En el ejido Lamadrid se reunieron para participar en el corte de las flores la familia de Luis Alfonso Armendáriz, habitante de este municipio quien encabeza este proyecto. Todos aquí tienen un rol. Los que cortan, acarrean, organizan manojos y entregan a los compradores que llegan hasta este lugar para llevarse las preciadas flores alusivas al Día de los Muertos.
En este trabajo participan niños, jóvenes, hombres y mujeres. El corte de la flor se convierte en todo un evento. El aroma inconfundible del cempasúchil invade el paisaje rodeado por montañas, y se mezcla con la discada que fue preparada para todos los que forman parte de esta actividad.
Luis Alfonso Armendáriz expresó que desde que era muy joven sembraba flores.
“Toda la vida he hecho esto, de aquí salió para los estudios de mis muchachos, para todos salió, no me la recargo ni digo mentiras, el que quiso estudiar estudió, pero todos vivimos bien”.
Explica que además de flores del Día de Muertos, la tierra siempre está produciendo.
“Yo siembro además acelgas, calabazas, cilantro, maíz, todo se da aquí, nada más falta quien quiera trabajar, dicen que aquí no se da nada, es mentira, lo que pasa es que no trabajamos”.
“Los señores de aquí ejidatarios que eran de antes eran muy trabajadores y producían, aquí siempre me mantengo con mi labor”, agrega.
En esta parcela sembró cuatro hectáreas de flores de temporada, para lograr una buena cosecha se tiene qué invertir. Primero hay qué barbechar, acarrear 50 viajes de cirre que es el mejor fertilizante para las tierras –explica- y comprar agua suficiente, además de la de uso que comparten los ejidatarios.
Esta actividad que se convierte en tradición la inició su padre. Entonces Luis Alfonso era muy joven y se inició en la actividad que a fuerza de realizarla cada año la aprendió, y hoy se ha convertido en su forma de vida.
“Siempre estoy aprovechando la tierra, mis hijos ya no quieren que trabaje, que ellos me dan, pero yo les digo que me dejen, que necesito trabajar”.
Lo que se cosecha en Lamadrid ya tiene clientes en Monclova, toda su verdura se coloca en puestos ubicados en el centro de la ciudad del acero, donde la gente ya sabe que encontrará los alimentos frescos.
Con la producción de la flor, expresa que ya tiene todo vendido.
“Levanto las manos al cielo porque he sido muy solicitado, vienen de Monterrey, Castaños, Saltillo, Monclova, Sabinas, Acuña, ya todos me conocen”.
Las flores que se cosechan en estos campos terminan en camposantos de las diferentes ciudades de Coahuila, incluso de Nuevo León, dando vida y dispersando el aroma característico del cempasúchil.