Por Vianey Esquinca
Antropofagia
Este fin de semana en Morena se está llevando a cabo un banquete, en donde los integrantes de este partido podrán elegir entre acuerdos agridulces, morenistas al gusto: divorciados, aporreados, tirados; burritos, chapulines, pacto con veneno, suspiros y, por supuesto, pejelagarto.
Esto porque el 30 y 31 de julio los morenistas se van a comer vivos, pues, si lo logran, elegirán a sus congresistas estatales, miembros del Congreso Nacional y Comités Ejecutivos Estatales. De ellos dependerá la renovación de la dirigencia del partido en el poder y, por supuesto, serán quienes inclinen la balanza para elegir a los candidatos en las elecciones de 2023 y 2024.
¡Que Dios los agarre confesados!, pues desde que anunciaron las listas con los nombres de los consejeros ardió Troya y se empezaron a dar con todo. “Se les cayó el sistema” varias veces y tuvieron que bajar y subir listas con los nombres de los consejeros; personajes como René Bejarano, Alejandro Rojas Díaz Durán y Gibrán Ramírez, estos últimos cercanos a Ricardo Monreal, denunciaron exclusión.
El propio senador Monreal anunció el viernes que se bajaba del proceso interno por “respeto y solidaridad a los fundadores y a los militantes que fueron excluidos del proceso interno de Morena, o aquellos que dejaron participar, pero que está ya muy preconfigurada la resolución y el resultado de este proceso”.
Los morenistas mostrando el sello de la casa, demostrando que no se pueden poner de acuerdo. Se han presentado decenas de impugnaciones y quejas, ha habido acusaciones de fraude y de favoritismos, de mano negra y, ¡oh! sorpresa, ilegalidades. Sí, el partido que está empujando una reforma electoral, que quiere moralizar al INE y al país, es quien está reproduciendo las peores prácticas. En todo esto, Mario Delgado ha demostrado su falta de liderazgo, dándole la razón a las corrientes del partido que han pedido su renuncia. Seguramente se mordió la lengua cuando declaró: “cualquier intento de división, es traición”, porque él ha sido el detonador de esa división.
Pero lo que está sucediendo este fin de semana con Morena es sólo la continuación de lo que se ha venido presentando en las últimas semanas y es la inconformidad que algunas corcholatas han mostrado por la evidente falta de piso parejo, aunque el Presidente lo niegue.
En días pasados, la senadora Malú Mícher, que dirige el reciente equipo de campaña formado por el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, señaló que veían con gran preocupación, “que se han desplegado acciones de promoción personal que implican el uso de recursos materiales y humanos que no solamente atentan contra la equidad del proceso, sino que llegan a ser potenciales ilegalidades”. Declaración secundada por Monreal.
No es para menos, en Morena se puede encontrar lo mismo a morenistas puros, que fundaron el partido y no habían pertenecido a ningún instituto político, que a tránsfugas que, en cuanto vieron el hundirse barco, huyeron del partido al que pertenecían. Están los que siempre han militado en la izquierda mezclados con los conversos, los que han sido acusados de corrupción y los que criticaron esas prácticas. Todos unidos por un pegamento llamado Andrés Manuel López Obrador.
Pero cuando la perra es brava, hasta a los de casa muerde, ni siquiera la sombra presencial ha sido suficiente para que los morenistas se pongan de acuerdo y logren transitar la renovación de su estructura. Esto es sólo una muestra de lo que va a suceder con la elección de candidatos porque lo dicho, el peor enemigo de Morena no es la oposición, es Morena.
