La falta de transporte al oscurecer ha sido una problemática en todas las partes del mundo a lo largo de los años, pero en Monclova, allá por el año de 1928, era mucho más complicado por la falta de vehículos y personas que decidieran realizar el servicio de taxistas al momento de que la noche comenzaba a caer.
Esta historia me fue contada por un fiel lector de Crónicas de Mi Barrio, el señor Homero Solar Falcón, quien compartió esta historia que le fue relatada por su padre Alberto Solar Rivera.
Fue en el año de 1928 cuando Don Nicolás Jiménez, uno de los pocos taxistas que existían en esa fecha, frecuentaba instalarse con su “carro de sitio” en la calle Cuauhtémoc en el Sector El Pueblo a altas horas de la noche.
Ante la falta de taxistas, este prefería trabajar de noche pues obtenía “buenos centavos” por trasladar a los trasnochadores que salían de las fiestas o cantinas.
Según relata don Homero Solar Falcón, fue aproximadamente a las 23:45 horas cuando este circulaba por lo que ahora se conoce como boulevard Juárez cuando al llegar a la altura de donde ahora se encuentra instalada la Gasolinera Neira, una mujer le hizo señas para que detuviera su marcha.
La mujer abordo el taxi y le indico a Don Nicolás que arrancara y circulara derecho, sin dar más explicación.
Según la descripción del protagonista de esta historia, la mujer cubría su rostro con una mascada de color negro y vestía una larga falda del mismo color y a pesar del intento de hacerla hablar para entablar platica, la mujer solo decía esporádicamente alguna palabra para indicar las calles que debería circular.
El trayecto le pareció largo al taxista hasta llegar al Panteón Guadalupe en donde le dijo al taxista que detuviera la marcha y posteriormente, descendió de la unidad y se dirigió a la puerta.
Ingenuo a lo que ocurría, Don Nicolás bajo del automóvil y le comenzó a gritar a la mujer que le pagara el pasaje…”Señora, señora, los centavos”.
Un frio inesperado recorrió el cuerpo del taxista al ver como la mujer atravesaba la reja principal del cementerio y se perdía entre las tumbas para después escuchar una escalofriante carcajada.
Ante lo ocurrido, Nicolás Jiménez abordo nuevamente su taxi y se fue derechito a su casa en donde despertó a su esposa y le relato la escalofriante experiencia que había vivido.
Dicho suceso fue relatado por todos los vecinos del Sector El Pueblo y llego a oídos del señor Alberto Solar Rivera, quien tiempo después le relato a su hijo, el señor Homero Solar Falcón.
Esa fue la última vez que don Nicolás Jiménez trabajo de noche al sentir el temor de volver a toparse con su extraña pasajera.