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Sin ciencia básica adiós a penicilina, vacunas…

Sin ciencia básica adiós a penicilina, vacunas…

Al regresar de unas vacaciones, según cuenta la historia, el médico británico Alexander Fleming (1881 – 1955) se encontró con que una de las placas de Petri donde cultivaba colonias bacterianas estaba contaminada por un moho verde.

Donde éste proliferó, curiosamente, no se habían desarrollado las colonias de Staphylococcus aureus. Entonces, surgió una interrogante: ¿Qué tiene ese moho que hace que las bacterias no crezcan?

«Esa pregunta tan simple, que lo llevó a hacer experimentos y muchas otras experiencias en el laboratorio, lo guió a descubrir una molécula particular que producían esos hongos: la penicilina«, resalta el químico, biotecnólogo y doctor en ciencias bioquímicas Enrique Rudiño.

Para el investigador del Instituto de Biotecnología (Ibt) de la UNAM, la anécdota de este moho -el Penicillium notatum– y la curiosidad de Fleming por descifrarlo, dando inicio con ello a la era de los antibióticos y a una mayor esperanza de vida, ilustra perfectamente lo que es la ciencia básica.

«Ahí vemos un ejemplo de cómo la curiosidad de observar un fenómeno biológico y tratar de entender por qué ocurre nos puede llevar a un cambio tan trascendente como es el descubrimiento de los antibióticos«, remarca el científico.

«La ciencia básica tiene como objetivo entender, comprender y predecir por qué funcionan las cosas, el porqué de las cosas, sin importarnos si va a tener o no una aplicación inmediata», añade Rudiño. «Es incrementar los límites o la profundidad de lo que se conoce sólo por el placer de hacerlo».

A decir de la doctora en ciencias de sistemas sociales Judith Zubieta, la generalizada división entre ciencia básica y aplicada, con el fin de referirse a la investigación teórica que no necesariamente tiene aplicaciones en el futuro inmediato, en realidad resulta bastante artificial.

«La ciencia básica nos permite, primero, plantearnos preguntas que tienen que ver con la vida, incluso desde las ciencias sociales; pero también preguntas que no necesariamente sus respuestas nos van a permitir desarrollar nuevos adelantos o nuevos aparatos, hablando de tecnología, nuevos dispositivos o nuevas herramientas.

«Generamos un conocimiento que puede ser que más adelante tenga una aplicación», continúa la académica del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM. «Mucha de la investigación que no se ve y que pueden pasar muchos siglos antes de que tenga una aplicación práctica, esa es a lo que se le llama ciencia básica«.

En el caso de Fleming, no fue una cuestión de siglos, pero sí tuvo que pasar poco más de una década para que se pudiera aislar la penicilina, en 1939, y todavía correrían unos años más antes de su amplia implementación clínica.

De ahí que para no pocas personas resulte difícil comprender la utilidad de apoyar, a través de cantidades considerables de recursos, aquello que se realiza por puro placer y curiosidad, siendo imposible saber cuándo, de qué manera o si retribuirá a una sociedad aquejada por toda clase de problemas urgentes.

Posición que Zubieta, vicepresidenta de la Sociedad Matemática Mexicana en dos ocasiones, rebate diciendo: «Bueno, si no tuviéramos ciencia básica, no tendríamos vacunas, por ejemplo; si no entendiéramos cómo se reproducen los virus, como se multiplican, como atacan a un organismo».

«Puede ser que no se presente en mucho tiempo una pandemia, pero el día que pase, si tenemos ese tipo de mecanismos ya entendidos, ya identificados, pues es mucho más fácil poder hacer modelos que nos permitan cuantificar el impacto que puede tener en una determinada comunidad la llegada de un bicho, de un virus, de un plasma, de una bacteria, como las que estamos viviendo hoy en día».

Y si bien para los investigadores el valor de la ciencia básica no está en entredicho, suelen estar siempre a merced de lo que considere relevante y prioritario la clase política gobernante, sector en estrecha relación con el impulso al quehacer científico.

«Si en la política se considera que lo importante es resolver problemas inmediatos, se le va a quitar fuerza a la ciencia pura. Y al contrario, si de repente resulta que eso es muy trascendente, le van a quitar peso a la investigación aplicada», expone Rudiño, cuya labor de ciencia básica actualmente busca comprender cómo hacen los microorganismos extremófilos para vivir en ambientes con radiación ionizante, como en volcanes submarinos.

«Desde mi punto de vista, los dos son errores garrafales, porque las dos (ciencia básica y aplicada) se nutren», agrega el científico.

Ponen en duda afirmaciones de Conacyt sobre apoyo a ciencia básica

Desde la llegada de la actual Administración, la ciencia básica en México se ha mantenido tambaleante en una discrepancia entre el discurso y los hechos.

Y es que aunque por un lado la directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), María Elena Álvarez-Buylla, ha aprovechado cada ocasión posible para asegurar que hay un sumo apoyo a este tipo de investigación, por otra parte la propia comunidad científica y académica reclama que no ha sido así.

«No, absolutamente no. De hecho, es innegable que en el discurso pareciera que el eje está en la ciencia básica o en la ciencia -como se le llama en el Conacyt actual- de frontera, pero en la práctica desaparecieron los apoyos para esto», expresa Enrique Rudiño, del Ibt.

«Las convocatorias que apliquen para ciencia básica o de frontera se pueden contar con los dedos de la mano», prosigue. «Pero lo peor de eso es que son de montos muy, muy comprometidos».

Lo cierto es que, pese a esto que se padece desde los laboratorios, centros e instituciones de investigación, Álvarez-Buylla no ha dejado de sostener desde el inicio de su gestión no sólo que el apoyo a la ciencia básica es uno de los ejes del -así acuñado por ella- «Conacyt de la 4T«, sino que «nunca se ha invertido en ciencia básica tanto como en esta Administración».

Aseveración desmentida por la científica Brenda Valderrama, ex presidenta de la Academia de Ciencias de Morelos, quien contrastó el máximo de mil 892 millones de pesos ejercidos a través de tres convocatorias concretadas entre 2018 y 2022 con lo destinado en el mismo periodo inicial durante las administraciones pasadas.

Haciendo tal comparación, resulta que ahora es cuando menos se ha invertido en ciencia básica, pues en los Gobiernos de Vicente Fox y de Felipe Calderón se destinaron 2 mil 96 millones de pesos y 3 mil 781 millones de pesos, respectivamente; mientras que en el de Enrique Peña Nieto, 3 mil 877 millones, de acuerdo con datos del fondo para Ciencia Básica asentado en el fideicomiso SEP-Conacyt, y sin tomar en cuenta la inflación.

«No, de ninguna manera (se ha apoyado más a la ciencia básica). Claro que no. Los números son clarisísimos: han sacado tres convocatorias con muchos menos recursos de los que teníamos antes, muchos menos recursos», critica Judith Zubieta, del IIS.

Aunado a esto, la directora de Conacyt ha dicho en reiteradas ocasiones, como en su reciente comparecencia ante legisladores o en su participación en la conferencia matutina del Presidente Andrés Manuel López Obrador, que «en 2017 y 2018 se dio cero pesos para ciencia básica«.

«Como investigadores, yo incluida, sufrimos esta carencia total de apoyo del Gobierno de México al final del sexenio pasado para realizar proyectos de investigación», sostuvo Álvarez-Buylla desde Palacio Nacional el pasado 9 de agosto.

Sin embargo, en un comunicado con fecha del 4 de marzo de 2019 titulado «Se refrenda el apoyo a la Ciencia Pública, programas de becas, Ciencia Básica y Cátedras Conacyt», su dependencia reconocía que «en las Convocatorias de Ciencia Básica 2017 y 2018 se destinaron 422 millones 635 mil 531 de pesos para ambos años».

Observan entrega discrecional de recursos

La única forma en la que el biotecnólogo Enrique Rudiño dice otorgar el beneficio de la duda a la directora de Conacyt sobre el supuesto máximo apoyo a la ciencia básica es a partir de lo que se destina a los Programas Nacionales Estratégicos (Pronaces), lo cual no está libre de problemas.

«Estos no tienen una convocatoria pública, se organizan a partir de las opiniones en altos mandos del Conacyt para decir quién y cómo (recibe financiamiento). Y me consta que se otorgan de manera discrecional, sin demasiados rollos administrativos, a las personas que están haciendo desarrollo dentro de estos Pronaces.

«Lo que está ocurriendo es que un pequeño, muy, muy pequeño grupo de investigadores son los que están recibiendo el financiamiento; mientras que el grueso está en etapa de mantenimiento y supervivencia. Y eso creo que es un error garrafal que lo vamos a pagar cuando esta Administración termine», opina el investigador del Ibt.

Para la investigadora Judith Zubieta, es claro el riesgo de una falta de grandes inversiones en investigación, desarrollo e innovación, como sí hacen «las naciones que están teniendo el poder y el control prácticamente de todo. Esas son las que están tocando la música que nosotros tenemos que bailar».

«Si México sigue importando tecnología, siendo absolutamente dependiente en las cosas que van determinando parte del bienestar, parte de las mejores condiciones de vida de la población, pues por más que se regalen limosnas -como muchos de los programas sociales que tiene este Gobierno hoy en día- realmente no se va a dar ese salto cuántico que tenemos que dar», lamenta.

«Me temo que el resultado va a ser el desaliento de las nuevas generaciones, la exportación cada vez más grande de estos nuevos doctores que no encuentran un inserto para poder llevar a cabo investigaciones que podrían cambiar la forma en la que vemos el mundo actual, y que terminen yendo a engrosar las filas de mexicanos que realizan ciencia en países del primer mundo», agrega Rudiño.

«A veces creo que la política general es dejar que la plantita se muera por sí sola, y eso sería uno de los mayores errores que como País pudiéramos cometer».

Claves para un apoyo genuino a la ciencia

Mayor presupuesto -que se cumpla el 1 por ciento del PIB, como mandata la ley actual-, flexibilidad en su ejercicio y que las decisiones en materia de ciencia y tecnología «se definan en consulta con las comunidades, y no en el escritorio de la doctora Álvarez-Buylla«, enlista Judith Zubieta como formas de apoyar realmente a la ciencia básica.

«No podemos hablar de apoyo a la ciencia básica si no dejamos de politizar; la ciencia tiene que ser completamente vacunada de las opiniones políticas del Gobierno en turno. No puedes leer una convocatoria y que los primeros tres párrafos hablen de ideología, Cuando eso cambie, yo creo que las cosas van a empezar a cambiar en el País», considera, por su parte, Enrique Rudiño.

A opinión suya, también se necesita pensar en un sistema de transferencia tecnológica que genere otros actores que reinviertan en ciencia; «y esos otros actores tienen que estar en la iniciativa privada, no podemos dejarle la carga de expandir los conocimientos científicos sólo al Gobierno«.

Y, sobre todo, apoyar el crecimiento y la generación de lugares de trabajo para los nuevos profesionales de la ciencia y la tecnología.

«A mí que me ha encantado andar fomentando las vocaciones científicas entre jóvenes, con qué argumentos le puedo decir a uno: ‘Métete a un posgrado, haz un doctorado; mira que es padrísima la vida académica porque haces lo que quieres, respondes las preguntas que tú mismo vas formulando, vas rompiendo tabúes, vas abriendo brecha'», apunta Zubieta.

«¿Con qué argumentos puede uno fomentar esas vocaciones si no hay futuro? No hay inversión, no hay estímulos, no hay plazas; no sé ve claro dónde van a trabajar, porque no se han creado nuevas instituciones», reprocha. «Estamos fomentando una fuga de cerebros antes siquiera de que se hubieran dado cuenta de que tenían el talento y las posibilidades de dedicarse a la ciencia y tecnología. Eso es lo que está propiciando este Gobierno».

Presupuesto de la actual Administración, el más bajo

Comparado con otras Administraciones, el actual Conacyt ha sido el que menos apoyo ha dado a la ciencia básica.

-En el periodo 2018-2022 se concretaron tres convocatorias en las vertientes de:
1. Investigación básica (2019)
2. Infraestructura de uso común (2021)
3. Paradigmas de la investigación (2022)
Entre las tres convocatorias se ejercieron un máximo de 1,892 millones de pesos.

-En contraste, la inversión en el mismo periodo inicial de las tres Administraciones anteriores fue mayor:
-Vicente Fox
2 mil 096 millones de pesos

-Felipe Calderón
3 mil 781 millones de pesos

-Enrique Peña Nieto
3 mil 877 millones de pesos

FUENTE: La verdad ante todo, de Brenda Valderrama.

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