Cada año, cuando las lluvias anegan la cuenca formada por los ríos Papaloapan y Coatzacoalcos, un pez de asombrosas características emerge a la vida y comienza una carrera a contrarreloj para garantizar la subsistencia de su especie.
Es el killis Millerichthys robustus, mejor conocido como «almirante mexicano», un pequeño pez de agua dulce que es capaz de cambiar de sexo, según lo que ha descubierto un grupo de investigadores nacionales y extranjeros.
Increíble habilidad en estrecho vínculo con su carácter de especie anual o estacional, que son aquellos que habitan exclusivamente cuerpos de agua temporales, como los que se forman con las precipitaciones.
«Estos peces van a eclosionar al inicio de la época de lluvias, y van a desarrollarse de forma extraordinaria. Es decir, crecen rapidísimo, maduran sexualmente muy temprano; hacia las tres, cuatro semanas de vida, ya se están reproduciendo», expone en entrevista el doctor en ciencias biológicas y de la salud Omar Domínguez Castañedo (Ciudad de México, 1982).
«A partir de que se reproducen, no paran de hacerlo; diario se reproducen en todo momento», remarca el investigador independiente egresado de la UAM Xochimilco, quien lleva estudiando al «almirante» -conocido en el mundo como «rivulus mexicano»- desde el 2008.
La razón detrás de esta incesante reproducción es la incertidumbre sobre en qué momento pararán las lluvias y comenzará la sequía, con la eventual evaporación del agua y, claro, la muerte de la población entera de peces.
«Sin embargo, lo que le da esta característica de pez anual es que estos peces pueden persistir en tales ambientes únicamente por sus embriones. Durante todo el periodo que se estuvieron reproduciendo, ellos van a producir embriones que permanecen enterrados en el fondo de la charca», explica Domínguez Castañedo.
«Es lo que nosotros llamamos una diapausa; básicamente están como en animación suspendida», continúa. «Ahí van a permanecer durante toda la época de sequía; tienen algunas estructuras en la parte más externa que los protegen de la deshidratación».
Al volver a caer la lluvia sobre el estanque seco, se activa el desarrollo del «almirante», que eclosiona para dar inicio a un nuevo ciclo de vida. «Esa es la parte extraordinaria de esta especie», subraya el investigador, quien actualmente realiza una estancia posdoctoral en el Departamento de Ecología y Recursos Naturales de la Facultad de Ciencias, en la UNAM.
Si tal peculiaridad llegara a parecer poca cosa, el cambio de sexo descubierto por Domínguez Castañedo y otros científicos sencillamente da cuenta de la prodigiosa capacidad de la naturaleza y la evolución para garantizar el éxito reproductivo.
GARANTIZAR LA ESPECIE
Mediante una publicación en Nature Scientific Reports, los investigadores dieron a conocer la primera evidencia de cambio de sexo en una especie de killis, precisamente en el Millerichthys robustus.
Corroboraron y demostraron el hermafroditismo secuencial protógino -transición de hembra a macho- del «almirante mexicano», detonado por los cambios en las condiciones ecológicas y sociales conforme la sequía avanza sobre el cuerpo de agua.
Domínguez Castañedo, coautor del estudio, explica que al bajar el nivel del agua, haber menos comida y menos territorio que defender, se incrementa la competencia entre los organismos. Principalmente entre las hembras en busca de un macho, que son coloridos y llevan a cabo cortejos muy vistosos, pero también son depredados por las aves.
«Eso significa que, hacia el final de la temporada, va a haber muchos menos machos que hembras. Por lo tanto, se va a incrementar la competencia entre ellas por conseguir uno», dice. «Lo que creemos es que precisamente esa competencia por conseguir un macho es lo que estaría estimulando que algunas de estas hembras cambien de sexo para poder tener un éxito biológico como macho en vez de como hembra».
Fue por el 2014 cuando por primera vez, de manera fortuita, el investigador observó indicios de esto al procesar una gónada; pero entonces no escaló a más, pues no es tan raro encontrar este tipo de anomalías en peces.
«Yo mismo he visto, por ejemplo, carpas aquí del Canal de Cuemanco que también tienen una gónada que tiene elementos de este tipo y elementos de ovario; sin embargo, eso no quiere decir que sea un animal funcional. O sea, eso no está en su carga evolutiva, sino solamente es una anomalía provocada por la contaminación ambiental».
Luego se encontraron con ejemplares que presentaban coloración tanto de hembra como de macho, lo cual confirmó que podían tener ante sí muestras del hermafroditismo. Entonces, comenzaron con varios diseños experimentales para comprobarlo.
Ya fueran grupos de puras hembras o 10 de ellas junto con un macho, lo cual no arrojó éxito alguno. Sino hasta que probaron inducir las condiciones de competencia en los organismos, lo cual consistió en ponerlos en un acuario con tres separaciones: una con un macho reproduciéndose con una hembra; la de junto con puras hembras que podían detectar al macho pero no tener acceso a él, y una más con una sola hembra aislada.
Ahí es donde finalmente observaron que, en cada unidad experimental, una hembra de las que se encontraban en grupo siempre consiguió cambiar de sexo.
«El hecho de que nosotros veamos ese cambio únicamente en el grupo donde se llevó a cabo agresión física entre las hembras, pues lo que nos indica, y que probablemente es uno de los principales hallazgos de este trabajo, es que precisamente la agresión entre hembras producida por una competencia por acceso a un macho es el inductor para que ellas puedan cambiar de sexo», subraya el biólogo.
Y si bien el hermafroditismo en peces no es algo nuevo, este resultado sí constituye el primer caso reportado en una especie como la del «almirante mexicano», destaca Domínguez Castañedo, quien ha costeado de su propia bolsa la investigación y con aportaciones de sus colegas participantes Sharon Valdez Carbajal y Tessy M. Muñoz Campos.
«Sí hay hermafroditismo como tal de este tipo bastante extendido en peces, pero es mucho menos frecuente en peces de agua dulce; es decir, el 95 por ciento de especies que pueden llevar a cabo este cambio están en el mar. Es muy raro verlo en agua dulce y en peces, por ejemplo, que tienen esta capacidad de anualismo, es decir, que viven tan poquito. Eso no está documentado».
Ahora, la incógnita que buscan resolver los investigadores involucrados en el estudio -entre quienes también figuran el francés Jean H. Huber y el checo Martin Reichard- es: ¿Por qué solamente una hembra cambió de sexo? Y, sobre todo, ¿por qué esa y no otra?
«Probablemente la hembra menos apta para poder competir por una pareja sea la que cambia de sexo para que entonces ella pueda tener un mayor éxito biológico», adelanta.
UN PLAN PARA SU CONSERVACIÓN
Endémico de Veracruz y Oaxaca, el «almirante mexicano» es una especie catalogada como en peligro de extinción, aunque no precisamente porque queden pocos y el consumo humano lo esté haciendo desaparecer.
«No, de hecho prácticamente ni lo conocen, y eso es lo que tal vez le ha ayudado muchísimo», estima Domínguez Castañedo, quien precisa que el riesgo está tanto en su limitada distribución como en su ciclo de vida asociado a un solo sitio.
«Es decir, están ahí (en la cuenca), permanecen los embriones ahí, y si por ese cuerpo de agua pasa una pala mecánica y convierte ese charco en otra cosa, pues adiós población», añade. «Pero también una realidad es que no se ha evaluado adecuadamente si en verdad está en ese peligro de extinción o no».
Y es que, sostiene el científico, no se ha llevado a cabo la necesaria labor de determinar cuántos ejemplares hay de esta especie, que durante muchos años fue buscada sin éxito alguno por parte de quienes desconocían el tema de la anualidad y su aparición en un cuerpo de agua temporal durante la época de lluvias.
En todo caso, lo que Domínguez Castañedo sí ha podido observar es la acelerada destrucción del ambiente propio del «almirante».
«Eran planicies inundables la mayoría, también pequeñas regiones de pantano, que ahora están convertidas en potrero.
«Más o menos se han podido conservar estos organismos porque a los vaqueros les sirven estos cuerpos de agua para que las vacas tomen agua», apunta. «Pero en función de que el sustrato va cambiando, y van cambiando las condiciones ecológicas del lugar, por supuesto que se va impactando todo esto».
Convencido de que lo primero para proteger una especie en peligro es conocerla, el investigador insiste en la necesidad de la evaluación integral para saber si el «almirante mexicano» realmente está en una categoría de riesgo de extinción, está amenazado o simplemente es vulnerable. Y a partir de ahí generar las estrategias para su conservación, como guardar el genoma en laboratorio o buscar la restauración ambiental o de reintroducción de algunos organismos en cuerpos de agua asociados a Áreas Naturales Protegidas.