Carl Tanzler se obsesionó con una paciente y no pudo superar su muerte. En su intento por devolverle la vida, conservó su cadáver durante siete años.
Muy Interesante
En 1933, el radiólogo Carl Tanzler robó el cuerpo de Elena, su paciente, y se lo llevó a casa. Durante siete años vivió con el cadáver, lo llenó de joyas, perfumes y regalos. Así surgió uno de los casos de necrofilia más aterradores del siglo XX.
Tanzler, de origen alemán, emigró a Zephyrhills, Florida, con toda su familia después de la Primera Guerra Mundial, en 1926. Años después, él se mudó solo a Cayo Hueso, donde consiguió un trabajo de radiólogo en el US Marine Hospital.
Fue en ese hospital, cuando en abril de 1930, vio entrar a la mujer de sus sueños, al menos eso era lo que él creía. María Elena Milagro de Hoyos, de 21 años, era una joven de origen cubano enferma de tuberculosis, quien acudió con su familia al hospital en busca de ser curada de la letal enfermedad.
La mujer de sus sueños
El radiólogo era un hombre excéntrico que aseguraba ser inventor y tener visiones. Una de estas se la atribuía a una tía, la condesa Anna Constantia von Cosel, quien supuestamente le había revelado al amor de su vida: una mujer exótica de pelo negro.
A sus 53 años, Carl Tanzler se convenció de que Elena era la mujer que le había sido revelada; ahí inició la obsesión enfermiza por la joven. Sin ser médico, y cuando las esperanzas se habían terminado para ella, intentó curarla sin éxito.
La familia de la joven creyó en él y le permitió usar tratamientos experimentales que fueron desde rayos x, jarabes y tónicos, hasta descargas con una bobina Tesla. Los supuestos tratamientos también le permitieron acercarse a ella para confesarle su amor.
Irremediablemente, la familia vio morir a su hija menor de tuberculosis el 25 de octubre de 1931. Todos los esfuerzos por curarla fueron en vano.
Un cadáver robado
Tanzler tomó el control de la situación tras lo sucedido, pagó el funeral de ‘la mujer de sus sueños’,y le construyó un mausoleo en el cementerio Key West. El hombre era el único que conservaba la llave del sitio y durante dos años visitó a Elena cada día en su tumba.
Una noche le puso fin a las visitas, sacó el cadáver en descomposición y lo cargó en una carretilla hasta su casa. Ahí lo cubrió de yeso de París, cera funeraria, y usó alambres y cables para mantener firme la estructura del cuerpo.
El torso lo rellenó con trapos, le colocó ojos de vidrio y fabricó una peluca para que nunca dejara de lucir su negra cabellera. Después, la vistió de novia, con medias, guantes, joyas y un velo. Así conservó los restos durante siete años.
Para evitar los olores que desprendía el cuerpo, el radiólogo usó desinfectantes, ceras y agentes preservantes. También lo rociaba con perfume que él mismo elegía.
La detención de Carl Tanzler
Un niño que vivía cerca del departamento de Carl Tanzler, lo vio bailar una noche con una muñeca de tamaño real, al menos esa fue la versión que se conoció en aquella época. Después de este rumor, una de las hermanas de Elena irrumpió en el departamento del alemán, lo confrontó y, tal como sospechaba, encontró el cuerpo de su hermana.
La policía recuperó el cuerpo y arrestó al hombre, quien enfrentó cargos por la profanación de la tumba y el robo del cuerpo. El juicio no prosperó y fue liberado debido a que los delitos prescribieron.
En una de sus declaraciones, según recogieron algunos periódicos de ese entonces, afirmó que planeaba devolverle la vida a Helena llevándola a la estratosfera para que la radiación pudiera penetrar en sus tejidos.
Para alimentar el morbo de las personas tras la difusión del caso, el cuerpo de Elena fue exhibido en una funeraria en Florida, donde las personas podían ver a la muñeca que había construido Tanzler a partir de los restos de la joven. Posteriormente, su cuerpo fue devuelto al cementerio y sepultado en un lugar sin identificar para evitar su localización.