En una atracción pública se han convertido los cinco cuerpos de una familia que vivió los acontecimientos de cambiaron el rumbo de México al paso de los años, tras haber sufrido la transformación de momificación, permaneciendo alrededor de 150 años en la cripta de la familia Nuncio en el poblado de San Antonio de las Alazanas en el municipio de Arteaga. Sus restos permanecen en el museo de las momias después de que uno de sus descendientes realizara su donación.
En el festejo del día dos de noviembre del año 1998, un enjambre de abejas alertó a las autoridades, quienes comenzaron a recorrer el panteón de la comunidad para evitar que fueran atacadas y fue en ese día cuando dieron con la cripta de la familia Nuncio.
Una de las lapidas se encontraba vierta y al revisar su interior, se llevaron la sorpresa de que el cuerpo de Pedro Nuncio Escamilla, había pasado por el proceso de momificación.
Pudo ser las bajas temperaturas o tal vez el suelo mineralizado lo que provocó que sus restos no se desintegraran al paso de los años y no tardaron los investigadores en tratar de estudiar el cuerpo, sin saber que se trataba de un guerrillero que participó activamente en la guerra de reforma encabezada por Benito Juárez contra el grupo conservador.
Pedro Nuncio brindó apoyo a las tropas a quienes suministro alimento, armas y caballos, por lo que se le brindó una enorme extensión de tierra como pago por sus servicios.
Su vida fascinó a los investigadores quienes lograron contactar a su descendiente, Abraham Nuncio Limón para poder exhumar sus restos, encontrando en la cripta a más de los integrantes de esta familia que estuvo a punto de quedar en el olvido.
La lapida más antigua pertenecía a Juan Nuncio, nacido en 1790 y fallecido en 1850, quien aparentemente formó parte del ejercito insurgente que lucharon por la independencia de esta nación y que en sus últimos años, presenció la invasión del ejército norteamericano a lado de Petra Escamilla, quien también fue sepultada en dicha cripta.
Dos cuerpos más fueron encontrados, Paula Padilla quien murió en 1903 y la niña Celia Nuncio, fallecida en 1878, quienes también pasaron por la momificación.
Sus criptas fueron profanadas en múltiples ocasiones. Ladrones se apoderaron de los objetos de valor, mostrando la falta de respeto hacia los muertos.
Aun así, sus cuerpos se encontraban intactos y podían apreciarse sus elegantes ropas, como el frac que vestía Juan Nuncio y las finas telas exportadas de Europa que tenían las mujeres de la familia, dando muestra del poder económico que tenían a mediados del siglo XIX.
Los permisos para exhumar sus cuerpos fueron realizados por los investigadores, mientras que en la iglesia de San Isidro Labrador se efectuaron misas para el descanso de sus almas, pues su descanso estaba a punto de ser perturbado.
Sin embargo, la extraña condición en la que se encontraron los cuerpos fue el factor para que tomara la decisión de construir el Museo de las Momias de San Antonio de las Alazanas, en donde permanecen sus restos en una exhibición permanente, mientras que sus almas perturbadas buscan nuevamente descansar y en esta ocasión, de forma permanente.