Definida usualmente como un alegato contra la impunidad y la tiranía, la trilogía que Javier Cercas iniciara con Terra Alta (2019) -pensada originalmente como tetralogía, recuerda, lo cual no descarta que aún pueda cumplirse- ha tenido como tema central la violencia contra las mujeres.
Una violencia que, a decir del autor español, no es sino pura y simplemente una forma de abuso de poder, resultado de que, «desde que el mundo es mundo, la mitad de la humanidad (los hombres) le ha tenido el pie en el cuello a la otra mitad».
«La violencia contra las mujeres es una consecuencia de este hecho, una consecuencia de este tener postergadas, apartadas, marginadas, sometidas a las mujeres», expresó Cercas este martes en un encuentro virtual con medios a propósito de El castillo de Barbazul, última entrega de la trilogía, tras Independencia (2021).
«De un tiempo a esta parte, unas décadas, no más, nos hemos dado cuenta de este problema que es, insisto, seguramente el problema más importante que tenemos junto con la destrucción del planeta. Y esto no es una opinión, es un hecho. Tal vez en algunos países es peor que en otros, pero es un problema universal», remarcó.
Para el escritor galardonado con el Premio Planeta resulta increíble que hasta hace muy poco tiempo las sociedades se comenzaron a dar cuenta de esto. Como ejemplo, refirió que en España -donde se producen dos agresiones sexuales a mujeres cada hora- no hace ni 20 años que se contabilizan los asesinatos de éstas a manos de sus parejas.
No porque antes no existieran, resaltó, sino que entonces se les llamaba «crimen pasional», igual que en México; «lo cual casi suena romántico».
«Éste es un tema que simplemente no había aflorado a la consciencia colectiva. Es así de fácil y así de brutal. Es como si hubiésemos tenido un inmenso elefante en nuestra casa y no nos hubiésemos dado cuenta de que estaba ahí», lamentó Cercas, quien ha comprendido que las cuestiones fundamentales, «las grandes verdades», no están escondidas, sino a la vista de todos.
«Sólo que no sabemos o no queremos o no somos capaces de verlas. Y esto (la violencia de género) es un ejemplo perfecto; estaba a la vista de todo el mundo, pero no hemos sido capaces, no hemos querido, no hemos sabido verlo por infinidad de motivos».
En el caso de su trilogía, Cercas confesó que no es que él se propusiera abordar este «problemón descomunal», sino que surgió como parte de aquello que definía a su protagonista, Melchor Marín, ex policía cuya madre y esposa fueron asesinadas y que ahora busca a su hija Cosette, súbitamente desaparecida.
«Un novelista, al fin y al cabo, no es más que un termómetro. Los novelistas no vivimos en otro mundo, vivimos en el mundo en que vivimos», sostuvo.
«Del mismo modo en que mi mundo ha cobrado consciencia de este asunto, en mis novelas este tema ha aflorado de manera no deliberada, natural», continuó. «Un poco esto me ha salido de las tripas, que es de donde salen las novelas, o de donde deberían salir».
Para Cercas, sus tres novelas -tres entregas de un solo gran proyecto- tienen como pregunta central si acaso es legítima la venganza a falta de justicia. «Es decir, ¿es legítimo tomarse la justicia por la propia mano para evitar la impunidad?», compartió, siendo muy enfático en que no se trata de una apología de la venganza.
Es, en todo caso, la labor de la literatura y los novelistas de formular preguntas complejas de la manera más compleja posible sin afán alguno de contestarlas clara, unívoca y taxativamente, como sí hacen la historia, la ciencia o el periodismo.
«Mi respuesta, humildemente, y la que creo que hay que dar en una sociedad civilizada, por supuesto, es: ‘No, eso no es legítimo’. ‘Quien no respeta las formas de la justicia no respeta la justicia’, dice un viejo policía en la novela. Yo estoy de acuerdo, y creo que cualquier persona civilizada, al menos si vive en una sociedad democrática -o razonablemente democrática- tiene que estar de acuerdo», opinó.
Pero las novelas no tienen que ser como en la realidad, sino que deben poner en cuestión las certezas más arraigadas, desasosegar y causar conflicto; «lo que debe hacer la literatura es ponerte en la piel de verdaderos monstruos», subrayó.
«Modestamente, el lector que lee las novelas de Terra Alta o El Castillo se pone de parte de quienes se saltan la ley para hacer justicia. No sólo se ponen de parte de Melchor y sus compañeros, lo celebran por todo lo alto.
«Mi mayor deseo es que el lector, cuando acabe la novela, diga: ‘¡De puta madre!’…, permitirme que hable así: ‘Nos hemos follado al hijo de puta del tipo éste que era un canalla’. Y que luego el lector diga: ‘Bueno, momento, vamos a ver, pero ¿esto es legítimo o no?'», acotó Cercas sobre la forma de conocimiento que permite la literatura.
Finalmente, y contrario a lo que consideró como una de las principales supersticiones de la sociedad actual, el autor descartó que la literatura no sirva para nada, destacando su valor para salvar vidas y transformar el mundo, siempre y cuando no sea hecha con este fin, que es cuando se convierte en propaganda y pedagogía.
«La literatura cambia la realidad, cambia al mundo, pero no como lo cambia una ley, como lo cambia la política o como la guerra; la literatura cambia al mundo cambiando la percepción del mundo de cada uno de los lectores», precisó.
«Eso es lo que hizo con Melchor: le cambió la percepción del mundo, el sentido de quién era. ¿Eso lo hizo mejor? Yo creo que sí. Le salvó la vida».
