Por Pascal Beltrán del Río
La iniciativa de paz que no pudo despegar
En su discurso por el 212 aniversario del inicio de la Guerra de Independencia, el presidente Andrés Manuel López Obrador dio a conocer una propuesta de pacificación para el conflicto entre Rusia y Ucrania, consistente en un cese al fuego mundial.
La iniciativa, que —anunció el mandatario— será presentada formalmente en Naciones Unidas por el canciller Marcelo Ebrard, consistirá en “una tregua de, cuando menos, cinco años, aprobada por unanimidad en el Consejo de Seguridad de la ONU y que implique la suspensión inmediata de acciones y provocaciones militares, así como de pruebas nucleares y de misiles; el acuerdo establecería el compromiso de todos los Estados de evitar enfrentamientos y de no intervenir en conflictos internos”.
Agregó: “En lugar de que se siga alimentando esta dolorosa y absurda guerra, se constituya de inmediato un comité para el diálogo y la paz, el cual estaría integrado, si se acepta y hay voluntad de participar de los posibles mediadores, por los jefes de Estado de la India y El Vaticano, así como por el secretario general de la ONU; me refiero al primer ministro Modi, de la India, el papa Francisco y el secretario general António Guterres. La misión pacificadora debe buscar de inmediato el cese de hostilidades en Ucrania y el inicio de pláticas directas con el presidente Zelenski, de Ucrania, y con el presidente Putin, de Rusia”.
No pasaron ni 24 horas para que el discurso surtiera efectos en el plano internacional, aunque éstos no fueran los que el tabasqueño esperaba. En un tuit, el principal asesor del presidente Volodímir Zelenski para asuntos de comunicación, Mijailo Podolyak, dio respuesta a la iniciativa.
“Los ‘pacificadores’ que usan la guerra como tema para sus propias relaciones públicas sólo causan sorpresa. López Obrador, ¿su plan es mantener a millones bajo ocupación, aumentar el número de entierros masivos y dar tiempo a Rusia para renovar las reservas antes de la próxima ofensiva? Entonces su “plan’ es un plan ruso”.
Periodista de formación, Podolyak fue el negociador ucraniano durante las pláticas de paz con Rusia celebradas en Bielorrusia durante las primeras semanas de conflicto, que concluyeron sin acuerdos el pasado 29 de marzo. Kiev y Moscú se han acusado mutuamente de no buscar la paz. El propio Podolyak ha declarado que un acuerdo con Rusia “no vale un centavo roto” (nota de Reuters, 28 de mayo de 2022).
La propuesta de López Obrador no parece haber sido antecedida de la menor preparación. No da la impresión de haber sido conversada con las partes para saber si al menos existe la voluntad de sentarse a negociar. Tampoco creo que la haya revisado algún conocedor de política internacional porque, de haber sido así, quizás el Presidente no habría llamado al primer ministro Narendra Modi “jefe de Estado” de India, cuando esa responsabilidad corresponde a la presidenta Draupadi Murmu.
Cuando Noruega logró que israelíes y palestinos firmaran los Acuerdos de Oslo, en 1993, eso sucedió después de meses de conversaciones secretas, primero con cada una de las partes y luego de forma conjunta. “Noruega no llegó por casualidad al proceso de paz en Oriente Medio. Su mediación fue consecuencia de los intensos contactos del país escandinavo”, publicó la emisora alemana Deutsche Welle, en un reportaje sobre el 25 aniversario de esa negociación, que ha sido tema de una película, Oslo, estrenada el año pasado.
“Desde hacía tiempo teníamos buenas relaciones a todos los niveles con Israel, pero también con la OLP”, relató el político noruego Jan Egeland y artífice de aquel acuerdo.
Si la experiencia de Oslo sirve de algo, no se debe lanzar una iniciativa de paz sin un contacto previo y profundo con las partes y un análisis concienzudo del conflicto, que contemple razones y posibles soluciones. El riesgo de hacerlo de otra manera es recibir una respuesta pública como la de Podolyak, que ha desacreditado, tal vez para siempre, cualquier intento de México de servir de mediador.
Ahora será un reto para el canciller Marcelo Ebrard presentar y defender la propuesta ante la Asamblea General de la ONU, como lo ha instruido el Presidente.