Durante ocho meses, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) entrenó en labores de inteligencia al soldado de Infantería Julio César López Patolzin para infiltrarlo en la Normal Rural «Isidro Burgos» de Ayotzinapa.
Sin embargo, su tarea como informante sería trágica y fugaz. Y es que 36 días después de haber ingresado a la Normal, pasó a formar parte de la lista de los 43 estudiantes que desaparecieron la noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala.
Documentos inéditos del Ejército, obtenidos por la FGR en su indagatoria del caso Iguala, revelan que el militar, nacido el 29 de enero de 1989, llevaba cinco años con nueve meses adscrito al 50 Batallón de Infantería de Chilpancingo, Guerrero, cuando fue ultimado por policías municipales y por el grupo criminal Guerreros Unidos.
Según dos informes atribuidos al General de División Alejandro Saavedra Hernández, entonces comandante de la 35 Zona Militar en Chilpancingo, sobre el espía a quien denomina «Órgano de Búsqueda de Información (OBI) con fachada de alumno«, López Patolzin «remitía la información obtenida, por medio de mensajes y llamadas telefónicas esporádicamente, cada vez que se lo permitía la situación».
Sobre la última noticia que se tuvo del joven, los dos informes del General tienen información en apariencia contradictoria. En uno señala que su última comunicación fue el 27 de septiembre, un día después de la noche de Iguala; en otro establece que la última noticia fue el 26 de septiembre de 2014, a las 11:30 horas.