El Museo Universitario del Chopo abrió este jueves, en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la exposición Voz pública, Arte, activismo y feminismo, de Dora Bartilotti, quien se ha propuesto visibilizar la violencia de género mediante diversas piezas, entre ellas un textil electrónico provisto de un dispositivo sonoro que permite escuchar los testimonios de quienes fueron agredidas.
Es un textil que la creadora misma porta, a modo de prenda, para amplificar las voces. Así con él, a donde la creadora vaya, irán también las historias, escuchándose.
«Es un proyecto que involucra arte y tecnología, y el textil entendido como una manera de arropar, de protección colectiva. Lo usamos obviamente de forma personal, pero Dora lo propone como una colectividad afectiva, como una herramienta también al servicio de las personas que participan en esta serie de ejercicios, y también es una herramienta de resistencia», destaca la curadora Itzel Vargas.
Voz pública resignifica así al textil, considerado tradicionalmente como una actividad femenina, por lo tanto menor y utilitaria, señala Vargas, quien también ha fungido como curadora en Casa del Lago y directora del Museo del Palacio de Bellas Artes.
«Es algo que siempre se ha visto como una actividad segregada al estar vinculada con la mujer, con el tiempo de espera, con lo utilitario. Y Dora está dándole la vuelta a esa lectura, así como ha habido otros grupos de resistencia que lo están utilizando como una herramienta de demanda, como una herramienta de expresión sobre eso que nos está aquejando, porque el dolor personal, al poderlo trabajar de manera colectiva, también lo estamos denunciando. Y creo que Dora es sumamente talentosa en las estrategias que ha diseñado para compartirlo a nivel social», reflexiona.
Incorporar al proceso de bordado la parte tecnológica para crear un textil sonoro refuta también a la noción de facilidad que suele atribuírsele a éste, observa Vargas.
«Se vuelven mecanismos muy complejos que también están poniendo en duda esta lectura del textil como algo fácil; si acaso se considera laborioso. Las preguntas que muchas veces hacemos, cuando encontramos un textil que nos llama la atención, son relacionadas al tiempo que habrán tardado en hacerlo. Aquí no es una cuestión del textil en su sentido estético, sino como una estrategia, como una plataforma para trabajar esa parte emocional en una colectividad, pero también para denunciar».
El proyecto Voz pública se integra por tres ejes, mismos que vertebran la muestra en el recinto de Dr. Enrique González Martínez 10, en la Colonia Santa María la Ribera.
El primero es una plataforma en línea donde mujeres y personas no binarias que han vivido violencia comparten relatos de manera anónima.
El segundo es el referido textil electrónico y sonoro que contiene esos relatos. Dicha prenda-dispositivo se convierte en un portavoz que se activa en el espacio público.
Se trata de un sistema de computación colocado dentro del textil, el cual está compuesto por una serie de microbocinas e hilos conductivos, mediante el cual se dan a conocer las historias a través de un sintetizador de voz.
Este textil electrónico -se detalla en la presentación- remite a la tradición textil latinoamericana, así como a diversas propuestas gráficas vinculadas al activismo y la lucha feminista. La prenda electrónica es activada en espacios públicos con mayor índice de violencia, como parques, plazas, calles y transporte público.
De esta manera se busca amplificar y visibilizar los relatos de violencia de género, a la vez que se hace alusión a la presencia del cuerpo que ocupa el espacio urbano.
El tercer eje se titula «La rebelión textil: Laboratorios de textiles electrónicos y activismo feminista». Está integrado por una serie de laboratorios urbanos que son espacios de diálogo, reflexión, convivencia, colaboración e intercambio de conocimientos, tanto técnicos como vivenciales, con miras a abordar esta problemática a través de la creación grupal y organización colectiva.
«Voz pública es testimonio, rastro, mapa y manifiesto. Es un límite y una decisión. No sólo es el cuerpo de una mujer, es un cuerpo colectivo integrado por las palabras de muchas, por el hilar y deshilar de varias que juntas hacen un grito que dice ‘estamos vivas’, cuyo deseo es reescribir la forma en que ocupan el espacio y la ciudad», escribe en la presentación de la muestra la escritora y editora Mónica Nepote.