Gonzalo Altamirano Dimas fue uno de los últimos diputados «de partido» en la 50 Legislatura del Congreso de la Unión, antes de que sobrevinieran los de la fórmula plurinominal. De 1976 a 1979, cuando se dio la ruptura de Luis Echeverría con José López Portillo.
El ambiente era de una «cerrazón terrible» pero empezaba a fluir el debate, recuerda el dos veces dirigente del PAN en la Ciudad de México.
En 1976, el PRI tenía 237 curules, Acción Nacional 20, el PPS 12 y el PARM 10.
«Al funcionario cuyo retrato y nombre aparecen en el frente deberá respetársele el fuero que le concede la ley», dice la credencial que acreditaba a Altamirano Dimas como diputado federal, expedida el 1 de septiembre de 1976.
En ese ambiente de «cerrazón», resalta el hecho de que los diputados del PAN empujaron la discusión de la Cuenta Pública.
«Había un mayor debate, todavía no se ganaban las elecciones, pero se obligaba al Gobierno a transparentar asuntos públicos y discutirlos.
«En algún tiempo no era posible discutir la Cuenta Pública: la cerraban, era un asunto vedado, por eso es muy importante esa apertura que se dio en 1964. Ahora de manera absurda se pretende restaurar el monopolio político que tenía el partido en el gobierno; en aquel entonces, el PRI; ahora Morena. Es una vergüenza que López Obrador pretenda revivir un estado de cosas que había sepultado Gustavo Díaz Ordaz como Secretario de Gobernación», señala.
Los diputados sesionaban en el recinto de Donceles, en cuyos escaños comenzaban a aflorar discusiones intensas. Augusto Gómez Villanueva, líder de la bancada del PRI, fue sacrificado como consecuencia de la pugna que protagonizaron Luis Echeverría y López Portillo. Al quite entraría Rodolfo González Guevara, «uno de los mejores tribunos de por entonces».
«Hubo discursos muy importantes. Nosotros los del PAN obligamos al PRI a discutir el movimiento del 68, donde hubo testimonios importantes de la propia Ifigenia Martínez y de los llamados ‘Ifigenios’.
«Se mantenían debates lúcidos, fuertes, porque en alguna época la discusión se permitía; por lo menos en esa época hubo apertura en la discusión y el debate, aunque siempre privó el número de la mayoría. A mí me tocó subir a tribuna para hablar de la reforma política de 1977», dice Altamirano Dimas.
Reconoce alguna pericia en la bancada tricolor.
«Ellos fueron inteligentes en el sentido de que tenían lo votos asegurados, pero había que dar cauce al debate legislativo, y hay que reconocer que así lo hicieron.
«Cuidado con revivir muertos afines al autoritarismo o a la intolerancia. Morena debe repensar este tema, porque sus partidos satélites han sobrevivido gracias a la reforma de 1977», apunta.