BBC. Durante décadas, la jornada laboral suponía que los empleados llegaban a sus escritorios a las 9:00 de la mañana, almorzaban al mediodía y salían a las 5 o 6 de la tarde. La pandemia, por supuesto, cambió esto. Los trabajadores no sólo han estado haciendo su trabajo desde lugares remotos en los últimos dos años, sino que también han cambiado cuándo, exactamente, lo hacen.
Este cambio ha dado lugar a nuevos modelos de trabajo, incluida la llamada «jornada laboral no lineal». Los empleados que emplean esta modalidad pueden realizar su trabajo fuera del tradicional bloque rígido de 9 a 5, a menudo cuando mejor les convenga.
Al trabajar de forma asíncrona -manteniendo un horario diferente al de sus compañeros-, los trabajadores pueden completar las tareas en ráfagas flexibles y concentradas repartidas a lo largo del día. La idea es que los empleados puedan articular sus horarios de trabajo en torno a su vida personal, en lugar de atiborrarse de horas fijas y fijadas en contratos.
En décadas pasadas, las jornadas laborales «no lineales» solían ser bastante inusuales. Ahora, sin embargo, la adopción masiva de modelos de trabajo híbridos y a distancia, así como de horarios cada vez más flexibles, significa que estas modalidades son más asequibles para amplios sectores de la población laboral activa.
En algunos casos y sin darse cuenta, muchas personas ya la practican esta forma de trabajo en cierta medida. Un ejemplo es cuando eligen laborar a última hora de la noche o adelantando proyectos a primera hora de la mañana.
No todos los empleadores van a dar a los trabajadores este grado de libertad, por supuesto. Pero en el nuevo mundo del trabajo, las jornadas «no lineales» van a tener un mayor protagonismo en algunos sectores.
Según los expertos, el trabajo asíncrono tiene innumerables ventajas, siempre que se tomen ciertas medidas.
Control sobre el tiempo
Aunque las jornadas «no lineales» parecen ser el último producto de la pandemia que sacude el mercado laboral, no son un concepto nuevo.
De hecho, son un retroceso a la forma en que los seres humanos trabajaban tradicionalmente en la época preindustrial, cuando una jornada laboral típica duraba desde el amanecer hasta el anochecer, intercalando descansos regulares, comidas y siestas.
Sin embargo, cuando la sociedad se industrializó, surgió una rígida semana laboral de 5 días y 40 horas en las fábricas, afirmó Aaron De Smet, socio de la consultora McKinsey & Company, con sede en Nueva Jersey (Estados Unidos).
El modelo de la jornada de 8 horas se trasladó a la oficina, e incluso con la llegada de la tecnología, la sabiduría convencional y las normas sociales hicieron que se mantuvieran las estructuras fijas de oficina de 9 a 5.
Sin embargo, según De Smet, la pandemia sacudió este pensamiento tradicional, ya que los trabajadores siguieron siendo productivos mientras se tomaban descansos, pasaban tiempo con la familia y trabajaban en horarios flexibles.
Las jornadas «no lineales» pueden manifestarse de muchas maneras. Tal vez un trabajador con compañeros de piso quiera realizar tareas específicas antes de que se despierten los demás, por lo que realiza algunas tareas desde las 6 hasta las 8, y luego acorta su jornada laboral al final.
O quizás un padre se toma un par de horas por la tarde para recoger a su hijo del colegio y compartir la comida, y completa el resto de su trabajo después de que su pequeño se vaya a dormir. Las variaciones son infinitas y muy personales.
Laura Giurge, profesora adjunta de Ciencias del Comportamiento de la London School of Economics, afirmó que la creciente popularidad de las jornadas laborales «no lineales» se debe a que los trabajadores se han acostumbrado a rutinas de trabajo flexibles gracias a la pandemia del covid-19.
«El trabajo asíncrono permite ahorrar tiempo en los desplazamientos, realizar tareas administrativas en horas de baja productividad, hacer más ejercicio y ahorrar dinero con comidas caseras», explicó.
Menos rigidez, más productividad
Una mayor flexibilidad suele significar también una mayor productividad. En lugar de conectarse durante ocho horas seguidas a una hora fija, los empleados pueden dividir su jornada laboral en bloques que se adapten mejor a sus rutinas.
«Una de las principales ventajas de las jornadas de trabajo no lineales es tener el control sobre cómo pasar el tiempo«, dijo Giurge, quien agregó: «y hacer el trabajo cuando se es más productivo».
Las jornadas laborales no lineales ayudan a que el trabajo pase de estar centrado en la actividad a estarlo en los resultados, añadió.
«No se trata de cuándo o dónde se trabaja, sino de hacer el trabajo. Los directivos se encargan de fijar los objetivos y la visión a los empleados, pero no les dicen cómo llegar a ellos», apuntó.
De Smet aseguró que el modelo no lineal se ajusta a la naturaleza del trabajo del conocimiento: permite a los empleados hacer su trabajo cuando son más creativos y productivos.
«Ya no se trata realmente del esfuerzo y el tiempo empleado, sino de crear los mejores resultados«, afirmó. «A medida que la naturaleza del trabajo ha cambiado, también lo ha hecho la forma en que los trabajadores quieren optimizar la manera de hacer ese trabajo».
Sin embargo, la experta advirtió que para que un modelo «no lineal tenga» éxito tiene que haber algún marco: puntos de referencia que garanticen que los empleados no se alejan demasiado de un horario viable.
Esto podría adoptar la forma de horas centrales de colaboración, en las que puede tener lugar el trabajo presencial y sincrónico, como reuniones o tormentas de ideas.
De Smet sostuvo que estos mecanismos añaden una capa de complejidad a este tipo de jornadas, por lo que algunos empresarios han tardado en adoptarlas.
«No se puede dejar que todo el mundo dicte sus propios horarios para sí mismo, o se acaba con una batalla campal en la que nunca se hace ningún trabajo sincrónico», explicó.
Mirar a más largo plazo
Incluso antes de la pandemia, muchos empleados trabajaban de forma no sincronizada, al menos un poco: completando tareas o enviando correos electrónicos fuera del horario contratado o del lugar de trabajo.
Sin embargo, esto suponía en realidad horas extras no remuneradas, realizadas después de los largos desplazamientos al trabajo y los horarios de 9 a 5 en la oficina.
La esperanza es que si los empresarios pueden introducir políticas de jornadas «no lineales» de manera más formal, se restablecerá el equilibrio entre el trabajo asíncrono y el exceso de trabajo.
De Smet aseguró que esto puede ayudar a prevenir el agotamiento. «Se trata de encontrar esa mezcla perfecta entre el nuevo mundo del trabajo, donde las restricciones de cuándo, dónde y cómo hacemos nuestro trabajo se han aflojado: en parte por la tecnología y en parte por las nuevas condiciones surgidas tras la pandemia», dijo.
En la actualidad, las jornadas laborales «no lineales» se dan sobre todo en el sector tecnológico. Las empresas emergentes, con equipos distribuidos en distintos husos horarios, son más capaces de adoptar horarios asíncronos que las grandes empresas tradicionales, con un historial de trabajo presencial en la oficina.
Sin embargo, esta modalidad podría aumentar como resultado de la demanda del mercado laboral: más trabajadores buscan mayor flexibilidad y autonomía.
Un estudio realizado por McKinsey en julio de 2022 entre 13.382 trabajadores de todo el mundo, reveló que el 40% de los consultados consideraban que la flexibilidad en el lugar de trabajo era uno de los principales motivos para permanecer en un puesto.
«Los empleados tienen ahora diversas prácticas y preferencias de trabajo», dijo Giurge. «No reconocer y apreciar esas diferencias hará que las empresas pierdan talento a largo plazo«.
De Smet, por su parte, aseveró que los beneficios de este tipo de jornadas son recíprocos.
«Para los empleados, las enormes cargas de trabajo ya no significan quedarse en la oficina más allá de las 7 y perderse el partido de fútbol de sus hijos. Ahora pueden tener más vida personal y hacer su trabajo. Para los empresarios, el trabajo que se realiza es a menudo más creativo, innovador y emocional, y se consigue mejor en entornos flexibles y optimizados», afirmó.
En el nuevo mundo laboral, las jornadas «no lineales» también pueden encajar perfectamente en los modelos de trabajo híbrido y a distancia.
«Estamos viendo que el futuro mundo del trabajo es cada vez más no lineal», añadió De Smet. «Tenemos que encontrar nuevos ritmos que favorezcan la productividad, la eficiencia, el bienestar y la creatividad».