En esta puesta no hay telón. Bastan un par de vueltas a la página, y salta a escena, rompiendo la bidimensionalidad, el protagonista de pop up, un fósil de dibujos animados.
Un niño de papel envuelto en una serie de microhistorias con una enigmática esfera, a quienes uno podría pensar que dan vida los miembros del Teatro delle Briciole, de Italia, presentados este viernes en el Festival Internacional Cervantino (FIC). Pero sería un error.
Al menos parcial, pues si bien las actrices Lucrezia Palandri y Marta Capaccioli, acompañadas por Paolo Romanini, encarnan a un par de niños atestiguando, entre jalones y jugueteos, lo que ocurre con el niño de papely la esfera, esta historia sólo es animada y adquiere sentido cuando el público infantil al que va dirigida le planta el ojo.
“Es un espectáculo que utiliza libros pop up para contar una historia simple, pero también muy metafísica y divertida, emocionante, entre unos niños y un punto”, refrendó Capaccioli a REFORMA, al término de la función ofrecida en el Teatro Cervantes.
“Es un espectáculo que existe ya hace muchos años, y que quería poder hablarle a todos los niños, porque no hay lenguaje específico, sólo sonido y colores, imagen. Así puede continuar por siempre. Como si fuera un dibujo animado“, ilustró la creadora italiana.
A primer vistazo, surgía la duda sobre si aquella obra con escenografía minimalista, sin nada más que una mesa, un micrófono y varios libros, lograría que la joven audiencia inquieta permaneciera en sus asientos, pues ni los intentos de sus papás previo al arranque lo conseguían.
Desde una hora antes de que la función iniciara habían empezado a arribar los pequeños, algunos bastante pequeños, varios de ellos compañeros del preescolar.
“A una de las mamás se le ocurrió, una mamá que casi siempre viene a eventos, se le ocurrió y nos comentó que si queríamos venir en conjunto todos; y a todos nos pareció buena idea. Y entonces vinimos varios niños y papás”, compartió la señora Jaisama Padilla, residente de Guanajuato, respecto a cómo decidieron aprovechar una de las pocas actividades infantiles en la Fiesta del Espíritu.
“Casi siempre para niños hay poquitos. Yo creo que hay como otros dos o tres eventos”, agregó.
Ya una vez adentro y agotados los llamados, comenzaba la obra y los niños reaccionaban tal y como era esperado: riendo, gritando, imitando cada ruido pronunciado y platicando lo que ocurría, algunos intentando descifrar cuestiones como ¿qué hacía moverse a ese escurridizo micrófono?
“Hay un hoyito, y lo están jalando para arriba y para abajo, para arriba y para abajo”, le explicaba a su madre una niña, cuya atención fluctuaba entre la puesta y las luces de sus tenis.
“¡Son brujos!”, sentenciaba, maravillado, un menor más.
En repetidas ocasiones, varias personas pedían guardar silencio. “¡Shh!”, lanzaban, como ignorando la naturaleza de ese público. A la segunda y tercera vez que emitían el llamado a callar, ya se sentía como una descortesía querer ponerle freno a las reacciones de los infantes.
“Está bien reír cuando haya que reír. Hay situaciones que son divertidas”, diría luego en entrevista Romanini.
“Es muy bonito para nosotros poder escuchar esa participación”, confió Pallandri. “Los sonidos de los niños nos ayudan“, agregó Capaccioli.
Como fuera, la función hacía lo suyo, con las actrices volteando páginas coreográficamente, en diferentes actos iluminados por colores que denotaban emociones específicas. Haciendo salir de los libros pop up -volúmenes desplegables- árboles, olas de mar, un tiburón o hasta un toro que terminaba convertido en cometa.
“Algunas veces los niños tienen la misma reacción; algunas veces, lo viven diferente. Pero es el mismo espectáculo. Eso significa que es verdaderamente la imaginación de los niños la que hace un poco el espectáculo”, remarcaría Capaccioli.
Tras casi 40 minutos de un teatro muy singular, que ahora viajará a sitios como Tlaxcala, Irapuato y Tabasco, un aplauso tendido agradeció a los italianos, y los niños partieron. Pero las risas continuaron afuera, mientras se tomaban fotos con las altas estatuas de Sancho y Don Quijote, personajes a quienes quizás en un futuro también vean saltar de la página.