La artista Perla Krauze propicia otro modo de andar.
En la muestra Nonsite: El Pedregal revisitado, que presenta en el Museo Universitario de Ciencias y Artes (MUCA) de la UNAM, convida un paisaje de arena volcánica que invita no solo a hundir los pies mientras se camina o a equilibrar el cuerpo cuando se pisan piedras más voluminosas: anima, también, a moderar la marcha.
«Quería dar fe de la riqueza ecológica que hay en el Pedregal, de la variedad de rocas, desde la fuerte y áspera, hasta la más suave, sobre la cual uno puede caminar; es una exposición para tener una experiencia, para desacelerar y pausarse», dice Krauze sobre la instalación que se despliega en 2 mil metros cuadrados y ocupa toda la sala del museo universitario, sobre la cual se distribuyeron 35 toneladas de tierra volcánica.
Algunos estudiantes de la Facultad de Arquitectura de la UNAM -desde la que pueden ingresar al museo- se descalzan para entrar en la instalación curada por Michel Blancsubé, tocan e incluso reubican algunflor o piedra.
«Quería, sí, que fuera una exposición para habitarse», apunta Krauze, cuya muestra resulta también poética: reúne rocas que florecen o que estimulan el florecimiento.
«Lo pétreo aparentemente no tiene vida, pero la provoca: es el sitio donde se da la vida, la vegetación y es lo que trabajamos aquí: el mundo mineral y el mundo vegetal», refiere durante un recorrido que debe hacerse, como la artista aconseja, con pausas, para mirar el estanque de agua, por ejemplo, o las plantas enmarcadas, a modo de herbario: un atisbo apenas de las mil 500 especies que resguarda la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel (REPSA), institución que colaboró, junto con el Jardín Botánico de la UNAM, en el proyecto artístico de Krauze.
Agaves y quiotes, no por marchitos menos imponentes, se reparten aquí y allá, en un oasis de tezontle rojo y negro, como el que la cautivó cuando visitó el volcán Yahualixqui, en Tláhuac, y escuchó el rumor de las piedras deslizándose por las corrientes del viento, captado por la artista en videos que forman parte de la muestra.
«Al ver todo este espacio en Tláhuac lleno de tezontle rojo, negro y con estas piedras cayendo, Perla dijo: ‘es esto lo que quiero reproducir en la instalación'», relata Blancsubé.
Resultó entonces «una gran pintura tridimensional» de esta naturaleza agreste, más visible al exhibirse dentro del museo.
«Aislada para, al final, aumentar la mirada sobre ella. Es paradójico, pero la gente quizá tenga más atención a la naturaleza una vez que la vea en un espacio que, a priori, no está hecho para eso», plantea Blancsubé.
HORA DE COMULGAR
La instalación de Krauze abreva de la noción de nonsite (no-sitio) propuesta por el fallecido artista del land art, el estadounidense Robert Smithson. Ésta consiste en trasladar y reacomodar material de una zona geológica específica al interior de un espacio de exposición: en este caso de la zona del Pedregal al MUCA, explica Blancsubé.
«La situación pandémica que vivimos desde marzo de 2020 no existía cuando empezamos a imaginar este no-sitio y el confinamiento causado por la epidemia provocó otros cuestionamientos o activó otros aspectos de los mismos. Por ejemplo: ¿qué sentido toma el aislamiento de un pedazo de naturaleza en un espacio cerrado cuando es recomendado quedarse en casa para protegerse de una amenaza bacteriológica?
«¿Qué sentido tiene confinar la naturaleza? La evocación en una sala cerrada de una zona volcánica que existe justo afuera, al lado del espacio de exposición, cuestiona y refuerza la conciencia de que una naturaleza frágil está ahí. El destino del humano está orgánicamente ligado al destino del planeta que lo ‘aguanta o tolera’. Sin cambio en nuestra relación con los otros ‘pasajeros’, ya sean animales, vegetales o minerales, no vamos a sobrevivir mucho más o cada vez en condiciones más precarias», advierte el curador.
Nonsite: El Pedregal revisitado, resume Blancsubé, auspicia la contemplación más que la elaboración intelectual: es un espacio de «comunión» con la naturaleza y la vida que habita en ella, una comunión más necesaria ahora, cuando el mundo se precipita a la guerra.
UNA INSTALACIÓN, VARIOS LENGUAJES
La artista Perla Krauze incorpora en esta exposición, que se inauguró el 26 de febrero y permanecerá hasta el 14 de mayo en el MUCA, diversos lenguajes a los que ha recurrido durante su trayectoria artística, como la instalación, la fotografía, el video, la pintura, el frotage y la escultura.
Estos le permiten explorar dualidades entre lo natural y lo artificial, lo mayúsculo y lo minúsculo o lo geométrico de las pinturas con lo orgánico de la naturaleza.
El agua que forma parte de la instalación enmarca la memoria del lugar, provisto antiguamente de un estanque cubierto después por cemento. Una parte de éste se muestra como referencia a la urbanización de El Pedregal, asediado por el crecimiento de la ciudad y el concreto.
«Si la UNAM no hubiera conservado este sitio y no estuviera construida aquí, todo esto estaría urbanizado, lleno de casas; no tendríamos esta belleza natural», reconoce la artista.
RECUERDOS DE INFANCIA
Perla Krauze, cuya obra forma parte de museos como el de Arte Moderno (MAM) o el Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), en México, y el Scottsdale of Contemporary Art, en Estados Unidos, creció en El Pedregal, en una solitaria casa en medio de un paisaje de lava sólida.
«La piedra siempre me ha encantado: tenía cuatro años y caminaba en esa casa, me perdía por ahí, y recuerdo que todo el día subía, bajaba, recolectaba, caminaba por un campo lleno de víboras, de alacranes, de caras de niño, de tarántulas, era una tremenda hermosura agreste».
La estancia en este lugar, propuesta por su padre, la marcó, admite, y sembró una curiosidad que más tarde la forjaría como artista.
«En todos recojo una piedra, la hago en resina y en todas las formas habidas y por haber», detalla.
No le interesa El Pedregal urbanizado, aclara, sino el indómito, en el que resuena su infancia.
«Cuando decido hacer esta exposición me fui a la parte primigenia, porque es un homenaje a El Pedregal y a mi Padre».