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María Inés Timoteo, cautiva de los apaches

María Inés Timoteo, cautiva de los apaches

A final del año de 1791 hubo un suceso que llamó mucho la  atención en las provincias de Coahuila, Texas y Nuevo León. Sucedió que cuando el coronel Ramón de Castro, comandante general de las Provincias Internas de Oriente del norte de Nueva España, se trasladaba con sus tropas a San Antonio de Bejar. Después de hacer campo para pasar la noche en un paraje llamado San Lorenzo, junto al rio Nueces en Texas, mandó unos soldados a espiar cuatro leguas río abajo, y cuatro leguas río arriba, para no ser sorprendidos por los apaches lipanes que acostumbraban deambular por esos rumbos.

A las 24 horas de haber salido, los soldados se presentaron con el comandante, trayendo a una cautiva española llamada María Inés Timoteo, que los apaches se habían llevado del poblado de Vallecillos en Nuevo León, en el ataque que hacía poco tiempo habían hecho a ese lugar.

Inés refirió que había pasado cerca de tres meses huyendo de los indios, cruzando arenales grandes, ásperas sierras y dilatados montes, sin beber agua en algunas ocasiones por espacio de ocho y más días, y sin tomar más alimento que yerbas y algunas frutas silvestres que encontraba, aunque escasas y amargas. Y últimamente, no llevando el cuerpo cubierto sino en partes con un pedazo de gamuza.

            Causó gran admiración, principalmente entre los que sabían por donde había transitado esta infeliz, y el que no haya perecido con el rigor de las fieras y sabandijas, el hambre, la sed, el cansancio y la intemperie.

Al enterarse el Virrey, pidió que se le tomara declaración formal a Inés, para confirmar que fuera verdad lo que se le había informado de tan notable suceso. El encargado de la declaración fue el teniente Juan Ignacio Ramón.

En su declaración, a las preguntas que le hicieron, Inés respondió:

  • Que se llamaba María Inés Timoteo, que era vecina de Vallecillos y tenía 25 años de edad.
  • Que el día 7 de agosto se hallaba en la hacienda de La Parra y que como a las tres de la tarde los asaltaron los indios enemigos, y después de matar a tres hombres se llevaron cautivas a cinco mujeres; tres chicas, otra grande y a ella.
  • Que durante la marcha iban amarrándolas en los parajes que paraban, ya sea de día o de noche.
  • Que pasaron el rio Salado y les llovió hasta el rio Grande del Norte.
  • Que no oyó nombrar a algún indio, más que al que era su amo, que llamaban Josef.
  • Que eran lipanes y su amo era alto y gordo, y tenía una herida entre el hombro y la cabeza que aún no sanaba.
  • Que les llevó quince días llegar hasta la ranchería donde estaba el resto de los indios.
  • Que a la ranchería llegaron un día por la tarde y las tuvieron un rato amarradas, y luego las soltaron diciéndoles que el capitán grande lo había mandado así. Que su amo que la llevaba, era capitán chiquito.
  • Que la ranchería estaba en un arroyo con agua corriente y unas grandes lomas, y había pocos indios.
  • Que conoció al capitán grande, pero no supo su nombre. Pero que era alto, calvo, mayor de edad, y tenía una oreja agujerada y un hilo de lana colgando hasta el hombro.
  • Que esa noche, los indios tuvieron un baile y el siguiente día se pusieron en marcha hacia donde el sol se metía. Anduvieron por 15 días hasta que llegaron a las diez o las doce, a donde había unos pozos de agua. Que cuando habían llegado a ese lugar, iban muertos de sed y bebieron de aquellos pozos.
  • Que en el lugar no había árboles, sierras ni cíbolos. Que todo era arenal y había unas lomitas de arena y algunos arbolitos chiquitos, y que a lo lejos se divisaban unas como lomas altas o palos grandes.
  • A los indios les habían advertido que se proveyeran de agua, porque a la mañana siguiente seguirían la marcha y no la encontrarían hasta tres días después. Esa noche tuvieron otro baile.
  • Que ya tenía pensado escapar, cuando tuviera campo, y que esa noche lo hizo.
  • Que toda esa noche anduvo sin parar, huyendo del rumbo que habían llevado. Así se extravió sin saber por dónde iba y sin saber si los indios la iban siguiendo. Que por la madrugada, a su espalda oyó una voz que le decía, “busca a donde sale el sol”, y que aunque le causo temor, volvió la cara atrás y no pudo ver persona alguna. Así, atemorizada caminó cuatro días con sus noches, sin comer ni beber, en los cuales volvió a oír la voz que le decía lo mismo. Así lo hizo, y a poco llegó a una laguna con agua y encontró una tunitas de zaraguillo, de las que juntó para ir comiendo y siguió su marcha.
  • Que a poca distancia, encontró un camino viejo, por el que siguió sin encontrar agua por ocho días.
  • Que con las tunitas y algunas yerbas se le remojaba la boca y no sentía tanta sed.
  • Que el último día de esos volvió a oír que le volvían a decir “sigue el rumbo del sol” y haciendo así llego a un charquito de agua, donde bebió y comió de las yerbas que había.
  • Que el tiempo, por algunos días era de mucho frio y otros de mucho sol, y que esos eran los más pesados. Que el frio y el sol los resistía con dos pedazos de gamuza que traía puestos en figura de naguas y camisa. También traía unas botitas y zapatos de lo mismo, que le habían dado los indios.
  • Que las tunitas era lo que más frecuentemente encontraba, pero cuando le faltaban, comía lo que encontraba de yerbas y algunos chilpitines.
  • Que todo lo sufría mucho, pero que tenía fiada a Dios su esperanza de salir.
  • Que el caso más apretado fue andar once días sin beber, comiendo solo tunitas y yerbas, hasta que encontró agua a las orillas de unas lomas. Siguió su marcha, y a poquito andar divisó unas casas blancas. Se puso a espiar a ver si veía gente y yendo a reconocer no encontró nada.
  •  Que de ahí siguió un camino, por donde iban rastros de a pie y a caballo, y siguiéndolo fue a dar a unas grandes rancherías que aquel propio día se habían levantado de ellas.
  • Que siguió el mismo camino hasta que encontró otras casitas muy viejas. Una era de adobe, una de piedra y un chamacuerito, pero no encontró a nadie. Se desconsoló, pero no obstante siguió por el mismo camino hasta unos charcos, y ya no sabía para dónde tirar, si seguir el mismo camino o no.
  • Que estando en esa confusión la voz le dijo nuevamente, “sigue el rumbo del sol”, y como ya había experimentado lo mucho que le servía oírlo, se dirigió por allá y siguió la marcha hasta que fue a encontrar el camino de San Antonio de Bexar.
  • Que como en ese paraje había harta agua y el camino estaba muy frescamente huelleado, se hizo cargo de que andaría alguna gente por él. Y con esa esperanza se escondió entre los árboles y zacatones, a ver si pasaba alguien, manteniéndose ahí una noche y medio día.
  • Que habiendo salido a buscar algo de comer, no encontró, y se obligó a seguir el camino por donde le pareció mejor, y que habiendo marchado tres días por él, la alcanzaron unos soldados.
  • Que no tiene presente que tantos días pasaron desde que se escapó de los indios hasta llegar al camino, pero que le parecía que como tres meses. Y que supo que ese era el de San Antonio de Bexar, porque se lo dijeron los soldados.
  • Que de ese lugar, los soldados siguieron su marcha al rio Nueces, porque iban a espiar, y al llegar se separaron unos rio arriba y otros rio abajo, y luego se encontraron en un paraje que llaman La Cruz. De ahí tomaron el camino para donde estaba el comandante Ramón de Castro, quien la recibió con mucho cariño.

Ramón de Castro comenta que el ataque a la Hacienda de la Parra fue el 7 de agosto, y que por los días que Inés refiere, cuando se les escapó a los indios fue como el 8 de septiembre. Por las señas que da de los pozos y las lomas de arena, ese paraje estaba en la mediación de Los Arenales, los cuales pozos había hecho el brigadier Don Juan de Ugalde algunos años antes. Que las casas viejas que encontró en su camino, eran las del presidio viejo de San Sabá, y el día en que la encontraron fue el 28 de noviembre. En tal virtud, anduvo huyendo sola dos meses 20 días. Y desde que fue llevada por los indios hasta ser encontrada por los soldados, transcurrieron tres meses 27 días.

Contribución de: Luis Alfonso Valdés Blackaller, en colaboración con socios Arqueosaurios ~ Arnoldo Bermea Balderas, Juan Latapi Ortega, Francisco Rocha Garza, Oscar Valdés Martin del Campo, Willem Veltman, & Ramón Williamson Bosque.

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