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Cuba, entre apagones y beisbol

Cuba, entre apagones y beisbol

Dos rayos aguijonearon en Cuba. Maldita la hora. Par de estruendos que alumbraron momentáneamente la oscuridad que parece eterna. Desde mayo regresaron los apagones a la isla como hace 30 años cuando vino aquel ramalazo, duro y seco, que puso por delante a los cubanos sus extremas limitaciones en el denominado periodo especial.

Los rayos de ahora impactaron el primero en mayo en la central termoeléctrica «Antonio Guiteras» para dar pretexto de que la escasez de energía y los intermitentes apagones en distintas provincias del país ocurrían por esa maldición del cielo. Aunque no hubo de otra para que el gobierno cubano admitiera los problemas de mantenimiento y la carencia de repuestos que harían más fastidiosa la reparación del daño.

Pero a principios de agosto, los relámpagos fueron implacables. Un rayo hizo arder uno de los supertanques de almacenamiento de combustible en Matanzas y desató una conflagración que puso en vilo a Cuba.

Los apagones ya estaban, ya molestaban, ya generaban gritería que se colaba por el Whatsapp o se subía a las redes sociales desde mayo. Pero el incendio en la central de almacenamiento de Matanzas hizo recordar lo peor, el periodo especial de los noventa.

Entonces por la caída de la Unión Soviética, Cuba padeció la insuficiencia del combustible que alimentaba las necesidades energéticas (1990-1994). La importación de crudo pactado con los soviéticos cayó en un 90 por ciento y obligó a todo un cambio de esquema de organización económica de la isla y de la vida diaria de los cubanos.

La crisis económica y social provocó un éxodo de cubanos a Estados Unidos de todos los estratos y profesiones. No eran solamente los disidentes; huyeron técnicos y científicos comprometidos con la Revolución cubana y deportistas. Entre ellos los beisbolistas afamados que daban la vida por la franela cubana en las competiciones internacionales donde eran imbatibles.

«La llegada de los años duros de la década de 1990, cuando faltó de todo y el país prácticamente se paralizó, cambió de manera muy profunda a la sociedad cubana, para bien y para mal, y, con la sociedad, se alteró una de las expresiones fundamentales que la han acompañado por décadas: el beisbol. En los últimos años, por motivos económicos, se produjo una indetenible sangría de jugadores cubanos de todos los niveles y edades que salen del país por los más diversos caminos, buscando un destino y un contrato en el beisbol profesional mejor si es en el norteamericano», escribió el insigne Leonardo Padura en un libro testimonial e íntimo «Agua por todas partes».

Los apagones de entonces remontan literalmente a la época más oscura del régimen revolucionario. Solo que ahora no están los mastodontes políticos de antes al frente del gobierno. Y a la crisis se le deja ver algo más que la agresión externa. Que un rayo parta a la isla es por algo. Y los beisbolistas cubanos triunfan y triunfan en el exterior porque su liga no les da lo de antes. Apagones en todas las provincias de la isla y beisbolistas cubanos en fuga. Un mal presagio.

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Mulatito, de 7 años de edad, con un casco rojo que le embona perfecto, el bat al hombro, Leoni Venego posa en una azotea de La Habana para la lente de Alexandre Meneghini, un fotógrafo de la agencia Reuters que publicó su portafolio en The Guardian el pasado viernes 5 de agosto.

Bajo el título «Soñando con las grandes ligas: jóvenes beisbolistas cubanos en imágenes», el fotorreportaje documenta el fervor infantil y juvenil por el deporte nacional por excelencia que se practica en baldíos y jardines descuidados y describe en lacónicos pies de foto los sueños y las ansias. «Quiero llegar a las Grandes Ligas y ser como Yuli Gurriel», declara el niño Venego, en alusión al estelar segunda base cubano de los Astros de Houston, que antaño fue estrella del seleccionado nacional de Cuba y que emigró a Estados Unidos para triunfar en la gran carpa.

Yulieski Gourriel, hijo de otro gran beisbolista, Lourdes Gurriel, abandonó en febrero de 2016 al equipo cubano que participaba en la Serie del Caribe en República Dominicana para refugiarse momentáneamente en Haití y brincar de ahí a Miami porque le esperaba un contrato de 56 millones de dólares con los Astros.

Leoni Venego no sueña con la escala de la selección nacional cubana o acaso jugar para Los Industriales de La Habana, el ícono beisbolero del país, sino brincar directo a Estados Unidos.

Dentro de las 15 postales del fotorreportaje, en una de ellas donde otro niño hace un swing, el pie de foto se sale de cuadro: «La economía de Cuba se contrajo un 11 por ciento en 2020 y desde entonces solo ha aumentado lentamente. El país ha sido azotado por la pandemia y estrangulado aún más por el embargo de la era de la guerra fría de los Estados Unidos. Las largas filas para obtener alimentos, medicinas y combustible son la norma, lo que ha provocado un éxodo casi sin precedentes de más de 157 mil cubanos a Estados Unidos desde octubre del año pasado, según la Agencia de protección de fronteras y aduanas de Estados Unidos».

El retrato es monumental como demoledor.

«En los últimos seis años también se ha triplicado el número de beisbolistas que han salido del país en comparación con la década entre 2000 y 2010», dice Francis Romero, experto en beisbol cubano y escritor, en otro pie de fotografía del periodista Meneghini, nacido en Brasil en 1974.

Un país que fue campeón en tres olimpiadas y en otras dos ganó la plata entre 1992 y 2008 no clasificó para los Juegos Olímpicos de Tokio de 2021. Fue eliminado en los juegos de clasificación. No llegar a Japón era una evidente muestra del decaimiento.

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Cuba tiene el mejor clima y las peores tormentas. Como nunca había tenido vientos favorables en el continente americano. Siete de los gobiernos de los 10 países más poblados de América Latina son de izquierda; una izquierda diversa que si bien no todos son plenamente fieles al gobierno de Cuba, sus gobernantes cantaron las mismas canciones épicas y románticas y se formaron bajo la gesta liderada por Fidel Castro en 1959. Los más son simpatizantes, los menos no son hostiles. Cuba tiene apoyo o al menos tolerancia que por décadas no había sentido.

Pero ese refresco le impacta en uno de sus peores momentos, con los humores sociales afectados, las instituciones desgastadas, el deterioro de su autoridad política máxima y desvencijamiento de sus estructuras de gobierno.

El impacto del incendio en la base de supertanqueros de Matanzas, la principal terminal de almacenamiento de combustible en el país y la última tragedia en una sucesión de calamidades en la isla, tiene un inequívoco impacto en sus relaciones con México. Hay tanta ayuda gubernamental mexicana como incertidumbre. El incendio simboliza la crisis en la isla y coloca, literalmente, la mano mexicana en el clavo ardiente caribeño. La tragedia de Matanzas no es una exageración, marcará un antes y después en las relaciones binacionales y en el futuro de la isla.

Controlado y apagado ese incendio, tendrá una secuela profunda en lo económico, lo ambiental y lo social. Y desde luego en lo político. Se trata de la única base de supertanqueros y del mayor depósito de combustibles en Cuba, con oleoducto para dos importantes termoeléctricas. Las plantas termoeléctricas generan el 70 por ciento de la electricidad del país.

Puede ser que el rayo fulminante que impactó en uno de los tanques haya excedido la capacidad de los sistemas de pararrayos. El debate ahora es si había un plan para la contingencia, sobre todo a partir del incidente de mayo cuando otra ráfaga averió la termoeléctrica «Antonio Guiteras», ubicada a unos 10 kilómetros de los almacenes hoy siniestrados.

Lo que se cierne ahora en el país es que la ineficiencia, el descuido, la abulia empieza a comerse todo. En otras épocas aquel incidente de «Guiteras» hubiera obligado a una revisión a detalle de las condiciones de seguridad industrial en la zona. Al menos de los sistemas de pararrayos. Ahora no fue.

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El beisbol es símbolo, signo, termómetro y circunstancia. Cuando el beisbol cubano anda en crisis es simplemente reflejo de las penurias nacionales.

En 2015 el cisma ocurrió con la salida de Lázaro Vargas, un mítico primera base de la selección cubana, campeón de todos los torneos posibles, después manager y gurú.

Lázaro Vargas jugó 22 temporadas para los Industriales de La Habana y fue permanente en la selección nacional. Jugó mil 836 partidos. Entre 1983 y 1986 fue líder en imparables y en una década completa, entre 1985 y 1995, implantó récord de más juegos consecutivos bateando de hit (31). Conectó en su prolífica trayectoria 108 homeruns, anotó mil 109 carreras e impulsó mil 64. Su promedio de bateo fue de .317.

Su hijo Miguel, a los 15 años, era una saeta. Triunfaba en las selecciones infantiles. Y Lázaro, quien había rechazado diferentes ofertas millonarias de las Grandes Ligas, dobló por su vástago. Y se fue a Miami, a los 50 años con sus laureles guardados pero con la esperanza de que su hijo se abriera paso como pelotero triunfador en la carpa estadounidense, justamente de lo que él se privó.

Cuando ganó la olimpiada de Barcelona en 1992 a Lázaro Vargas le ofrecieron 8.5 millones de dólares solo por firmar su salida. Pero era un admirador de Fidel Castro a quien veía como un padre. No flaqueó.

El 3 de agosto pasado, días antes del fotorreportaje de The Guardian y de la explosión de Matanzas, los cubanos, sobre todo los habaneros, estaban muy pendientes del debut que tendría con los Dodgers de Los Ángeles, Miguel Vargas, el hijo de Lázaro. Un muchacho con un arete colgante en su oreja izquierda, piocha y ligereza de juego. Bateó, corrió, anotó. Su primer turno al bate en Grandes Ligas fue un doblete productor. Se convirtió, como de rayo, en la esperanza angelina, en el mejor prospecto de un equipo que aspira seriamente al gallardete.

Miguel Vargas tomó los atajos que quiere Leoni Venego. Claro, su padre Lázaro abre puertas de un dogout con un soplido y lo ha impulsado con tesón.

«La mística capaz de permitir por tres décadas que los jugadores cubanos optaran por la ‘pelota libre’ antes que por la ‘pelota esclava’, que preservó un alto nivel competitivo en los campeonatos nacionales y una fama de imbatibilidad en los torneos internacionales, ya no existe. El pragmatismo económico se ha impuesto a la cercanía y la propaganda, y así centenares de peloteros han dejado la isla en busca de su realización deportiva y mercantil», apunta Padura.

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La rápida lectura gubernamental mexicana ante la tragedia de Matanzas, derivada sobre todo de la afinidad con el gobierno de Miguel Díaz Canel, impulsó el envío de dos barcos, 14 aviones, bomberos, pertrechos, espuma antiincendio y víveres en una reacción agradecida más allá de las autoridades isleñas. La asistencia contrastó con la tibieza estadounidense. De nuevo AMLO reta a Biden y reafirma su liderazgo regional.

Venezuela hizo lo propio en asistencia aunque paulatinamente había declinado en su ayuda de combustible que sostenía a la isla. Las termoeléctricas cubanas requiere del combustible importado para completar el consumo y refinar. Y ésa será la apuesta futura. ¿Quién dará combustible?

El problema es que en Cuba el malestar se expande y no en el sentido de los augurios de quienes en el primer video de protestas enviado por Whatsapp suponen la caída del régimen cubano. No. La acumulación es diferente y sedimenta de una manera distinta a lo conocido.

Tras la muerte de Fidel (noviembre de 2016) y sobre todo el retiro de Raúl Castro (abril de 2021), lo que crece en el ambiente popular es el mal karma de Miguel Díaz Canel, el sucesor. A él le brotó hace un año la protesta del 11 de julio derivada de la represión a artistas que se manifestaron meses antes en medio de la pandemia. Le estalló la crisis sanitaria provocada por la pandemia de Covid y por el paulatino deterioro del otrora símbolo del éxito revolucionario, la atención de la salud pública.

En mayo pasado, el rayo que partió a la termoeléctrica «Guiteras» y una explosión de gas que derrumbó al Hotel Saratoga (que luego de dos años cerrado por pandemia nadie tuvo la precaución de revisar los conductos de gas licuado antes de cargar los tanques de abastecimiento) alimentaron la idea del mal fario que perseguía al nuevo gobernante.

El Covid agudizó las penurias. La moneda cubana valía 100 pesos por dólar en el mercado negro. Apenas hace un mes el gobierno decidió equiparar el cambio oficial al cambio del mercado callejero. Ahora el peso cubano se cotiza a 120 por dólar para tratar de captar las divisas que entran por envíos de exiliados a sus familiares. El problema es que la cotización del mercado negro ya ronda en los 150 pesos por dólar. Vender divisas en la calle es el negocio de muchas familias.

Pero la estrechez económica que ahoga se encuentra con los apagones que ocurrían antes del accidente de Matanzas.

Sin almacenamiento de combustible, con el daño monumental para su reparación, con la termoeléctrica «Guiteras» dañada, los apagones serán prácticamente permanentes. Las plantas termoeléctricas son anticuadas; falta combustible y los mantenimientos programados son cotidianos. En julio hubo apagones en 29 de los 31 días, según datos oficiales. El crudo cubano que es de abastecimiento básico tiene alto contenido de azufre y ha dañado las instalaciones. El combustible importado decae.

La demanda de electricidad en Cuba ahora es mayor. En la medida en que un sector de autoempleo generó ganancias, adquirió nuevos enseres y también que gracias a las remesas e importaciones de cubanos en el exterior en hogares de la isla crecieron los aparatos electrodomésticos, los ventiladores e incluso aires acondicionados.

No hay día que la autoridad no reporte fallas en sus centrales termoeléctricas. La página de Facebook oficial tiene colgados innumerables reclamos de usuarios que piden no ser engañados con esos reportes. No hay luz y punto

Tampoco combustible para uso diario. No hay gasolina ni diesel para autos y camiones. Conseguir tanques de gas puede demorar hasta días haciendo cola. La cocina familiar y los paladares (los restaurantes caseros) pierden.

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«Duele mucho perder el orgullo, no tener un buen sueño», refiere Padura en «Agua por todas partes» a propósito de la pasión beisbolera que declina y del daño a la liga nacional. Los sueños infantiles se cruzan con la crisis económica y social.

Los apagones, la carencia de combustible, las dificultades económicas han acicateado el descontento. Pero el sistema de salud también ya fue tocado. La pandemia lo dejó maltrecho y ahora pega en otros males.

Basta ver que, como nunca en los últimos 60 años, en Cuba recurren problemas de salud aparentemente olvidados. La epidemia de dengue es fatal. Los cubanos piden a gritos gelatinas y suero para aliviar los daños producidos por el dengue. La grenetina es hoy oro molido para los cubanos.

La migración será mayor siendo el paso por México el tramo obligado que acrecentará ése como el problema central de la relación binacional. Crecerá a la vez la dimensión de la ayuda material mexicana para los cubanos.

El gobierno mexicano parece no haber entendido la profundidad de ese drama. Baste ver que no se han emprendido las medidas básicas para que opere el consulado mexicano en La Habana. Es una auténtica bomba de tiempo ante la creciente demanda y agolpamientos en las instalaciones mexicanas en la capital isleña.

El gobierno isleño no da tregua. No hay energía, no hay pertrechos económicos, y a esa asfixia le montan la represión política y social. El gobierno mexicano hace bien en ayudar a respirar a los cubanos. Pero no debe hacerlo nomás de un lado. La asfixia política será peor y su consecuencia puede ser fatal. No debe consentirla. Pesará más una crisis social y política en Cuba sin comprensión mexicana de sus orígenes y profundidades. Ayudar a Cuba es necesario, pero en todo, también en el respiro político.

El camino andado desconcierta. Después de las protestas sociales en Cuba del 11 de julio (11J) de 2021, el gobierno mexicano respondió con un gesto inusual y desproporcionado. Puso en bandeja al gobierno de Díaz Canel el foro del Zócalo repleto de militares el 16 de septiembre. Al 11J le vino el 16S.

La figura de AMLO para los cubanos es enorme. Lo ven como a un político valiente capaz de plantársele al gobierno de Estados Unidos. En los niveles gubernamentales es idolatría. En los segmentos populares es agradecimiento. Pocos gobernantes tendrían la autoridad para empujar y abrir ventanas en Cuba. La ayuda a los cubanos debe ser integral. Debe facilitar la construcción de canales de reconciliación entre familias, estimular el respeto a las voces diferentes, proponer en Estados Unidos una política distinta ajena a la hostilidad y al bloqueo y voltear decididamente a la defensa de libertades y derechos humanos sustanciales. Cegarse, ver un solo lado, puede provocar que el conflicto también estalle en las manos de los mexicanos.

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