El artista valenciano Francisco Marco Chillet (1903-1977), reconocido escenógrafo en la Época de Oro del cine mexicano, vivió una vida de película.
Durante la Guerra Civil Española combatió del lado republicano en el País Vasco. Tras la derrota, fue enviado al recién construido campo de concentración de Argelès-sur-Mer, en Francia, que llegó a tener 100 mil internos. Ante el hacinamiento, sería enviado a otros campos improvisados sobre la playa, con la arena como único cobijo, siendo testigo de un gran número de muertes por neumonía, hasta llegar al de Agde, donde fue liberado en 1940.
Su camino hacia América comenzó en Burdeos, de donde partió a bordo del vapor «Cuba», en la última expedición organizada para evacuar a los refugiados españoles de Francia. Sin permiso del dictador Leónidas Trujillo para desembarcar en República Dominicana, el barco con los exiliados aguardó en Martinica el permiso del Presidente Lázaro Cárdenas para venir a México.
Pero la persecución del régimen franquista no cesó, siguió siendo un objetivo al haber sido, como militar, miembro de la inteligencia de la República. Todavía en 1962 la Guardia Civil Española lo seguía buscando para ser juzgado en los tribunales especiales contra la masonería y el comunismo.
Naturalizado mexicano en 1941, murió en el País en 1977 después de una prolífica carrera en el cine como escenógrafo y director de arte. Trabajó con Roberto Gavaldón en películas como La barraca y En la palma de tu mano, y en Sobre las olas, con Ismael Rodríguez, entre 150 filmes en su carrera. Dejó el séptimo arte en 1969, decepcionado por la mala paga.
Aquí se le conocía tan sólo como Marco Chillet y no como Francisco Marco Chillet, adoptando su apellido paterno, Marco, muy frecuente en Valencia, como nombre.
Más allá de su carrera en el cine, tuvo una faceta plástica.
En octubre de 2021, el Museo Kaluz recibió en donación por parte de sus herederos una serie de sus dibujos sobre su estancia en los campos de concentración en Francia, así como bocetos de la maqueta del mercado de Tlatelolco que realizó para el Museo Nacional de Antropología y unas cuantas pinturas e ilustraciones que hizo para Excélsior.
Además, la Filmoteca de la UNAM conserva cuatro mil bocetos de los sets, escenografías y mobiliario que concibió.
De esa faceta da cuenta la exposición Francisco Marco Chillet, Cicatrices del cautiverio, en el Kaluz, con una selección de 33 dibujos de los campos de concentración donde el artista y militar capturó el sufrimiento del hacinamiento.
El curador de la muestra, Ery Camara, subraya, en entrevista, el dominio del dibujo y la composición logrados por el artista, formado con grandes maestros como Joaquín Sorolla e Ignacio Zuloaga.
«Elige su tema, pero lo interpreta de una manera muy ejecutiva, muy rápida; se nota por el achurado que hace para darle calidad a todos los elementos», expone.
Sorprende, por ejemplo, el dibujo Campo castigo, donde ofrece una perspectiva desde las alturas, algo imposible de ver desde la playa sin una montaña alrededor.
La curaduría retoma algunas frases del artista sobre la estancia dolorosa en los campos, escritas posteriormente con motivo de una presentación posterior.
El tedio, el aburrimiento, era algo presente en la vida en las barracas, que intentaban aliviar con deporte y prácticas culturales al tener mejores condiciones en el campo de Agde.
«Pudieron hacerse estos dibujos gracias a la cooperación de muchos compañeros de infortunio, que tuvieron la suerte de poseer un trozo de papel o un humilde cabo de lápiz o restos de envoltorios de paquetes en los cuales se nos enviaba la limosna de una ayuda a nuestra miseria», contó el artista y militar, quien alcanzó el grado 33 en la logia masónica.
Camara anticipa que esta exposición, ampliada con la colaboración de la Filmoteca universitaria, viajará a Valencia para dar a conocer al artista en su tierra natal. Y se agregará un ciclo de cine, ya en preparación.
La itinerancia de la exposición persigue un objetivo adicional: contactar a su familia en España. Sus cinco hijos permanecieron en Madrid. Hasta 1972, precisa Camara, el artista volvió a tener contacto con ellos. Borró su rastro para no ponerlos en peligro ni ser apresado.
En México formó una familia con Enriqueta Prado Soreano, a quien conoció dando clases de dibujo y pintura en el Centro Vasco.
En una carta a su hija Mariluz, fruto de su matrimonio en 1931 con Carmen Sánchez Negro, con quien tuvo cinco hijos, dejó testimonio de la «bestialidad» desencadenada en los campos: hambre, tortura, genocidio.
La exposición permanecerá hasta el 15 de noviembre en la Sala Polivalente del Kaluz, ubicado en Hidalgo 85, a un costado de la Alameda, en el Centro Histórico.
