Por Yuriria Sierra
En sus marcas…
Aún falta un par de elecciones antes de la sucesión presidencial, pero es justo por esto que, desde ya, en Palacio Nacional han dado el banderazo para que las llamadas corcholatas labren su camino si su deseo es convertirse en el candidato o candidata. Dice López Obrador que puede ser cualquiera, pero es evidente que la mira ya está puesta, por ello los vemos desde ya de gira dando respaldo a los aspirantes a gobernadores: una campaña ajena que arropan casi como propia, un ejercicio que les ayuda a abonar a sus respectivas causas. La pregunta es: ¿a qué le tendrían que apostar cada uno de ellos, además de su presencia en todos los actos proselitistas de su partido?
Claudia Sheinbaum. Señalada como la delfina del Presidente, quien, incluso ha cruzado la calle para ofrecer su mañanera desde el Palacio del Ayuntamiento. Sin embargo, es justo esa cercanía la que debería tener límites más marcados porque la simbiosis es lo que puede intoxicar sus aspiraciones. Y en ese sentido, lo primero que tendría que ser buscar es la reconciliación con el movimiento feminista de México (que en un principio la apreciaban como su aliada y candidata natural). Además, la jefa de Gobierno debería apostar a su formación científica, aunque eso acentúe otra de sus grandes diferencias con el mandatario: subrayar la urgencia del combate a la emergencia climática a través de políticas públicas que miren al futuro. Armar un discurso que resalte la idea de que la ciencia y los datos sí importan.
Marcelo Ebrard. El secretario de Relaciones Exteriores tiene que aprovechar su buen posicionamiento en las encuestas. Su name recognition lo ha mantenido en el centro de la atención pública, más aun durante una administración que desdeña la política internacional y su dimensión en todos los asuntos del Estado. Él tiene las puertas abiertas y los puentes tendidos, no sólo para repetir una hazaña como la obtención de las vacunas, sino seguir con la misma estrategia que ha desplegado en la escena internacional, para tranquilizar y dar certidumbre a la inversión extranjera y la economía del país rumbo a la recuperación que será necesaria sí o sí, cuidando relaciones tan estratégicas e importantes como con EU. Además, puede renovar su figura como defensor de los derechos humanos, de las minorías, porque siempre ha sido el político mexicano más adelantado en estos temas.
Ricardo Monreal. Viejo lobo de mar: conoce al Estado mexicano y las figuras presentes, no importa su color de partido. Ahí su potencial. Constructor de acuerdos y, aunque lopezobradorista y de izquierda desde hace años, se ha fajado los pantalones para hacerle frente al Presidente al que nadie osa contradecir en ningún momento. Ahora mismo busca que sea un árbitro institucional, como lo es el INE, quien realice el ejercicio en el que se defina la candidatura de Morena para 2024. El senador no debe abandonar esa narrativa, debe insistir y robustecer esa figura que lo convierte en la pieza de la 4T que jamás se ha entendido como un aplaudidor.
Adán Augusto López. La cercanía del secretario de Gobernación con López Obrador, si bien es un activo que le ha permitido reflector con mayor frecuencia que hace unos meses y que puede ser una vía para, si en verdad está interesado en la candidatura, trabajar a marchas forzadas en su name recognition. Sin embargo, esto puede ser también un factor que juegue en su contra. Desde su posición como encargado de la política interior, tendría que apostar a la reconciliación de los mexicanos, mandar un mensaje opuesto al de la polarización que se envía constantemente desde Palacio Nacional. Eso podría volverlo un candidato competitivo con los sectores con los que hoy se han abierto frentes y que no son pocos.
Todos juegan hoy a la exposición, a salir en la foto, recibir porras y gritos de aliento en plazas y eventos públicos. Los cuatro tienen la ventaja de una oposición en orfandad de liderazgos, no deberían desaprovecharla.