Un nuevo estudio sobre monos tití sugiere que el desarrollo del lenguaje humano comienza mucho antes de lo que se pensaba.
National Geographic Latinoamérica
Cuando un bebé humano nace, su primer llanto es un signo normal de buena salud. Al no haber respirado nunca, el recién nacido señala su primera inhalación y exhalación en forma de chillido.
¿Cómo saben los bebés que deben emitir un sonido que nunca habían hecho antes? ¿Su primer grito es el inicio del desarrollo del habla?
Resulta que los bebés humanos pueden estar practicando cómo llorar mucho antes de emitir un sonido. Es decir, esto se daría si son como los titíes, primos primates de los humanos.
En un estudio reciente publicado en la revista eLife, los científicos utilizaron docenas de ecografías sucesivas de titíes comunes preñados para demostrar que sus fetos hacían expresiones faciales parecidas al llanto casi dos meses antes de nacer.
Los investigadores también pudieron distinguir estas expresiones de otros movimientos de la boca que los bebés realizaban en el útero, y las compararon con las formas del rostro realizadas después del nacimiento cuando los bebés comienzan a llamar a sus padres. Las expresiones aparecían en patrones y duraciones tan consistentes que los investigadores estaban seguros de que se trataba de gritos de práctica, a pesar de que los animales aún no eran capaces de emitir sonidos.
El tití es una de las especies de monos más pequeñas, ya que los adultos pesan solo entre 220 y 250 gramos. Hay más de 20 especies de titíes, todas ellas originarias de Sudamérica. A pesar de ser físicamente diferentes de los humanos, son primates, lo que significa que están mucho más relacionados con el Homo sapiens y son más instructivos para entender el desarrollo y el comportamiento humano que otros sujetos de investigación más comunes, como los ratones de laboratorio.
En los años setenta y ochenta, algunos estudios de ultrasonidos de mujeres embarazadas parecían mostrar que los bebés hacían caras que coincidían con el llanto mientras estaban en el útero, explica Daniel Takahashi, coautor del estudio y conductista animal del Instituto del Cerebro de la Universidad Federal de Río Grande del Norte (Brasil). Sin embargo, estos resultados eran difíciles de seguir a lo largo del tiempo, debido a la inconveniencia de realizar ecografías frecuentes y repetidas a las mujeres embarazadas.
«Pero los titíes son monos que sabemos que vocalizan mucho, y comparten muchas características con los humanos», señala Takahashi, quien trabajó con el Instituto de Neurociencia de Princeton mientras realizaba la investigación.
Por ejemplo, tanto los padres como las madres crían juntos a sus hijos y, a diferencia de otros primates, los bebés tití están relativamente indefensos cuando nacen, como los bebés humanos.
En cuanto a cómo se traduce todo esto a los humanos, Takahashi dice que el hallazgo central ayudará a iluminar cuándo comienza el desarrollo del habla, y que el estudio previo al nacimiento (en lugar del momento del nacimiento) puede ayudar a identificar antes los problemas de desarrollo del habla o de la motricidad.
«Hay muchas cosas que ocurren en el útero que podrían ser relevantes para lo que viene después», indica.
El rol de los malvaviscos en la detección del llanto
Antes de que los investigadores pudieran someter a los titíes a una varilla de ultrasonidos, primero tuvieron que entrenar a los animales para que se quedaran quietos. Aunque pueda parecer una tarea casi imposible para un animal que se pasa el día balanceándose febrilmente por el dosel de la selva, los científicos guardaban un as en la baraja.
«A los titíes les gustan las golosinas con alto contenido energético», cuenta Takahashi. «Y lo que realmente les gusta son los malvaviscos».
Con las golosinas en la mano, cada uno de los cuatro titíes preñados fue escaneado de dos a tres veces por semana, durante un máximo de 45 minutos cada vez. Las ecografías empezaron en el día 95 de gestación, cuando las caras de las crías empezaban a distinguirse, y continuaron hasta el nacimiento, a los 146 días.
Los titíes suelen tener gemelos, y con frecuencia tienen trillizos y cuatrillizos, pero los científicos no tenían forma de distinguir a los bebés mientras estaban dentro del vientre de sus madres.
Esto significó que en tres de los cuatro embarazos, en los que había gemelos y cuatrillizos, los científicos fusionaron los resultados de las caras que pudieron escanear.
Construyendo bloques de lenguaje hablado
Tal vez uno de los aspectos más notables del estudio fue cómo el número de movimientos que se calificaban como gritos de práctica aumentó con el tiempo, relata Takahashi.
Los gritos de práctica también cambiaron.
Por ejemplo, en las primeras exploraciones, los fetos solo hacían la expresión del llanto de práctica al mismo tiempo que movían la cabeza. Pero a medida que crecían, los dos movimientos se fueron desacoplando poco a poco, dice Takahashi, hasta el punto de que podían abrir la boca en forma de llanto de práctica sin mover la cabeza en absoluto.
Esto demostró que, aunque los titíes nunca llegan a alcanzar el nivel de lenguaje posible en los humanos, su comunicación evoluciona y mejora con el tiempo.
«Por supuesto, no podemos estudiar toda la complejidad del lenguaje en otras especies, porque cada una de ellas tiene su propio sistema de comunicación», cuenta Andrea Ravignani, bioacústico comparativo y jefe de grupo de investigación en el Instituto Max Planck de Psicolingüística. «Pero podemos buscar los componentes básicos del lenguaje hablado, y eso es lo que creo que han hecho estos autores en este trabajo».
Ravignani, quien no participó en el estudio, ya había descubierto anteriormente ritmos ocultos en las vocalizaciones de los lémures. La idea de buscar pruebas de la producción de sonidos incluso antes de que éstos sean posibles le parece «extremadamente convincente».
De hecho, dijo que puede haber una analogía con la forma en que los bebés humanos empiezan a caminar a cuatro patas antes de pasar a caminar erguidos.
«Estudio el desarrollo del sonido de los mamíferos en otras especies, sobre todo en las focas. Y eso es lo que hacemos. Intentamos encontrar lo que viene antes», precisa Ravignani.
La especialista señala que hay un debate entre la comunidad científica sobre lo instructivos que pueden ser el desarrollo y el comportamiento del tití para los humanos. Sin embargo, para los rasgos vocales examinados en este estudio, cree que son un ajuste excelente: «En mi humilde opinión, podrían ofrecernos incluso más información que los chimpancés».
Esto puede sonar paradójico, ya que los chimpancés están más emparentados con los humanos que los titíes. Sin embargo, investigaciones recientes han demostrado que los titíes son capaces de aprender nuevas llamadas e incluso dialectos a medida que envejecen, lo que sugiere que son sujetos más fuertes para explorar el desarrollo y la plasticidad vocal.
Eso sí: siempre y cuando no se queden sin malvaviscos.