Las miradas del segundo día del Jubileo de Platino se centraron en Enrique y Meghan, quienes acudieron este viernes para una misa de gracias por los 70 años de reinado de Isabel II, sin la monarca, cansada por el primer día de festejos.
Entre gritos de júbilo y algún abucheo de la multitud congregada frente a la catedral, el nieto de la monarca, de 37 años, llegó vestido de chaqué y corbata gris, luciendo todas sus condecoraciones, que conserva pese a que desde que en 2020 dejó la monarquía no puede vestir uniforme militar.
Sonriente pero tensa, la ex actriz estadounidense, de 40, vestía elegantísima con un abrigo de solapas blanco hueso, color que algunos medios británicos interpretaron como un intento de mostrar «inocencia», y una pamela gris perla.
La pareja sacudió a la monarquía cuando hace dos años decidió irse a vivir a California, desde donde criticaron a la familia real, llegando a acusar de racismo a uno de sus miembros, que no nombraron.
Desde entonces han visto a la Reina poco y en privado y su hija menor, Lilibet, que el sábado cumple un año, no conocía hasta ahora a su celebérrima bisabuela.
Viajaron a Londres para las fiestas del jubileo, pero el jueves se mantuvieron alejados de la prensa, por cuya presión afirmaron haber abandonado el Reino Unido.
La Reina de 96 años, con crecientes problemas de movilidad, experimentó «un cierto malestar» tras aparecer dos veces de pie la víspera en el balcón del Palacio de Buckingham para lanzar los cuatro días de celebraciones por su Jubileo de Platino.
Jefa de la Iglesia de Inglaterra y muy religiosa, la monarca decidió no acudir al acto debido al largo trayecto desde el castillo de Windsor, donde reside, hasta Londres, una hora en coche, y «la actividad necesaria para participar en la misa», explicó la casa real.
Entre la multitud que esperaba desde primera hora de la mañana frente a la catedral, Stephanie Stitt, organizadora de eventos de 35 años, se declaraba un tanto decepcionada por la ausencia de la Reina.
Tampoco acudió a la misa, por haber contraído el Covid-19, el Príncipe Andrés, de 62 años, considerado hijo predilecto de la monarca pero alejado de la vida pública a raíz de acusaciones de agresión sexual a una menor en Estados Unidos.
En el interior de la majestuosa catedral anglicana, asistieron al servicio más de 400 invitados, incluidos la mayoría de familiares de la soberana, el primer ministro Boris Johnson y numerosos líderes políticos y sociales. También representantes de otras religiones.
La ceremonia, presidida por el reverendo David Ison, decano de la catedral, dio gracias por la vida y el reinado de la monarca más longeva que jamás haya tenido el Reino Unido.
Debido a sus problemas de salud, una vez más volvió a ser representada el viernes por su hijo mayor Carlos, heredero al trono de 73 años, que poco a poco va asumiendo funciones en una progresiva transición que preocupa dada su baja popularidad en un momento en que la realeza se ve cuestionada.