Saltillo, Coahuila.- Conmovido hasta las lágrimas, Alejandro Aguirre Valero recordó la labor espiritual que realizó con los presos, desde padecer el encierro junto a uno de ellos en una celda, hasta experimentar el suicidio de uno al interior.
En el día de La Merced, don Alejandro, un administrativo jubilado de la Normal Superior, decidió retirarse tras 22 años de servicio en la Pastoral Penitenciaria, y su apostolado sin retribución económica fue distinguido por el obispo de la Diócesis de Saltillo, Hilario González García, quien le otorgó un reconocimiento.
“Ya era mi casa, iba diariamente a los juzgados”, indicó don Alejandro, quien aseguró que vivió muchas experiencias en los cuatro penales e incluso llegó en dos ocasiones hasta las Islas Marías.
“Mi nieto el más grande decía ‘toda la familia reunida y mi abuelito con sus presos’, y ahora estoy disfrutando sobre todo a mi esposa. Dios nos bendijo con siete hijos, 20 nietos y dos bisnietos”, compartió, mientras lloró al recodar la experiencia más difícil en esos años de servicio que fue el suicidio de un joven de 18 años.
“Me hablaron del penal de mujeres, donde estaba el hijo de doña Cristina que se quería suicidar. Sin pensarlo me fui con otro compañero a la casa albergue. Estuvimos apoyándolo con sacerdotes y todo… pero se quedó solo en la casa y se suicidó”, dijo en medio de las lágrimas.
Recordó que en otra ocasión fue encerrado en una celda de castigo, ya que un preso tuvo problemas y el guardia de seguridad lo encerró con él con su consentimiento.
“Fue una de mis anécdotas más grandes, estar encerrado como un preso en una celda de máxima seguridad durante dos horas porque se había drogado. Entre con él, platicamos y tuvo mucho cambio”, indicó.
Además, compartió cuando un hombre le contó que mató a su esposa y a su hija a puñaladas; el directivo del penal le advirtió que podría ser su víctima, pues en el reclusorio lo mantenían atado de pies y manos.
“Bendito Dios… un día en la celda de máxima seguridad se pusieron de acuerdo todos para amotinarse, el director y todos los guardias fueron sobre él, pero su sorpresa sería que al llegar a la celda lo encontraron leyendo la biblia”, recordó.
En su permanencia, la mitad de los 50 años de existencia de la Pastoral Penitenciaria logró contar con cinco pequeñas comunidades en el Cereso varonil que se reunía todos los días, además de lograr la construcción de una capilla en dos de los reclusorios.