El 16 de agosto de 1519, Hernán Cortés partio rumbo a la capital del imperio azteca, Tenochtitlan. Conoce la historia de este acontecimiento.
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Mensajeros del emperador mexica Moctezuma habían llegado en repetidas ocasiones a la actual Veracruz con un mensaje: el tlatoani quería conocer al recién llegado de tierras lejanas. Este recién desembarcado desde la lejana España era Hernán Cortés.
Cortés tenía 34 años y llevaba seis meses en aquellas tierras luego de haber llegado a las Indias en 1504. Primero llegó a La Española (Santo Domingo). En 1511 salió hacia Cuba en calidad de secretario de Diego Velázquez de Cuéllar, nombrado gobernador de la isla. Velázquez lo nombró alcalde de la recién fundada Santiago.
La relación entre ambos era tensa. Cortes quería salir de la isla y explorar tierra firme. Al final Velázquez cedió y le encargó que explorara la Península de Yucatán con una única condición: no fundar de forma permanente colonia alguna.
Cortés zarpó hacia Yucatán el 10 de febrero de 1519 en 11 barcos con alrededor de 900 hombres (de ellos unos 200 indios y negros), una veintena de caballos, 10 cañones y un reducido grupo de arcabuces y armas menores.
Fue el inicio de una larga serie de campañas, matanzas y enfrentamientos con nativos. Es claro que Cortés llegó sin la intención de obedecer a Velázquez, que se mostraba furioso con la actitud de insubordinación de su paisano. Esta misión culminaría con la fundación, como ya vimos, de la Villa Rica de la Vera Cruz.
La partida hacia la gran Tenochtitlan
Fue el 16 de agosto de 1519 cuando Hernán Cortés de Monroy, en compañía de Pizarro Altamirano, partió de Villa Rica de la Vera Cruz (la actual Veracruz), enclave que había fundado en abril de ese año, para marchar hacia Tenochtitlan, capital del imperio azteca-mexica.
Esa fecha marcó el inicio de todo lo que pasó después. El futuro conquistador comenzó otra serie de enfrentamientos con diversos grupos indígenas a los que iba abatiendo o sumando a su causa. Todo ello mientras avanzaba hacia una ciudad que lo sorprendería al instante.
Con ayuda de los totonacos de Cempoala, Cortés eligió la ruta que le aseguraría aliados para enfrentar a los mexicas: Tlaxcala-Cholula-México. Bernal Díaz del Castillo en Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España escribió:
“Después de bien considerada la partida para México, tomamos consejo sobre el camino que habíamos de llevar, y fue acordado por los principales de Cempoal que el más conveniente camino era por la provincia de Tlaxcala porque eran morales enemigos de mexicanos”.
El autor inglés del libro La conquista de México, Hugh Thomas, detalla que antes de partir, Cortés pronunció la siguiente frase: “Vencer o ganar la tierra, o morir”.
Cuando los españoles y sus acompañantes pasaron por Puerto de la Leña y descendieron por un valle que Cortés llamó Caltanmí cercano a Xocotla o Zautla, se encontraron con un cacique de nombre Olínetl.
“Él les hizo la primera descripción de la magnificencia de México, de su asiento sobre las aguas, sus casas con azoteas, sus tres calzadas con aberturas, sus defensas y sus grandes riquezas en oro, plata y chalchihuis”, escribió José Luis Martínez, autor de la biografía Hernán Cortés.
Hernán Cortes logró imponerse al pueblo tlaxcalteca e incorporar a sus tropas a miles de guerreros de este grupo que estaba en conflicto permanente con los mexicas. Para los españoles suponía una gran ventaja las divisiones entre los distintos pueblos nativos. Especialmente el odio existente entre muchas poblaciones contra los aztecas y su política de imperialismo fue algo que los españoles aprovecharon a su favor.
Llegada a Tenochtitlan
Finalmente, Cortés y sus hombres llegaron a la gran Tenochtitlan el 8 de noviembre de 1519. A partir de ese momento comenzó la última parte de esta historia en la que los mexicas fueron cayendo poco a poco frente al asedio español.
A finales de abril de 1521 comenzó el asedio final a la capital mexicana. En la lucha se impuso la superioridad técnica europea, pero sobre, un arma letal: las enfermedades llegadas del Viejo Mundo, sobre todo la viruela.
La caída de Tenochtitlan, el 13 de agosto de 1521, arrojó un saldo terriblemente desigual en pérdidas humanas: murieron cien españoles por cien mil aztecas.