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lunes 24 de junio de 2024

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Narran habitantes explosión en La Habana, Cuba

Narran habitantes explosión en La Habana, Cuba

Bibian, una negra vestida toda de blanco, cuenta a gritos que tuvo que caminar a ciegas, pegadita a la pared, con los ojos cerrados porque la nube enorme, un manto albo y picoso, había cubierto todo.

«Esto tembló. Fue un estruendo. Yo estaba en La Sortija (una tienda que se anuncia como casa vietnamita) y salí de ahí como pude. Ya me sé el pasito, por eso caminé con los ojos cerrados, pegadita a la pared», cuenta.

El Hotel Saratoga había sido destruido por una explosión. El saldo hasta las 23 horas de ayer era de 22 fallecidos, uno de ellos un niño, y 74 heridos. El teniente coronel Noel Silva, del Cuerpo de Bomberos, dijo por la noche que todavía buscaban entre escombros a varias personas desaparecidas que podrían haber fallecido.

Bibian no sabía por qué andaba a ciegas. Solo sabía que la nube de humo no la dejaba ver. Fue por la banqueta de la Máximo Gómez casi hasta la esquina con Cárdenas para meterse asustada al edificio donde vive. A su paso no vio el barullo ni la corredera. Caminó, de creerle, unos 30 metros con los ojos cerrados.

Ni supo que Jean y Roberto, dos amigos sordomudos, estaban ahí impávidos. Brincaron cuando se estremecieron los vidrios de la librería en la que andaban y de la que por horas ya no se han movido. A señas cuentan cómo fue la tragedia. Jean alza sus brazos, los abre, para dar la dimensión de la explosión. Mueve los labios y escribe en la libreta su precisión: «hotel gas».

«¿Pudo evitarse?», se les escribe en la misma hoja. Y exclaman con sus brazos, su cuerpo, sus ojos, una sentencia afirmativa. Están tristes y muy enojados.

El Hotel Saratoga, una construcción colonial de 1880, que entonces albergó almacenes, y en 2005 fue rehabilitado como hotel de lujo en Paseo del Prado, a la puerta de La Habana Vieja, voló por un tronido seco mientras el camión de gas surtía a tope en la cocina.

Estaban adentro empleados, camareras, meseros. Ejecutivos, administradores, obreros. Ponían a punto el hotel tras dos años de cierre obligado por la pandemia de Covid-19. Pero su circunstancia no era ajena a lo que otros hoteles viven en La Habana.

Hasta los mejores hostales tienen lo suyo. Años sin mantenimiento intenso, sin reparaciones, funcionando al límite posible, en la crisis que viven la economía y el turismo cubanos.

El Saratoga iba a reabrirse el 10 de mayo, dos días después del Día de las Madres que aquí se celebra este domingo. Trajeron el gas y algo pasó. Una fuga, un descuido, una avería y sobrevino la explosión que voló cuatro de los seis pisos, que dejó la cocina hecha añicos, sillones que volaron, cuadros, muebles. Y la desesperación de los que ahí andaban. Decenas sepultados en los escombros.

Quince lesionados son niños, tres de ellos en estado crítico, dos graves y nueve con cuidados básicos. Cinco de esos pequeños eran alumnos de la escuela «Doña Concepción Arenal Ponte», ubicada cara a cara con el Saratoga.

Una primaria con 380 niños de 5 a 12 años que salieron por la escalera de servicio y que tiene salida a Paseo del Prado, y no por la escalera principal que da a la calle de Dragones que la separa del hotel. Corrieron los niños asustados y les abrieron el Capitolio, recientemente remodelado, para que se refugiaran. Sus mochilas quedaron en la entrada y sus trabajos fueron sacados a la calle.

Reposaban en la banqueta por donde pasaban los rescatistas. El reporte de Odalis Cuevas, subdirectora municipal de Educación, es que no hubo alumnos con lesiones graves. Cinco fueron llevados a hospitalización porque les alcanzaron pedazos de los ventanales reventados con la explosión del hotel.

El Presidente Miguel Díaz-Canel llegó minutos después de la explosión al frente de una pléyade de funcionarios. Caminó cuando todavía el polvo rondaba, picaba y daba cuenta del terrible daño. El ulular de sirenas, la presencia de policías, de personal del Ministerio del Interior, la corredera de los bomberos, y miembros del Cuerpo de Rescate que entraban entre escombros para rescatar víctimas.

El primer número de muertos, dado media hora después de ocurrido el siniestro, era de 4. Una hora después ya superaba la docena. En la noche, el reporte oficial llegó a 22 muertos, 74 heridos y una decena de desaparecidos.

«Está desaparecida una camarera. Desde temprano la andan buscando», dice Bibian.

Díaz-Canel apresuró una declaración para descartar un atentado.

«No ha sido una bomba, no ha sido un atentado… ha sido un accidente muy lamentable», comentó en su camino.

«Compatriotas y amigos de todo el mundo, La Habana está conmocionada hoy tras la accidental explosión de un depósito de gas en el hotel Saratoga, que hizo colapsar gran parte de la instalación», escribió después en su cuenta de Twitter.

Francisco Javier Casanova, chofer del microbús 4233 perteneciente a la Base de Varadero, fue remecido en el vehículo estacionado frente al hotel. Lo suyo fue un milagro. Recién había dejado pasajeros que deambulaban por la zona. El camión estaba vacío. Francisco quedó herido, pero no de gravedad.

Otros transeúntes no se salvaron, uno de ellos un menor. Pasar por el Saratoga era habitual para los vecinos. No solo por lo majestuoso de la instalación, sino porque era una construcción que daba sombra.

«Yo me iba por mi frappé ahí cerca y luego caminaba por ahí, como muchos; daba la sombra, chico, qué te digo. Había que irse por ahí», dice Richard, un muchacho de pelo ensortijado con una camiseta de los Rockets de Houston con el número 0 de Westbrook.

La sombra poco antes de las 11:00 horas resultó letal.

Sobre el mediodía, alrededor del Saratoga, el piso tenía una alfombra de cascajo, vidrios de ventanales, de parabrisas de autos, maderas, el hierro de los barandales, carpetas, papeles de la recepción, las bitácoras de trabajo. Las hojas de los blocks con los reportes de «Control de salida de objetos regalados» quedaron esparcidas junto a la famosa Fuente de la India, ubicada metros enfrente de la construcción derruida.

Bitácoras de trabajo de Ramón, quizás uno de los empleados más activos, que el 2 de enero de 2017 a las 20:00 horas de la noche de ayer entregó en la habitación 204 dos libros, tres tiras de pastillas y dos botellas de agua. Completó un botiquín, movió 7 sombrillas, le llevó sábanas blancas a Mónica Contreras, un libro para Silvia Torres, una botella de Ron Santiago y otra de Bucanero. Todas las bitácoras de Ramón estaban en el piso. Las del 2012, las del 2014, las del 2017, todas manuscritas, empolvadas, arrumbadas.

El Hotel Saratoga, de cinco estrellas, fue sede de festejos de los 58 años de Madonna hace un lustro. Había sido reabierto en 2005 con el propósito de convertirlo en un centro de atracción en la deteriorada zona de La Habana Vieja. Ubicado en la icónica avenida de Paseo del Prado, el hotel contaba con 96 habitaciones, tres bares, piscina y un amplio centro de negocios.

«Eso quedó pelao, pelao», decía un taxista que detuvo su marcha a media calle para llamar desesperado a su familia.

«Oye, oye ¿cómo están?. Acá hubo algo. No sé si fue una bomba», decía.

Y sí, el taxista miraba cómo la explosión desnudó los cuatro pisos del hotel y dejó a punto del derrumbe los dos últimos.

La Habana fue conmocionada con la noticia. Las convocatorias para donar sangre fueron atendidas de inmediato. Muchos jóvenes acudieron a hospitales. En La Habana Vieja había pesadumbre. Un tremendo silencio.

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