Arturo Ripstein, una de las máximas glorias fílmicas de México, entrevé, quizás, el final de su longeva carrera, repleta de obras que han ido a los festivales de Cannes, Venecia y San Sebastián, admiradas por directores que van desde Andréi Tarkovski a Bong Joon-Ho.
Desde su estudio, rodeado de libros, el veterano realizador de 78 años asegura que su «cine horroroso», ese lleno de miserias morales y pasiones bajas, difícilmente encontraría apoyos en el clima sociopolítico actual.
«No tengo ganas de filmar. En este momento estoy batallando contra el cine políticamente correcto. Y como se decide en esos términos, yo ya estoy un poco fuera de la lid.
«Yo soy el viejito que hace cine horroroso y pues para qué queremos eso si tenemos uno que denuncie todas las cosas denunciables de este País. ¡Como si sirviera para algo el arte en esos términos!», ironiza Arturo Ripstein.
El Diablo entre las Piernas, una oscura e incómoda reflexión sobre el sexo y el deseo durante la vejez, de 2019, podría ser, si se decide a retirarse, su testamento cinematográfico.
Generalmente crítico con su propia obra, Ripstein, quien tuvo como mentor artístico a Luis Buñuel, no duda en calificarla como algo que le genera sumo gusto y orgullo.
«Así es. Creo que es uno de mis mejores, si no mi mejor trabajo», puntualiza Arturo Ripstein.
«No es que yo necesariamente tenga la razón (con la mirada ‘ripsteiniana’), es que así es y así soy. No filmo para convencer a nadie».
Arturo Ripstein, cineasta
«Me arrepiento de muchísimas cosas. De todo lo que me salió mal, de muchas de las películas que me salieron algo mal y las que me salieron casi bien. Mi vida está dominada por la cobardía y la estupidez, que proponen la necesidad del arrepentimiento».
Arturo Ripstein, cineasta
«No tengo ganas de filmar. En este momento estoy batallando contra el cine políticamente correcto. Y como se decide en esos términos, yo ya estoy un poco fuera de la lid».
Arturo Ripstein, cineasta
Una carrera envidiable, reconocida en todo el mundo
Arturo Ripstein ha dejado una huella tan profunda en el cine nacional que su apellido se ha convertido en adjetivo («ripsteiniano», para describir algo sórdido, de derrota, triste, al borde del abismo).
Dan cuenta de ello las cintas que integran «Así Es la Vida», una muestra de su cine en la plataforma Mubi:
– El Castillo de la Pureza (1973)
– El Santo Oficio (1974)
– Cadena Perpetua (1979)
– El Lugar sin Límites (1978)
– El Imperio de la Fortuna (1986).
Si bien varias de sus piezas fílmicas abordan también, entre otros temas, lo que hoy en día se ha dado en llamar masculinidad tóxica, subraya que su cine jamás pontificó, jamás denunció, sólo expuso.
Es más, recalca que si las películas que admira son aquellas hechas con oficio, profundidad y trabajo, las que le avergüenzan son las que son «producto del momento, de la oportunidad».
«Me choca el cine útil. Me fastidia el cine útil y el práctico, el de importancia momentánea, social o política que pocas veces es un cine con una narrativa precisa. Ese cine me da vergüenza«.
Más que de masculinidad tóxica, Arturo Ripstein prefiere hablar sobre «mexicanidad tóxica», comportamiento que no le ha permitido ser profeta en su tierra a pesar de que allá donde viaja fuera del País lo tratan de «maestro».
«Aquí todos somos parte de la competencia inclemente que este País propicia con entusiasmo singular. El pastel tiene una serie de partes, y esas nos la disputamos todos.
«Si de pronto a mí me toca cierta parte, otro supone que se la quité. El odio aquí es frenético. No habemos machos tóxicos, habemos mexicanos tóxicos de muchos sexos», critica.
Se retira del Ariel
La Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas nominó a Arturo Ripstein al Ariel como Mejor Director por El Diablo Entre las Piernas, pero él rechazó la postulación.
El cineasta ha asegurado desde hace tiempo que la labor principal de una institución como la Academia debería ser la investigación, preservación y difusión, y no una gran noche de fiesta.
«No compito, no tiene importancia para mí. Estoy absolutamente al margen de eso y lo he estado durante muchísimos años ya y pienso seguir estándolo. Esa nominación… no juego ese juego.
«No me pueden votar porque estoy fuera de la competencia. No renuncié en mi casa, hablé yo por teléfono a la Academia para decir que no estaba yo en la lid, en la competencia. Entonces, si me hicieron caso no votará nadie por mí».
Las películas de Arturo Ripstein, al alcance de todos
Jamás la obra de Arturo Ripstein había estado tan al alcance como ahora.
Las películas del realizador, vaca sagrada del cine mexicano y quien actualmente medita el retiro, siempre habían sido de nicho, pero el streaming le ha abierto una inesperada puerta a todo el mundo.
La plataforma Mubi presenta actualmente el ciclo «Así Es la Vida: Las Películas de Arturo Ripstein», que se disfrutará en pantallas gigantes hogareñas, computadoras y hasta teléfonos celulares.
Aunque asume la nueva normalidad en materia de consumo, el cineasta de 78 años no se acostumbra a que las personas puedan ver cine, arte creado para una sala, en minúsculos dispositivos.
«Ahora las películas se ven en el metro a trozos, se regresan. Ya no es exactamente como estaba pensado. Yo prefiero el formato al que me tocó acostumbrarme. Ver cine yendo al cine. Incluso todavía ver cine viendo televisión vale y tiene ventajas, porque no hay nadie texteando en la sala y no hablan y no gritan los niños. Sí, la pantalla es chica, a menos de que uno tenga una televisión enorme. Ahí, todavía. En el teléfono es un pecado capital«, opina Arturo Ripstein.
Una charla cercana con Arturo Ripstein
P: Usted es muy crítico con su propia obra. ¿Qué valora de su filmografía, de su legado?
R: El haber hecho las películas que hice, únicamente. Hacer cine fue para mí, sin duda, un enorme privilegio y un gran reto. Para llegar a filmar hay que pasar por tristezas, humillaciones, negativas, insultos, pero una vez que ya se llega a filmar es lo mejor que te pasa en la vida.
P: Si volviera a nacer, repetiría el camino, ¿volvería a ser cineasta?
R: De ninguna manera. Si volviera yo a nacer y me acordara de cómo fue la cosa, sería yo príncipe heredero en alguna monarquía.
P: Hay quienes dicen que su obra no ha dejado escuela. Pero cuando uno ve películas como Canino (2009), de Giorgos Lanthimos, no puede dejar de pensar en El Castillo de la Pureza
R: A mí me hablaron de Grecia cuando salió la película. Había un maestro de la universidad en Atenas que hizo un comparativo, me lo mandó, lado a lado mis escenas y las escenas de Lanthimos. Yo creo que le quedaron espléndidamente bien porque eran idénticas. Cuando fue nominado al Óscar le mandé un email donde le ponía: «Te felicito porque fuiste nominado al Óscar. Ojalá ganemos». Es todo lo que le pude poner. Pero eso no es escuela, es un sabroso plagio. La escuela no plagia, hace esfuerzos por una suerte de continuación. No nada más: «Está re bonita esta escena, la voy a hacer igual».
P: Otro de sus admiradores es Bong Joon-Ho, el sudcoreano que ganó el Óscar (por Parásitos)…
Cuando vino Bong a México, le daban un premio. Mandó decir que quería que yo se lo diera. A mí me dio muchísimo gusto porque me gustaban las cosas de Bong. No pude entregarle yo el premio porque estaba fuera del País.
Más singular que eso: Alexander Kaidanovsky, el actor de Stalker, me contaba en algún festival que (Andréi) Tarkovski había visto El Castillo de la Pureza y le había gustado muchísimo. Entonces había hecho una secuencia, creo que en El Sacrificio, donde llovía por dentro, dentro de un establo. Me contaba: «Esa la hizo Tarkovski pensando en tu película». Ahí sí ya me caí del asiento .
P: ¿Se arrepiente de algo en su carrera?
R: De muchísimas cosas. Me arrepiento de todo lo que me salió mal, de muchas de las películas que me salieron algo mal y las que me salieron casi bien. Mi vida está dominada por la cobardía y la estupidez, que proponen enormemente la necesidad del arrepentimiento.
P: ¿Cómo le gustaría ser recordado?, ¿qué quisiera que dijera su epitafio?
Alguna vez hice un documental con Juan Soriano, lindísimo, más que por mí por Juan Soriano. Le pregunté eso: «¿Juan, cómo quieres que te recuerden?» «No, yo lo que no quiero es que me recuerden». Algo tendría que ocultar, como todo el mundo. Mi epitafio quiero que diga «Nada».