Exiliado por segunda vez desde 2019, y ahora con dos hermanos encarcelados por el régimen, el periodista Carlos Fernando Chamorro, uno de los principales críticos del Gobierno de Nicaragua, advierte que la salida a la crisis no puede resolverse con Daniel Ortega en el poder una vez más.
El Premio Ortega y Gasset y director del periódico digital El Confidencial sabe, como todos en Nicaragua, que Ortega, un ex líder del Frente Sandinista que ayudó a derrocar al dictador Anastasio Somoza en 1979, se reelegirá para un cuarto mandato, y por tercera vez consecutiva, en los comicios del próximo 7 de noviembre, tras una ola de detenciones de 37 opositores, incluyendo a siete precandidatos presidenciales.
En entrevista con REFORMA, Chamorro, hijo de la ex Presidenta Violeta Barrios y del periodista asesinado por la dictadura somocista Pedro Joaquín Chamorro, aboga por una reforma electoral, votaciones libres, la salida del poder de Ortega y su esposa y Vicepresidenta Rosario Murillo, al tiempo que reclama al Gobierno mexicano su pasividad ante las violaciones a Derechos Humanos.
De manera general, ¿Qué está pasando en Nicaragua?
Nicaragua está en una crisis de Derechos Humanos. Más de 328 personas fueron asesinadas entre abril de 2018 y julio. Para un país de 6 millones de habitantes esa es una proporción de letalidad en la represión de la Policía y los paramilitares que no tiene precedentes en ningún país de América Latina.
Luego vino el exilio y luego vino los presos políticos y luego el estado policial. Y a pesar de eso, en el país se mantuvo la esperanza o la expectativa de que quizás en estas elecciones de 2021 aunque no habían garantías electorales, Ortega podía exponerse a una competencia política y lo que ocurrió fue lo contrario, encarceló a todos los opositores. Y ahora el 7 de noviembre se va a reelegir sin competencia política y sin garantía.
No va a resolver la crisis la reelección de Ortega, la va a agravar.
Si Ortega se reelige, ¿no se aísla de la comunidad internacional?
Bueno, eso depende de la reacción de los gobiernos. Algunos países no se atreven a dar el paso para reconocer la ilegitimidad de los resultados de esta elección. Yo creo que eso lo vamos a empezar a ver el 8 de noviembre, el día después de la elección.
Ya conocemos el resultado de la elección, lo que no sabemos es qué posición van a adoptar todos los países de la comunidad internacional y por el otro lado, si es posible una presión externa y nacional para liberar a todos los presos políticos y para restituir las libertades.
La solución a la crisis de Nicaragua no está en Washington, no está en Ciudad de México, ni en Buenos Aires, está en Managua.
Pero el pueblo necesita libertades para poder reunirse, para poder marchar, para poder movilizarse, para tener libertad de prensa y libertad de expresión. Y sin esas libertades, el pueblo de Nicaragua no puede movilizarse para lograr una reforma electoral y hacer elecciones libres.
Conoce a Daniel Ortega desde hace décadas, lo ha entrevistado, ¿Qué pasó con ese Ortega al que está hoy en el poder?
Eso habría que preguntárselo a él.
Los hechos evidencian que Ortega, con independencia de que sí participó en el liderazgo de la revolución que derrocó a otra dictadura, se convirtió en un dictador igual o peor que Somoza, porque Somoza siempre enfrentó una insurgencia armada. Ortega nunca enfrentó una insurgencia armada, enfrentó a estudiantes universitarios que salieron a las calles a levantar barricadas, a protestar, y ordenó una matanza, la peor matanza de la historia de Nicaragua en tiempos de paz.
Ortega es un caudillo como muchos otros que han existido en América Latina, que en algún momento de su historia y de su trayectoria, sí, estuvieron del lado de causas justas, pero ese caudillo básicamente está aferrado al poder.
Desgraciadamente, la rueda de la historia de Nicaragua da la vuelta para atrás y hoy Ortega se parece más a (Anastasio) Somoza que a los líderes de la Revolución que derrocaron a Somoza.
Ha habido críticas de que la Oposición no logró unirse, ¿Qué errores cometieron?
Creo que el principal error que cometió fue de ingenuidad quizás, o de confiar demasiado de que se podía avanzar en la vía electoral abandonando la resistencia cívica, pero el error no fue la desunión. De hecho la Oposición está encarcelada, y están siete candidatos de la Oposición encarcelados.
Todos estaban dispuestos a competir para seleccionar al candidato único de la Oposición, y Ortega no lo permitió. El problema de la Oposición no fue la falta de unidad. Precisamente porque intentaron unirse es que Ortega los decapitó y los puso en la cárcel.
Ortega ha denunciado intervención de EU, que hay recursos ligados a las acusaciones de lavado, ¿hay intervención de EU y de otros actores externos?
Desde que estalló la protesta de abril, que tomaron por sorpresa a todo mundo, incluyendo a Ortega, nunca dijo Ortega que había un intento de golpe de Estado o una conspiración internacional, lo dijo después, en julio de 2018, cuando ya había masacrado.
Cuando había que justificar los asesinatos empezó a utilizar ese recurso de que había sido víctima de una tentativa de golpe de Estado, y nuevamente para eliminar la competencia política alega que está siendo víctima de una conspiración internacional. ¡No hay pruebas! Las pruebas son una plática de WhatsApp que tuvo una persona con otra.
Los fondos internacionales que han administrado diferentes fundaciones en Nicaragua tienen un origen lícito y son fundaciones que trabajaron durante 20 años. No se puede lavar dinero cuando el dinero proviene de los contribuyentes de un país, sea Suiza, Gran Bretaña, EU, cualquier país de América Latina.
¿Cómo fue su exilio y cómo es hacer periodismo en Nicaragua en este contexto?
Hacemos periodismo en este momento sin fuentes que puedan atribuir la información que nos proporcionan y eso es producto de la supresión total de la libertad de expresión.
En Nicaragua, yo entrevisto médicos para hablar de la tragedia humanitaria del Covid-19 que el Gobierno oculta, y tengo que cubrir la identidad y las voces de los médicos cuando hablamos en la televisión por temor a represalias. Persiguen a los abogados, a los defensores de los presos políticos, a los empresarios -hay tres empresarios presos- a los sacerdotes y obispos, a los abogados, a los analistas políticos y económicos.
Y sin embargo, se hace periodismo. Nosotros desde el exilio, otros colegas en Nicaragua, resistiendo desde Nicaragua, por una sola premisa: no aceptar nunca la censura ni la autocensura.
Yo salí al exilio después de que asaltaron mi redacción y que había una acusación oficial del Gobierno en mi contra, pero esa acusación oficial equivalía a una captura segura. Yo estaría preso en este momento en El Chipote y estoy desde Costa Rica en libertad haciendo periodismo porque hay muchas otras personas silenciadas en Nicaragua. Es nuestra forma de resistencia.
¿Por qué no se vio una revuelta como la de 2018 con estas detenciones?
Porque desde septiembre del 2018, estamos hablando ya de hace tres años, Nicaragua vive bajo un estado policial.
Después de la masacre vinieron las detenciones políticas y el exilio, y en septiembre de 2018, la Policía de Nicaragua decretó, sin ninguna orden judicial, sin ningún estado de emergencia, que marchar cívicamente equivalía a promover terrorismo y a promover un golpe de Estado.
Nicaragua vive un estado policial que suprimió la libertad de reunión, la libertad de movilización, la libertad de prensa y la libertad de expresión. Y a eso se le agregan las leyes que aprobó la dictadura a finales de 2020, antes de 2021, época de campaña electoral, cuando crearon unas leyes para inhibir a los líderes políticos.
Si en Nicaragua se restituyeran hoy, el derecho a la libertad de reunión, de movilización, la libertad de prensa y de expresión, tendríamos al pueblo de Nicaragua manifestándose.
¿Qué podría ser una solución? Tenemos la experiencia de Venezuela con las pláticas, ahora pausadas, en México, ¿Ve una solución en ese sentido?
Lo lógico es que estas elecciones sean anuladas y que se convoque a una nueva elección después de una reforma electoral. ¿Se puede hacer eso con Daniel Ortega y Rosario Murillo? Yo creo que no.
Mientras Ortega y Murillo estén en el poder, en Nicaragua no hay una salida política, por lo tanto, es una responsabilidad de la sociedad nicaragüense y de la comunidad internacional ejercer presión para buscar esa salida.
Pero, ¿avizora algún levantamiento o simplemente por la vía pacífica, la presión de las sanciones de los países? ¿Cómo sacar a Ortega y a Murillo del poder?
Bueno, la dictadura puede prolongar su control por un tiempo, pero no indefinidamente.
¿Hasta dónde puede aguantar esta crisis y la sociedad nicaragüense? Eso es algo que tenemos que ver día a día. Yo no puedo atreverme a pronosticar cuáles van a ser las causas de esta salida. La mayoría del pueblo quiere un cambio y ese cambio tiene que encauzarse cívicamente, pacíficamente.
No hay dos bandos en una lucha armada, hay una dictadura que reprime a la mayoría de la población, y la población no tiene armas, no tiene una guerrilla, no tiene un movimiento político militar, de manera que la salida siempre será cívica y pacífica. Cívica no quiere decir pasiva, la salida cívica implica resistencia, resistencia cívica, y también creación de condiciones para una reforma electoral.
Hoy no existen esas condiciones. Por eso digo la lucha empieza el 8 de noviembre. El 8 de noviembre, después de la farsa electoral, vamos a ver cómo se acomodan las fuerzas para buscar esa salida política.
¿Pediría algo en particular al Gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador?
México jugó un papel crucial en la lucha del pueblo nicaragüense contra la dictadura de Anastasio Somoza, en 1979.
Es verdad que son otros tiempos, pero las crisis son muy parecidas. Lo que nosotros esperaríamos de México es una posición consecuente con su propia historia, con su propia trayectoria, con ese voto de México para aislar a la dictadura de Anastasio Somoza, y esperamos que México se sume también a esta ola latinoamericana, internacional, para aislar a la dictadura Ortega Murillo, para poner en primer plano los Derechos Humanos de los nicaragüenses, para poner en primer plano la restitución de las libertades.