Por FRANCISCO TOBIAS
Desde hace algunos días el peso mexicano ha perdido valor ante el dólar norteamericano, el día 16 de noviembre la tasa de cambio nominal se encontraba en 20.70 pesos por dólar mientras que para el 26 del mismo mes, al cierre de la jornada, el equivalente oficial, según el Banco de México de un dólar era de 21.83 pesos, presentándose un incremento del 5.45%. Sin embargo, en bancos o casas de cambio el tipo de cambio ha llegado, en días recientes, hasta los 22 pesos con 80 centavos por dólar.
Existen varios factores que han influido en el aumento del tipo de cambio, cierto que existe una incertidumbre internacional por la pandemia y las nuevas cepas del Covid-19, aunado a la recuperación de la economía norteamericana que se refleja en el nivel más bajo desde 1969 de solicitudes de apoyo por desempleo en ese país. Además de los anuncios para la aplicación de nuevas políticas monetarias por parte de la Fed, ya que han señalado el próximo incremento de las tasas de interés para buscar reducir la inflación.
Por su parte en el ámbito local los mercados no recibieron de grata manera el retiro del apoyo presidencial hacia Arturo Herrera y la sorpresiva propuesta de la economista Victoria Domínguez para convertirse en la Gobernadora del banco central mexicano. Además, el anuncio de que la producción mexicana se redujo en el periodo julio – septiembre fue un inconveniente para mantener el valor del peso, ya que sería un reflejo de la menor productividad de la economía azteca.
Más allá de llamarle ajuste, depreciación o devaluación, según su preferencia política, la realidad es que dicho fenómeno económico traerá consigo consecuencias para los bolsillos de todos los mexicanos, duele decirlo, pero las consecuencias serán mayores para las familias de menores ingresos monetario. Ya que este aumento en la tasa de cambio generará que los insumos o materias primas para la elaboración de mercancías de consumo se incrementen trayendo como consecuencia el aumento en los precios finales, es decir tendremos una inflación mayor.
Es cierto que en situaciones “genéricas” la devaluación, depreciación o ajuste traería beneficios para la economía mexicana, como la generación de empleos por parte de inversionistas extranjeros para aprovechar el pago más barato de la mano de obra, sin embargo, esto se ve difícil, debido a la falta de certeza jurídica, ambiental y hasta de transparencia que se le ha señalado al gobierno federal.
Por otra parte hay economistas que señalan de manera correcta que una devaluación genera mayor actividad y por supuesto ingresos en la industria sin chimeneas, es decir en el turismo, sin embargo gracia a la ola de violencia cada vez mayor y más fuerte gobiernos extranjeros han exhortado a sus conciudadanos para que no viajen a México.
Punto a favor para el actual gobierno ya que contamos con una mayor cantidad de reservas internacionales las cuales dan cierta “seguridad” a favor del peso en el mercado cambiario pero estas reservas a pesar de haber ya rosado su máximo histórico son finitas y el buscar utilizarlas para otros fines sería catastrófico.
Definitivamente ante las situaciones políticas, sociales y económicas de nuestro país lo peor que nos puede suceder es que el tipo de cambio se siga ajustando a favor del dólar. Por cierto, cuando mis alumnos me han preguntado que tenemos que hacer para que el tipo de cambio sea mejor, la respuesta es la misma y muy sencilla, tenemos que ser más productivos.