El ciberacoso adopta múltiples formas: desde amenazas con violencia y mensajes de contenido sexual hasta humillaciones
El acoso ha encontrado su hueco en el ámbito digital con prácticas como el conocido ‘happy slapping’ (algo así como ‘bofetada feliz’), que se basa en incitar, grabar y compartir en redes sociales las agresiones, que se producen generalmente entre menores, y que ya ha afectado a más de 76.000 jóvenes españoles en su infancia.
El primer jueves de noviembre se celebra el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, que incluye también el Ciberacoso, una fecha que reconoce que la violencia en el entorno escolar atenta contra los derechos de los niños y los adolescentes, su salud y su bienestar, con el fin de concienciar sobre ella para su prevención y eliminación.
El ciberacoso, o acoso en línea, adopta múltiples formas: desde amenazas con violencia y mensajes de contenido sexual a humillaciones, pero desde Panda alertan sobre una en concreto, que parece haber vuelto con fuerza desde que se levantaron las restricciones por la pandemia y los menores volvieron a las clases presenciales.
Se trata del ‘happy slapping’, una práctica de ciberacoso que se ha detectado sobre todo en adolescentes y que se basa en incitar, grabar y subir a Internet agresiones a otros menores, aprovechando, además, la posibilidad que ofrecen plataformas como Instagram, WhatsApp o Facebook de subir contenido efímero que sólo dura 24 horas y después se borra.
El Global Consumer Operations Manager de Panda Security, Hervé Lambert señala que «el problema de esta práctica es que no se suele tratar de una pelea entre menores, sino que un incitador en concreto o un grupo de ellos escogen a su víctima y la empiezan a increpar mientras lo filman, llegando a agredirla físicamente, para después subirlo a Internet como un contenido más», ha advertido el Global Consumer Operations Manager de Panda Security, Hervé Lambert, en un comunicado.
Cuando los adultos se dan cuenta de lo que ocurre, la limitación temporal de los vídeos puede hacer difícil su acceso para poder tomar las acciones pertinentes. Sin embargo, desde Panda matizan que aunque los vídeos de estas palizas se suban a redes sociales con contenidos efímeros, el hecho de que rápidamente se vuelvan virales puede llevar a que se compartan en otras plataformas, como TikTok o YouTube, donde los vídeos sí son permanentes. Ocurre también que Instagram guarda un registro de las historias subidas por el usuario, aunque solo esté
disponible para éste.
UNA AGRESIÓN PLANIFICADA
Aunque su forma más habitual es la agresión física, de ahí el nombre de ‘slapping’, bofetón, ésta también puede ser verbal o sexual, pero su componente diferencial es la grabación y difusión a través de Internet, en busca del reconocimiento de otros usuarios mediante ‘Me Gusta’.
La ONG señala que este tipo de agresiones se dan entre iguales, e incluso ofrece el dato de que en el 61 por ciento de los casos los agresores son amigos o compañeros de las víctimas. Esto se debe también a que suele estar vinculado con el acoso escolar.
Destaca el carácter planificado de este tipo de agresiones, en tanto que el agresor (o agresores) y quien graba suelen pactar su realización, elegir a la víctima y buscar una excusa para aislarla,
para que no puedan ser inteerrumpidos. Su difusión por Internet aumenta el daño a la víctima, que queda expuesta ante el público digital, que con sus comentarios y la viralización de la grabación puede ahondar en la humillación o promover una nueva agresión.