Por Yuriria Sierra
3-19S
Parece broma, pero es anécdota. Lo impensable: ¿otra vez 19 de septiembre?, ¿otra vez un sismo?, ¿otra vez precedido de un simulacro? Sí, sí y sí. Otra vez. Ayer, al mediodía, la agenda se movió, literal y figurado, hacia donde no queríamos, hacia donde no se puede predecir. El tema fue incluso motivo de bromas sobre el pensamiento mágico, sesiones espiritistas y hasta sobre las posibilidades de ganarse la lotería. Uno de los tuits más populares de la jornada fue el publicado por Sergio Sarmiento, quien recuperó un cálculo del chance que había, a través de las matemáticas, de que tres sismos coincidieran en intensidad (más de 7 grados) y día. Según José Luis Mateos, especialista en sistemas complejos del Instituto de Física de la UNAM, la posibilidad de esto es de 133 mil 225, algo casi imposible, pues esto equivale al 0.000751 por ciento.
Sin embargo, pasó. Teníamos menos de una hora de haber participado en el simulacro nacional cuando la alarma sonó. Y se escuchó mientras en algunos puntos de la CDMX, Oaxaca, Michoacán y Morelos, por mencionar algunos estados, conmemoraban los sismos de 2017 y 1985. Así que esta desagradable coincidencia, la de los sismos en 19S (3-19S), apareció junto a la exigencia de justicia de padres de los pequeñitos que murieron en el colegio Enrique Rébsamen, quienes realizaban una misa cuando la alarma sísmica, no la del simulacro, se activó. Lo mismo hacían familiares de los 49 hombres y mujeres que fallecieron en el colapso del edificio de Álvaro Obregón 286, tuvieron que suspender la misa que ahí se oficiaría debido al nuevo sismo que sacudió casi a la misma hora que hace cinco años.
También familiares de Tlalpan y de otros edificios habitacionales recordaban que no han podido regresar a sus hogares, algunos incluso subrayaron que, aun tras el sismo de 2017, sus créditos hipotecarios se han mantenido activos y han tenido que pagar a pesar de no vivir ahí.
En Malinalco, otro ejemplo, habitantes señalan que las autoridades locales, estatales y federales no han avanzado en la rehabilitación de sus iglesias, que no sólo son locaciones para su fe, sino que, además, son una vía por la que circula la derrama económica de su pueblo, que también se mantiene a través del turismo. Lo mismo ocurre en otras zonas del Estado de México, Morelos, Oaxaca, Guerrero. Algunas de sus localidades afectadas en 2017 quedaron muy lejos de la foto y más lejos aún de los programas de rehabilitación.
Los mexicanos, como sociedad, hemos aprendido, hemos alimentado la cultura de la prevención. Reaccionamos ante las alertas, participamos en los simulacros y tendemos la mano, porque, cuando es necesario, brindamos ayuda. Tres 19 de septiembre, el día de la terrible y desafortunada consecuencia (lo mismo el día 7 del mismo mes, que también ha repetido movimientos telúricos) nos ha dejado ese aprendizaje. Y eso hay que reconocerlo.
(Por cierto, tras el sismo, el Popo registró mayor actividad. Vaya lunes).