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FIL/ Un mundo en tensión

FIL/ Un mundo en tensión

El mundo ha sostenido un desarrollo tecnológico como nunca antes en su historia, pero el progreso moral ha quedado de lado. Las leyes del mercado son las que rigen el camino de la humanidad, mientras la carrera armamentista, el cambio climático y la pandemia se ciernen como amenazas a la vida contemporánea, advierte el escritor, periodista y filósofo, franco libanés, Amin Maalouf.
El autor de obras como El Naufragio de las Civilizaciones, es conocido por cuestionar el estilo de vida contemporáneo, que crítica el excesivo consumismo y el poco respeto por la naturaleza, ha sido reconocido con varios galardones a nivel internacional, como el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, en 2010.
Maalouf acaba de publicar Nuestros Inesperados Hermanos, novela escrita antes de la pandemia, que coincidentemente habla de la posibilidad del colapso de la civilización desde la mirada de dos seres extraordinarios Alec, un dibujante que decidió alejarse de la vida social para vivir en una isla y Eve, una novelista que decidió auto exiliarse en el otro extremo de esa solitaria isla.
Hoy tendrá una participación virtual en la FIL Guadalajara para protagonizar la conferencia «La Humanidad después del Naufragio», con la periodista y escritora libanesa Joumana Haddad.

¿Cuáles fueron las motivaciones que le llevaron a escribir ‘Nuestros Inesperados Hermanos’?
El punto de partida de la reflexión que llevó a la concepción de esta novela, es el sentimiento de vivir en un mundo mal gobernado, y que se dirige con los ojos cerrados hacia una inmensa catástrofe. Seguí preguntándome si alguien podría evitar esta deriva: un líder, un país, un grupo de países, una coalición de sabios. Pero nada de eso me pareció que estuviera a punto de surgir.
Fue entonces cuando comencé a soñar con estos «inesperados hermanos», que vendrían a aportar a la humanidad contemporánea una sabiduría olvidada, proveniente de la profundidad de los tiempos, y más precisamente de aquella época lejana en la que se produjo «el milagro ateniense». ¿Podríamos ver aparecer, en nuestro siglo desorientado, un milagro similar? Lo esperé, luego lo imaginé pacientemente…

En su novela habla de la posible aniquilación del mundo como lo conocemos, ¿cree que estemos en un punto de quiebre?
No debe tomarse a la ligera el riesgo de la aniquilación, incluso cuando parece lejano. No me gustaría jugar a la Cassandra (profetizar una desgracia sin que alguien la crea), pero los peligros no son imaginarios. Además de los vinculados al cambio climático, cuyos efectos ya se están sintiendo y que podrían, a largo plazo resultar eminentemente destructivos, también están las pandemias, cuyos efectos perturbadores ya conocemos y que podrían, en el futuro, resultar extremadamente mortales.
Hay un peligro que me parece más preocupante que otros y del que no hablamos lo suficiente: es el que procede de la carrera armamentista, se acelera gravemente y algún día podría derrapar de manera catastrófica.

Escribió ‘Nuestros Inesperados Hermanos’ antes de la pandemia, ¿había síntomas de que la emergencia sanitaria estaba ya a la vuelta de la esquina?
Mientras escribía este libro no pensaba en absoluto que estuviéramos al borde de una pandemia. Pero tenía la sensación de que los problemas de salud se iban a volver obsesivos en el futuro para la humanidad entera. Este será, además, muy posiblemente, el aspecto más duradero de lo que ha estado pasando los últimos dos años.
Los problemas de salud estarán omnipresentes en la vida de nuestros congéneres por un largo tiempo, probablemente incluso para siempre. Una «tribu» de ocho mil millones de mortales, y que vive en una época en la que la ciencia médica avanza a un ritmo impresionante, solo puede estar fascinada por la enfermedad, la muerte y la perspectiva de preservar la vida el mayor tiempo posible y en las mejores condiciones.

Esa falsa idea de progreso que tiene que ver con el abuso en la explotación de los recursos naturales y la idea mercantilista de desarrollo ¿nos ha conducido a esta especie de naufragio?
El problema central de nuestro siglo es que la evolución moral de la humanidad no ha estado a la altura de su evolución material. Por supuesto, sería ilusorio querer frenar el progreso económico o tecnológico pero podemos y debemos intentar acelerar el progreso moral. Porque mientras estemos en una lógica de competencia desenfrenada y desconfianza mutua, nadie se sentirá animado a comportarse de manera responsable. Por otro lado, es importante hacer correcciones a la ley del mercado. Esto ya no puede ignorarse, pero no debe ser soberano. La lucha por preservar la primacía del ser humano aún no se ha ganado. A decir verdad, apenas está comenzando y no será fácil de ganar.

¿Cree que la civilización ha aprendido algo de esta pandemia? ¿La nueva normalidad será mejor que el mundo pre-pandemia?
Por primera vez en la historia, toda la humanidad se ve obligada a hacer una pausa y pensar en su futuro. Esto en sí mismo es algo bueno, incluso si ha estado acompañado de sufrimientos. Otra cosa potencialmente prometedora, es que hoy tenemos pruebas de que cualquier cosa que afecte a una parte de nuestros contemporáneos acaba teniendo consecuencias para toda la humanidad. No se debe esperar que esto cambie el comportamiento de inmediato. Nuestro primer instinto es aislarnos y protegernos de los demás. Pero, a largo plazo, el sentimiento de pertenencia a la misma aventura humana fortalecerá y preparará el terreno para cambios profundos de mentalidad. En todo caso, eso es lo que espero…

¿Qué deber corregirse, tras la pandemia, para tener una sociedad más próspera, pero también más igualitaria y con menor pobreza?
En este siglo, que encuentro a la vez desconcertante y fascinante, la humanidad tiene los medios técnicos y económicos para resolver todos los problemas a los que se ha enfrentado desde los albores de la historia. Si logramos movilizarnos para luchar juntos contra la pobreza, contra la ignorancia, contra la enfermedad, podríamos construir un mundo más justo, más próspero, más pacífico, más sereno. Es sobre todo una cuestión de voluntad política. ¿Tendremos la lucidez, la sabiduría, la generosidad necesarias para repensar nuestras prioridades, nuestra escala de valores y modificar radicalmente nuestros comportamientos? Diría, prudentemente, que tal desarrollo no es impensable y que el impacto producido por la pandemia podría resultar saludable.

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