Por Vianey Esquinca
La paz mundial
Lo había adelantado y lo cumplió, el presidente Andrés Manuel López Obrador propuso en el discurso que dio el 16 de septiembre un acuerdo urgente para detener la guerra en Ucrania. Tuvo que venir el de Macuspana a enmendarle la plana a la ONU, a la que le recriminó que permaneciera inactiva y “como presa de un formalismo y una ineficacia política que la dejan en un papel meramente ornamental”.
El Ejecutivo fue más allá y propuso que se hiciera “una tregua de cuando menos cinco años en favor de la paz entre todas las naciones”, y que se constituya “de inmediato un comité para el diálogo y la paz”, integrado por el papa Francisco, el primer ministro de la India, Narendra Modi y el secretario general de la ONU António Guterres; en efecto, lo propuso después de llamarlo “florero”.
Pero para ser Nelson Mandela, Mahatma Gandhi o cualquier otro líder mundial que haya pedido la paz, se requiere algo más que tener una licenciatura en Ciencias Políticas y ufanarse que lo suyo no son los viajes al extranjero; se necesita un profundo conocimiento de geopolítica, relaciones internacionales, política exterior, seguridad y comercio internacional, entre otros campos.
De lo contrario, vienen a corregirlo los que sí pueden diferenciar entre una propuesta populista y propagandística y un plan de pacificación. Es por ello que, vía Twitter, Myjailo Podolyak, asesor del jefe de la oficina del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, le respondió: “Los ‘pacificadores’ que usan la guerra como tema para sus propias relaciones públicas sólo causan sorpresa. @lopezobrador_ ¿su plan de mantener a millones bajo ocupación, aumentar el número de entierros masivos y dar tiempo a Rusia para renovar las reservas antes de la próxima ofensiva? Entonces su ‘plan’ es un plan (bandera rusa)”. Ouch y requeté ouch.
López Obrador no aprende, cuando encabezó en noviembre del año pasado la sesión del Consejo de Seguridad propuso el Programa Mundial por la Fraternidad y el Bienestar, en el que las personas más ricas y las empresas más grandes donaran 4% para acabar con la pobreza mundial. Ahí, entre risitas condescendientes, le dijeron que era muy bonito el plan, pero no era el espacio para proponerlo.
Más de uno le ha mandado las más sinceras condolencias al secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, a quien le tocará ir a hacer el oso ante la ONU para proponer el plan de paz en Ucrania. Lo que hay que hacer para mantenerse como corcholata.
Pero, mientras el canciller seguramente deberá respirar profundo y ver al cielo con los ojos en blanco, la verdad es que en México miles respiraron aliviados, pues, que el presidente se entretuviera en un conflicto internacional, evitó alguna ocurrencia que afectara al país.
El morenista había amenazado con envolverse en la bandera de la soberanía y echarle bronca a Estados Unidos y como con el mandatario nunca se sabe, en una de ésas hasta le declara la guerra en nombre de México a España porque nunca le llegó la disculpa que le pidió.
Afortunadamente, el tabasqueño decidió compartir con el mundo “su sensibilidad” y “su experiencia” para resolver conflictos armados. En México, por ejemplo, su estrategia de abrazos, no balazos ha pacificado al país y no existen masacres ni asesinatos. No hay narcobloqueos ni desaparecidos, tampoco guerra entre cárteles y ataques a la población civil.
Es esa calidad moral lo que lo mueve a centrarse en el conflicto de Ucrania y Rusia. Su siguiente paso, seguramente, será exigir que se cree inmediatamente una comisión para terminar con las enfermedades y las pandemias, incluso tendrá la generosidad de compartirles el modelo que ha usado para el Insabi.