GUADALAJARA, Jalisco.-La Iglesia del Dios Vivo, Columna y Apoyo de la Verdad, o simplemente La Luz del Mundo, fue un bastión político hasta antes de 2019. No hubo gobernador jalisciense ni alcalde tapatío que no desfilara hombro a hombro por las calles de la Colonia Hermosa Provincia, sede de la iglesia, con el líder religioso en turno, ya fuera Aarón, Samuel o Naasón, todos de apellido Joaquín.
La suerte cambió cuando Naasón Joaquín García, la actual cabeza de la congregación, fue detenido el 3 de junio de aquel año en Estados Unidos por cargos de abuso sexual a menores y finalmente condenado el 8 de junio pasado a 16 años y 8 meses de prisión.
Tras ello, la Hermosa Provincia, sede internacional de la iglesia, pareció desaparecer del mapa político, aunque su feligresía se mantiene intacta.
De acuerdo con la página oficial de La Luz del Mundo, tienen 5 millones de fieles en 58 países, de los cuales 1.5 millones están en México, cuando, según el INEGI, en 2020 había, en todo el País, 2 millones 260 mil 476 personas que profesaban una religión diferente a la católica.
“Inocente”, dicen una letras monumentales en la entrada de la Hermosa Provincia, como gritando, y así es reconocido Nassón por sus fieles a lo largo del País.
‘¿Cómo puede ser un árbol podrido?’
Nada es, nada existe en Insurgentes 1113, en la Colonia Vallejo, al norte de la Ciudad de México, en la gigantesca torre de la Iglesia de La Luz del Mundo.
Naasón Joaquín García, visto fuera de la congregación como un depredador sexual, acusado de violación, de orgías con menores de edad, de sexo forzado con familiares políticos, felaciones y amenazas, y ya preso y sentenciado, no es “el diablo”, como le espetara una de sus víctimas durante el juicio. Aquí es, y sigue siendo, el enviado de Dios, el “Apóstol de Jesucristo”.
“Un Dios vivo”, murmura Miguel Piña, 60 años, vestido con un overol de fábrica, obrero en su trabajo y “obrero” en la misión de la Luz. Arrodillado como está entre las bancas de madera del templo capitalino -uno de cientos en el País, diseñado para 3 mil 500 personas- susurra su pedimento personal, igual que las 20 mujeres de velo de encaje y los seis hombres de pelo corto, divididos en su zona, en un murmullo teñido de llanto.
“Que tus ángeles y arcángeles acampen en contorno de él”, dice con los brazos cruzados en el respaldo de la banca, mirando el piso. “Cuídalo también, Padre Santo, protégelo de todo mal. Dale salud, dale consuelo, dicha y paz, ahí donde lo tienen encerrado”, suplica Piña, y pide repetir “amén”, “amén” para suplir cada silencio, arrodillarse y rezar.
Hay que rezar, de madrugada, día y noche, como siempre. Hoy la necesidad es que él esté libre, dice. Y hay que rezar en cada uno de los 25 templos que hay en la Ciudad de México, en los 15 mil que la iglesia presume en 58 países. A las 05:00 horas, a las 09:00, a las 18:00, de lunes a sábado. Y a las 10:00 los domingos.
“Ahora viene la parte de la Adoración”, susurra cuando en el altar de mármol blanco, debajo de un sillón donde sólo puede sentarse Naasón Joaquín, y que por eso lleva sus iniciales con una corona colgada sobre el trono, una mujer cubierta de encaje color oro inicia la alabanza. “Las gentes ignoran que Cristo te ungió / Que Dios te prospere, ¡oh, Naasón Joaquín!”, resuena el coro.
“El señor Naassón está detenido, pero no hay parte acusadora”, explica Piña sin despegar la frente de sus brazos. Del respaldo de la banca saca un libro con la foto y una biografía: Naasón Joaquín García, 53 años, nacido en Guadalajara el 7 de mayo de 1969, sucesor de su padre Samuel, el elegido a quien un día -según lo contó él mismo- Jesucristo lo envolvió en una nube y lo elevó al cielo para ungirlo como “Apóstol de Jesucristo” en la Iglesia fundada por su abuelo, Eusebio Joaquín.
Ningún dato en el libro sobre su gusto por las orgías con menores, de su detención en el aeropuerto de Los Ángeles y de sus 19 cargos, ni de su festejo de 50 años en el Palacio de Bellas Artes poco antes de su arresto, acompañado por el entonces presidente del Senado, el morenista Martí Batres. Ni ningún testimonio como el de su sobrina, identificada por seguridad como Jane Done 4 en el juicio del 8 de junio, en el Centro de Justicia Criminal angelino: “Nunca voy a olvidar que mientras masajeaba tus ‘pies santos’, vi que otra chica te hacía sexo oral”, le gritó al “Dios Vivo”, que para entonces vestía de uniforme anaranjado carcelario y miraba el piso. “Se supone que sólo debía llamarte tío cuando me violabas? Decías que te ponía cachondo. ¿Todavía te parece sexy?”.
La mujer de velo color oro lee la Segunda de Corintios, Capítulo 4, Versículo 8, en el altar de mármol del gigantesco templo estrafalario: “Estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos”.
Hay quien se acerca a la base del altar, hay quien se arrodilla, toca la pared con la frente y la luz de la mañana sigue entrando por los vitrales amarillos. Colgadas en el techo, unas alas y una corona gigantes señalan al trono que esta frente a otras alas blancas.
“Tuvo que aceptar tres cargos para detener las mentiras, pero así como Pedro estuvo en la cárcel y no necesitó de abogados, licenciados, Dios le quitó los cerrojos y lo sacó. Así Dios va a dar testimonio del señor Naasón”, dice al final de la reunión Esther Carrillo, pareja del ministro del templo más grande en la Ciudad de México. “Nadie se ha ido, usted puede venir y comprobar cuántos somos”, asegura.
Viste falda de mezclilla, suéter negro, encaje rojo sobre la cabeza. Lleva un billete de 500 pesos en una mano y un pedazo de papel donde anotará el nombre de quien lo ha donado. “El árbol por sus frutos es conocido, y los frutos somos nosotros. ¿Cómo puede ser un árbol podrido?”, insiste.
Piña se ha ido al SAT a buscar su Constancia Fiscal, pero ha dicho que volverá por la tarde. Mientras, en el patio del templo, el vigilante, Román Aguilar, mira cómo dos obreros se columpian en el aire, pintando la torre de concreto y cristal, filosa, como un diamante de 60 metros.
“Desgraciadamente el clero romano está sintiendo que se le está yendo a la gente y ordena: malinformen. Lo que escuchas en la televisión es mentira, es pura difamación, nada más puro montaje. Ahorita, digamos que la ciencia está tan avanzada, que yo estoy aquí y hacen de cuenta que yo estoy abriendo ese carro y no es cierto”, añade.
Mientras tanto, los rodillos van tapando la mugre de la torre blanca.
‘Eres el diablo’
Tras seis horas de audiencia, el 8 de junio, Naasón Joaquín, líder de la Iglesia que presume 5 millones de seguidores en todo el mundo, fue condenado por la Corte Superior de los Ángeles. Los 36 cargos originales se había reducido a 19. El FBI le encontró pornografía infantil, videos de sus encuentros con niños, y en la audiencia final, cinco mujeres rindieron testimonio de orgías, violaciones, felaciones, extorsiones.
“¿Te acuerdas cómo disfrutabas atragantarme hasta que vomitaba?”, “¿Te acuerdas cuando querías que te trajera a mi hermanita para que pudieras violarla también?”, le espetaron. “Eres el diablo”, le recriminaría su sobrina. Pero el “ungido de Dios”, vestido como presidiario, logró el arreglo de aceptar tres cargos -dos por forzar a menores de edad a que le hicieran sexo oral y otro más por actos lascivos-. La condena: 16 años y 8 meses de pena, una burla para las víctimas que pedían cadena perpetua. “Es usted un depredador sexual”, lo señaló el Juez Ronald Cohen, pero impedido por el acuerdo para aumentar la pena.
Eso y más van a decir del apóstol Naasón, ataja Sarahí Martínez, de 36 años; 28 “en la gracia del Señor”, 18 de felizmente estar casada por milagro de su líder. “A todos los apóstoles los persiguieron: a Juan lo frieron en aceite, a Pedro lo crucificaron boca abajo, a Jesucristo… “a estaba pronosticado que así sería”, dice.
Y ya se iba, a paso rápido, apretando su velo bajo su barbilla, pero se detiene a decir a un visitante que siga viniendo, que se bautice cuando lo sienta, que se meta al arca, aunque aquí nadie, asegura, es obligado.
“Dicen que el árbol va a ser sacudido y caerán los frutos podridos; se irán los que se tengan que ir”, considera sobre si han caído algunos frutos. Un día antes, recuerda, el 14 de junio, se cumplieron cuatro años de su llegada a este templo.
“La última palabra la tiene Jesús. Él es el que dirá en un año, en dos o en tres, o en 15”, responde sobre el regreso de Naasón. Y hace una pausa y repite esa frase que dijo hace una semana el Secretario de Gobernación, Adán Augusto López, para justificar las campañas de los candidatos de Morena: “Los tiempos del Señor son perfectos”. Aunque, igual que el otro, no aclaró de cuál señor hablaba.