Por Jorge Fernández Menéndez
Existen más de cien grupos criminales bien organizados en México y de alguna forma vinculados al mundo de las drogas, y unas 543 bandas de menor nivel que operan en distintos ámbitos criminales, según estudios internacionales, pero sólo hay dos cárteles, el de Sinaloa y el Jalisco Nueva Generación, porque son los únicos que pueden abarcar todo el espectro que involucra al narcotráfico, desde la producción hasta el lavado de dinero.
Mucho se ha hablado del crecimiento del CJNG y su capacidad de violencia, y es verdad: es el cártel más violento en el país, pero como decíamos en el libro La Nueva Guerra, del Chapo al fentanilo (Grijalbo, 2021) el cártel Jalisco terminará teniendo una vida similar a la de quienes fueron sus grandes enemigos, Los Zetas, podrán terminar disolviéndose en la espiral de su propia violencia, dividido en varios grupos antagónicos. Eso hoy ya ha comenzado a suceder, porque también como hicieron Los Zetas, a su estructura central se han ido incorporando grupos cooptados como franquicias para demostrar un crecimiento exponencial que no es del todo cierto: son grupos que se adhieren al CJNG, por propia voluntad o presionados, pero en esa aparente fortalece reside precisamente su debilidad.
Para el gobierno de Estados Unidos no hay dudas: el cártel más poderoso del país sigue siendo el de Sinaloa, y los personajes más importantes de ese mundo siguen siendo sus jefes.
Ayer, la DEA inició una campaña pública con pago de altas recompensas contra varios narcotraficantes identificados con esa organización criminal, aunque también con diferencias importantes entre ellos mismos.
La lista la encabeza Rafael Caro Quintero, objetivo de la DEA desde los años 80 luego de su participación central en el asesinato del agente Enrique Camarena, por el que ofrecen 20 millones de dólares de recompensa; está, por supuesto, Ismael El Mayo Zambada, verdadero jefe del cártel, con una recompensa de 15 millones de dólares y están Los Chapitos, Iván Archivaldo y Jesús Alfredo, los dos hijos de El Chapo. También está Ismael Zambada Sicairos, uno de los hijos de fuera del matrimonio de El Mayo, por los tres jóvenes ofrecen cinco millones de dólares de recompensa, lo mismo que por dos importantes operadores del cártel: Alfonso Limón-Sánchez, apodado El Poncho Limón y Alfonso Arzate-García, apodado Aquiles. Sólo como efecto de comparación, la DEA por Nemesio Oseguera El Mencho ofrece 10 millones de dólares de recompensa, la mitad que por Caro y cinco millones menos que por El Mayo.
La estructura, las redes de distribución en Estados Unidos, la capacidad de cooptación y protección del Cártel de Sinaloa no pueden compararse con ninguna otra organización criminal en el país: su capacidad de introducir fentanilo, metanfetaminas y cocaína en la Unión Americana es enorme, pero también sus relaciones internacionales y su red de lavado de dinero. Cuando fue extraditado El Chapo el entonces presidente Trump dijo que con el dinero que se le incautaría se pagaría el muro en la frontera con México. Lo cierto es que no se sabe de ninguna incautación importante de dinero de quien fue considerado el principal narcotraficante del mundo.
Caro Quintero ocupa hoy para la DEA el lugar que ocupaba El Chapo como primero en la lista de los más buscados del mundo, no porque sea el principal narcotraficante, los hay más poderosos, aunque hoy pelea a sangre y fuego territorios que alguna vez fueron suyos, sobre todo a Los Chapitos, a los que no reconoce como sucesores de los territorios y redes que manejaba su padre. A Caro Quintero la DEA lo perseguirá siempre por la muerte de Enrique Camarena, siempre ha demandado su extradición y la indignación que provocó su sospechosa liberación en 2013 hizo que redoblara su reclamo. Por eso llama profundamente la atención que Caro Quintero no sea objetivo número uno, también, de las fuerzas de seguridad mexicanas.
El Mayo sigue siendo el narcotraficante más poderoso del país, aunque su edad, 74 años, también obliga a pensar en su sucesión. Según se dice, sigue siendo un hombre fuerte y lo ayuda el nunca haber sido detenido en su casi medio siglo de operación en el crimen organizado. Su hijo El Mayito Flaco es hoy, en el entorno familiar, el primero en esa línea de sucesión.
Pero los conflictos internos, pueden poner en entredicho a una organización que con El Chapo, El Mayo y El Azul Esparragoza al mando logró mantener una fuerte cohesión, incluso en momentos de guerra abierta con los Beltrán Leyva, el Cártel de Juárez y Los Zetas. Los conflictos con Los Chapitos se suceden, sobre todo contra el CJNG y la gente de Caro Quintero y tienen costos.
La operación del Cártel de Sinaloa no salió seriamente afectada por la caída, extradición y condena de El Chapo Guzmán.
Hacía años que El Chapo ya no era el verdadero operador del cártel a pesar de su peso en el mismo. Durante los meses que pasaron entre su fuga del Altiplano y su última detención, en los que se dio aquel episodio con el encuentro con Sean Penn y Kate del Castillo, está documentado que El Chapo no tuvo contacto con los principales operadores del cártel. Extraditado en el último día del gobierno de Obama a los Estados Unidos, su juicio sirvió para muchas cosas, pero sobre todo para, con base en testigos protegidos, exhibir la operación del cártel en el pasado y para iniciar carpetas contra políticos mexicanos y de otros países, desde Genaro García Luna hasta el expresidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, algunas muy justificadas, otras con objetivos políticos. Pero no sirvió para desarticular a un cártel hoy más poderoso que en el pasado cercano.