Por Rubén Moreira Valdez
La Encíclica Laudato Si (Alabado Seas), que el papa Francisco promulgó en 2015, es un texto que borda un tema central en el mundo contemporáneo. Invita a la reflexión, pero sobre todo a cambiar la forma de vivir y producir los bienes, para hacer de éste un mundo mejor.
A siete años de haber sido dada a conocer, la destrucción de la tierra no se detiene y, por lo tanto, el documento sigue creciendo en actualidad.
Laudato si, inspirada en San Francisco, se dirige a todo el mundo, no solo a los creyentes. El papa dialoga con los hombres y mujeres de buena voluntad sobre un tema crucial: el desarrollo sostenible e integral, que implica contemplar las muy distintas problemáticas medioambientales.
La reflexión del papa es un ejercicio teológico a partir de una lectura de la realidad en diálogo con la fe, pero también con la ciencia. El supuesto básico es que Dios se manifiesta y nos habla desde la creación. Hay que escucharlo para entender el signo de los tiempos.
En el texto se hace referencia al teólogo y paleontólogo jesuita Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) que plantea: la creación toda, no solo los seres humanos, forma parte del plan de Dios y el universo todo camina a la perfección en una evolución en espiral. Así, la creación toda asciende hacia el Padre.
Con esta encíclica la Iglesia asume una posición de vanguardia en la discusión de un tema toral a nivel mundial. El lenguaje se aleja de la terminología religiosa y asume el científico. Las fuentes que se utilizan son documentos de la Iglesia, pero también de expertos en el medio ambiente y de organismos multinacionales.
La Encíclica denuncia el daño que los seres humanos estamos infligiendo al plantea. Señala que el actual estilo de vida implica el abuso en el uso de los recursos de la naturaleza. El papa enumera y describe con precisión las distintas problemáticas medioambientales a las que hoy se enfrenta el mundo. No asumir la realidad es poner en riesgo la vida.
Plantea que la solución corresponde a los gobiernos, las iglesias, los organismos multilaterales, las escuelas y las organizaciones de la sociedad civil. Es una acción que debe implicar al conjunto de las sociedades nacionales y también al a la comunidad internacional. Su santidad denuncia el abuso de las empresas transnacionales y el daño que los países ricos causan a los pobres, especialmente a los de África.
El papa subraya la necesidad del progreso científico y técnico e insiste que en la protección del medio ambiente y el impulso al desarrollo. No es posible “volver a la época de las cavernas”. La Encíclica invita a que todas y todos nos comprometamos con los problemas medioambientales y tomemos conciencia de ellos. La lucha por la defensa del planeta no solo es técnica y política sino también ética.
La Encíclica advierte que son los más pobres los que están más expuestos y sufren las mayores consecuencias del daño ambiental. Es necesario replantearse el modelo de desarrollo.
El papa plantea que debemos tomar conciencia de que la acción del ser humano en la tierra tiene limites. No somos dioses. Es urgente reubicar el papel del ser humano en la creación. Los seres humanos no somos los dueños de la creación sino solo sus administradores. Hay que poner límite al antropocentrismo exacerbado.
Resulta atractiva y novedosa la idea de los pecados contra la naturaleza. Es un planteamiento que amplía la conciencia de nuestra responsabilidad en y con el mundo. El texto señala la necesidad de la comunión con la creación toda que implica a: Dios, a todos los seres humanos, la tierra y sus criaturas. Somos parte de un todo. No hay ecología sin una adecuada antropología.
El papa propone que todos los seres humanos debemos incorporar a nuestra vida diaria el interés por el medio ambiente. Estamos obligados a estar enterados de las problemáticas medioambientales. Es necesario tomar posición y actuar en consecuencia. Esto supone, entre otras cosas, cambiar nuestro estilo de vida por uno más sencillo y austero, que implica, evitar el uso innecesario de la energía y hacer un uso racional del agua. Exige también apoyar a los pequeños productores agrícolas regionales.
El santo de los pobres, Francisco de Asís, también lo es del medio ambiente e inspira al primer pontífice nacido en el continente de la esperanza. Bergoglio es una voz que clama en el desierto de la indiferencia al cuidado del mundo. Su desierto, parafraseando al inmortal rector de Salamanca, se convertirá en selva sonora para denunciar la destrucción del mundo y nos llama a la reconversión.