Por Yuriria Sierra
¿Quién las mató?
Este texto comenzó a escribirse horas después de la conversación que tuve con Mario Escobar, el padre de Debanhi, ese nombre que hoy significa tanto y es tan doloroso para el país. Recién se habían dado a conocer los resultados de la segunda autopsia practicada al cuerpo de la joven tras una exhumación. En ellos se precisaba lo que las autoridades no pudieron (o quisieron) reconocer: que no fue una muerte accidental, que la joven fue asesinada. La causa de la muerte: asfixia por sofocación. Según lo informado, Debanhi pudo estar viva entre 7 y 9 días después de su desaparición, pues cuando hallaron su cuerpo, el análisis arrojó que tenía un máximo de cinco días de haber fallecido.
“Teníamos que demostrar con documentos que Debanhi no cayó accidentalmente, ahorita se va a integrar a la carpeta el peritaje de esta segunda autopsia…”, ,me dijo el señor Escobar en Imagen Noticias. En eso estábamos, en el intento de asimilar de la forma más objetiva posible cómo es que una familia entre el duelo, enojo e impotencia, hoy vive para exigir una justicia que tuvo que llegar de facto. Aunque sí en escenarios ideales pensamos, los feminicidios no deberían ser un tema de conversación ni de protestas o primeras planas. No deberían existir estos crímenes. Debanhi se identifica desde hace tres meses como el nombre que nos recuerda la impunidad, la incapacidad de las autoridades, ya no sólo para resolver un crimen, sino para siquiera darle el lugar que merece en la agenda.
Y en eso estábamos, en la lectura de una pregunta: ¿quién mató a Debanhi?, también en la configuración de muchas posibles rutas para encontrar una respuesta. En eso, cuando de pronto llegó otro nombre: Luz Raquel. Ella vivía en Zapopan, Jalisco, a más de 800 kilómetros donde Debanhi fue asesinada, Luz tenía semanas advirtiendo que recibía amenazas de parte de uno de sus vecinos. Al parecer, al sujeto le disgustaba el ruido que el pequeño hijo de Luz, que vive con autismo, hacía cuando tenía un episodio de crisis: “Te vas a morir”, “te voy a quemar viva”, fueron las pintas que hicieron en las escaleras que conducían al departamento de Luz. El sábado, cerca de su casa, le rociaron alcohol y, como había escrito, le prendieron fuego. Tras más de 60 horas en el hospital, Luz murió. Su hijo hoy está huérfano. Luz pidió ayuda, alertó en redes, grabó videos, documentó las amenazas… acudió a las autoridades, pero consideraron los hechos como un pleito vecinal. Al momento en que se escriben estas líneas, han pasado 24 horas de su muerte y es momento que Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco, se ha limitado sólo a condenar el crimen sin admitir ninguna responsabilidad: “Es de un tema de descomposición social brutal, no estamos hablando de un asunto ni siquiera de seguridad pública, no le iban a robar nada, es un acto de brutalidad y yo creo que nos obliga una reflexión a todos más allá de las normas…”. ¿Por qué no explicó el porqué de las omisiones y oídos sordos de las autoridades del estado que gobierna?
Mario Escobar, padre de Debanhi, sabe que si no confía en las autoridades, muy difícilmente sabrá quién mató a su hija; aunque éstas sean las mismas que en un primer momento aseguraron que la joven cayó por accidente en la cisterna y las que encontraron su cuerpo en un lugar en el que ya habían hecho peritajes. La familia de Luz Raquel deberá hacer lo mismo: confiar en las autoridades que no escucharon las advertencias que pudieron salvarle la vida.