El grito balcánico de Emir Kusturicay la No Smoking Orchestra, como una invitación indeclinable al desenfreno y al gozo, resonó por última vez en tierras mexicanas desde el corazón mismo de su capital: el Zócalo de la Ciudad de México.
Con un potente “¡Unza unza!” que cimbró a la explanada, el público que abarrotó la carpa Ricardo Flores Magón de la Feria Internacional del Libro del Zócalo (FILZ) despidió de los escenarios, en su gira del adiós, a la agrupación serbia y a su líder carismático, quizá mejor conocido como cineasta.
Entre gritos que desgarraron las gargantas, bailes ska, furtivos tragos de recipientes escondidos y discretos fogonazos de mariguana, los asistentes demostraron que la distancia sentimental entre México y los Balcanes es realmente corta.
“¡Ustedes comparten con el pueblo balcánico muchas broncas!”, observó Kusturica al inicio del concierto, hermanando así a dos pueblos tan sufridos como fiesteros.
Los potentes sonidos metálicos del saxofón y la trompeta, el acordeón juguetón y melódico, el violín gitano, tan melancólico como explosivo, y la guitarra y bajo rockeros, llevaron al Zócalo la tradición regional que Kusturica ha internacionalizado a través de sus cintas de culto.
“¡Empecemos con las películas!”, anunció, para regocijo de su público.
Así, con piezas de la banda sonora de Gato negro, gato blanco (1998) y La vida es un milagro (2004) -título por demás representativo de la fiesta en el Zócalo-, Kusturica selló desde temprano el pacto con una audiencia que idolatra la tradición longeva, pero antisolemne, de la música balcánica.
Durante 23 años de carrera, Emir Kusturica and the No Smoking Orchestra se ha dado, también, la libertad absoluta de coquetear con géneros como el funk, el ska, el rock y hasta la música disco, como lo demostraron en el escenario.
Enmarcados por intervenciones bromistas al ritmo del tema de la Pantera Rosa y un saludo a Pink Floyd, la banda interpretó una serie de temas de su más reciente disco, Corps Diplomatique (2018), como “Fuck You MTV” y “Scared of Dental Drills”.
Ninguna, sin embargo, enardeció tanto al Zócalo como “Cerveza”, un himno que clama, en su letra en español: “El Dios es sólo uno: ¡Cerveza! Cuando la vida no me va bien: ¡Cerveza! ¡Cerveza!”.
El amor de Kusturica por México quedó perfectamente claro desde que, como portada de su último disco, vistió a su banda como bandoleros de la Revolución, hecho que refrendó al presentar a los integrantes.
“¡Mi nombre es Francisco Pancho Villa!”, declaró a la audiencia.
Además de rendirle un homenaje a dos de sus héroes, Diego Armando Maradona -a quien le dedicó el documental Maradona by Kusturica– y Tito Puente, el cineasta y su banda rindieron también tributo a su propia trayectoria.
Así, con el himno “Unza Unza Time”, el público rompió en una danza multitudinaria, interrumpida únicamente por contingentes de amigos dando vueltas con los brazos entrelazados y algunos otros en un enérgico baile pogo.
También así con temas de la que quizá sea la película más emblemática de Kusturica, Underground (1995) convirtiendo así a la carpa Ricardo Flores Magón en el refugio bajo tierra de los protagonistas.
“Estoy triste, pero también estoy feliz”, confesó Kusturica, como se está en todas las despedidas entre amigos.
Ya queriendo irse, el público lo retuvo a golpe de aplausos y un coro futbolero con su nombre, por lo que “Unza Unza Time” y “Cerveza” volvieron a sonar.
Luego de un exitoso concierto el jueves 6 de octubre en el Pabellón Este del Palacio de los Deportes, Emir Kusturica y la No Smoking Orchestra dijeron adiós para siempre a México.
Entre la alegría por el baile y la tristeza por la partida, la vida fue un verdadero milagro en Zócalo, al grito de “¡Unza unza!” que unió a México con los Balcanes.