Troncos de árboles torcidos estaban amontonados en altas pilas a lo largo de una porción de selva recién talada. Este camino de desforestación en el sur de México recientemente fue despejado a fin de hacer lugar para un ambicioso proyecto gubernamental: el Tren Maya.
Promovido como una manera de vigorizar la región más pobre del País y una de las menos conectadas, el Tren Maya es una de las joyas de la corona del Presidente Andrés Manuel López Obrador, un proyecto al cual ha apostado su legado.
Pero la línea del ferrocarril de carga y pasajeros, que se prevé tenga casi mil 600 kilómetros de largo, se perfila para ser el proyecto más polémico del Presidente hasta la fecha.
Ha superado su presupuesto, podría no reforzar la economía como se prometía, y será subsidiado por los contribuyentes durante años por venir, afirman analistas y funcionarios del proyecto. También podría colapsarse en el suelo debido a su construcción apresurada, advierten funcionarios gubernamentales y contratistas del proyecto.
A pesar de las preocupaciones, López Obrador se ha negado a retrasar el proyecto, insistiendo en inaugurarlo antes de que termine su mandato en el 2024.
El segmento más polémico del tren -el Tramo 5- conectará las famosas playas de arena blanca que se extienden desde Cancún hasta Tulum en la Península de Yucatán. Para minimizar la desforestación, la construcción originalmente estaba planeada a lo largo de una carretera. Pero ahora serpenteará a través de la segunda jungla más grande del Continente Americano, habitada por jaguares en peligro de extinción. Las vías correrán por encima del río subterráneo más largo del mundo y sobre cientos de cuevas inexploradas que, se ha encontrado, contienen antiguas ruinas mayas.
En medio de la creciente presión nacional, López Obrador aplicó un decreto de seguridad nacional en julio para reiniciar los trabajos del Tren Maya y protegerlo del escrutinio, después de que una orden judicial detuviera la construcción por preocupaciones ambientales.
El Gobierno ya ha rebasado su presupuesto sin completar ninguna de las siete vías planeadas. El tren podría costar hasta 20 mil millones de dólares, anunció el Presidente en fechas recientes, casi tres veces más que la estimación inicial.
Además, se han reducido las ambiciones de desarrollo del proyecto con el fin de terminar antes de que el Presidente deje su cargo, de acuerdo con un alto funcionario gubernamental allegado a López Obrador que pidió el anonimato. El ferrocarril ya no pasará a través de Mérida ni de Campeche, un revés para la promesa del Gobierno de conectar la región.
Ahora hay importantes preocupaciones de seguridad.
Luego de que hoteleros se quejaran del tráfico que causaba la construcción del Tramo 5, López Obrador acordó mover la ruta para atravesar unos 110 kilómetros de la Selva Maya, de acuerdo con un vocero del Gobierno. La nueva ruta se extiende a través de la piedra caliza suave de la Selva Maya. Miles de cuevas llenan el terreno de piedra caliza que se erosiona de forma natural, pero trenes que pesan hasta 197 toneladas podrían cruzar directamente sobre este terreno inestable.
Una carretera cercana, construida sobre terreno similar, colapsó por el peso de autos y construcciones en al menos dos secciones en años recientes.
Gerardo Ceballos, profesor de Ecología en la Universidad Nacional Autónoma de México y miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, fue uno de los primeros consultores del Gobierno para el proyecto. Ahora tiene dudas sobre el reciente desvío a la selva.
En referencia a un derrumbe en el metro de la Ciudad de México el año pasado, que causó la muerte de 26 personas e hirió a veintenas más debido a la construcción apresurada, Ceballos dijo: «colapsará».