Después de casi medio siglo detrás del telón, haciendo lo necesario para que las funciones en el Teatro Juárez se realizaran de la mejor manera posible, Isidro Guerrero, «Don Chilo», ya no vive como cualquier espectador la experiencia frente al escenario.
«Ya últimamente, el sentarme y ver un espectáculo, pues me siento incómodo», confía en entrevista desde el emblemático espacio donde con los años pasó de ser auxiliar de audio a encargado general, y sobre el cual no puede sino decir: «El foro es mágico».
«A mí siempre me ha gustado que la gente salga satisfecha, aunque allá atrás nos matemos. Que la gente salga con buen gusto».
Isidro Guerrero Don «Chilo»
Técnico»Es mágico porque puedes tú cambiar de una obra de teatro a una ópera con un paisaje por otro. Uno llega, se sienta, pero no sabe realmente todo el trabajo que se realiza detrás del telón«.
Precisamente esa labor, acuciosa pero invisible a los ojos de quienes ocupan las butacas, le granjeó a Don Chilo (Guanajuato, 1952) la Presea Cervantina este año; una de tres anunciadas en la edición 50, «de Oro», del Festival Internacional Cervantino (FIC), compartieron laureles con la pintora Carmen Parra y el director de orquesta Enrique Diemecke.
«Fue un honor recibir esto, y no nada más para mí. Lo que siempre he externado es que no soy yo (el que debe ser reconocido), es el equipo técnico en sí«, remarca, extendiendo el homenaje a todos aquellos que aún ahora, a un año de haberse jubilado, continúan dirigiéndose hacia él como el guardián del recinto.
«Pero si ésta es la casa del maestro«, referiría uno de los técnicos cuando Don Chilo pedía autorización para poder ser entrevistado al interior del teatro, siempre disciplinado y con sumo respeto hacia el personal a cargo.
«Sí, decían que era mi casa. Y yo creo que sí era realmente, porque aquí se duerme, se come, se pelea. Muchas cosas», refrenda el laureado con una presea con la cual se ha reconocido lo mismo la trayectoria de figuras como Graciela Iturbide, Miguel Sabido o Héctor Bonilla, que al personal sanitario del País, como ocurrió en 2020, año en que irrumpió la pandemia de Covid-19.
Originario de la Capital Cervantina de América, e hijo de un panadero, Don Chiloes ingeniero, como buen técnico en audio, pero su área de especialidad en realidad es lejana a los escenarios: topografía.
Cursó esta carrera en la Universidad de Guanajuato, donde como parte de su servicio social primero estuvo en el campo, pero luego llegaría a participar en los Entremeses cervantinos -el origen del FIC en 1972-. Su dedicada personalidad lo terminó por acercar al director de éstos, Enrique Ruelas, de quien fue pupilo.
Luego, en su paso por el Departamento de Acción Social y Cultural de su alma máter, su desempeño habló por sí mismo y bastó para que le llegara la invitación a sumarse al cuerpo técnico en el Teatro Juárez, donde también fuera ayudante de iluminación y tramoyista.
«Y desde el 1 de enero de 1974, que es mi nombramiento, hasta el 30 de septiembre del 2021 (cuando se jubiló), estuve aquí en el Teatro«, resalta Don Chilo.
«Y fueron bonitos (años)», sostiene, franco, sin rastro de remordimiento por haber abandonado la carrera universitaria por este otro trayecto. «Empecé a tener mucha pasión; esa pasión me desbordaba. Siempre me ha gustado que todo salga bien, y más en este tipo de cosas».
Para que esto fuera así, detalla, procuraba siempre platicar con los directores, escenógrafos y demás creadores, qué es lo que se buscaba mostrar, para conseguir que las piezas impactaran en el público tal como se deseara.
«A mí siempre me ha gustado que la gente salga satisfecha, aunque allá atrás nos matemos. Que la gente salga con buen gusto», reitera.
«Claro, había directores muy exigentes, muy fuera de onda o de lugar a veces; llegaban y pedían cosas que realmente no teníamos nosotros. Entonces, tengo también orgullo de que, con los compañeros técnicos, resolvimos eso; aunque ellos nos pedían algún modelo europeo, lo resolvíamos y se iban contentos. Eso a mí me gustaba mucho».
Óperas y teatro, estima, son lo más laborioso; «la danza es cuestión de iluminación», agrega Don Chilo, quien admirara el trabajo de figuras como la bailarina cubana Alicia Alonso o el argentino Jorge Donn.
«¡Isidro!», le dice un trabajador del teatro que va pasando. «¿Qué pasó, Pedro?», le lanza el técnico decano, a quien no se le va un nombre ni una cara.
«Nos vemos Chilo«, expresa otro. «Sí, ándele».
Y la estampa continúa por cada rincón y con cada persona que pase.
De ahí que el pasado 12 de octubre, cuando Don Chilo, bajito pero de trayectoria enorme, subió al escenario del Teatro Juárez por su Presea Cervantina, la comunidad del FIC estallara en aplausos y gritos de júbilo, celebrando al guardián, y justamente en su casa, el «foro mágico».
Una pasión que no cede y se reinventa
El año pasado, apenas iniciando su jubilación, Don Chilo, enviudó.
Había cumplido 40 años de casado con aquella mujer, una maestra y directora de primaria con quien crió un hijo, que al verlo tan ajetreado con todo lo que implicaba el Teatro Juárez a veces le decía que ya parara.
«Hay un momento en que yo, ya con muchas obligaciones, preocupaciones tan sólo de este teatro, pues sí me empezaron a acabar. Mi misma esposa me decía: ‘¿Sabes qué? Ya mejor tranquilízate, porque no vas a durar'», recuerda.
«Un día dije: ‘Está bien, adelante. Yo ya di lo que tenía que dar'», agrega, a propósito de los motivos por su jubilación. «Cuando mi esposa vivía, me dijo: ‘Tú ya dedícate a descansar. Ya olvídate'».
Pero un año de descanso ya parecía más que suficiente para quien asegura poder recorrer el Juárez en completa oscuridad tras los años ahí vertidos, y que en esta especial edición por el medio siglo del FIC se acercó a su directora, Mariana Aymerich, para ser parte del festejo.
Como si jamás se hubiera ido, Don Chilo arriba al Jardín de la Unión, en el centro de Guanajuato, y checa con su gente que las cuestiones técnicas estén listas para la presentación al aire libre de la Danzonera Pegaso de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México.
Ahora que está de nuevo por aquí, ¿le dan ganas de volver?
Pues sí. Sí, sí. Pero como siempre lo hice: hay que tratar de balancear cosas y ver qué podemos hacer tanto en un lado como en el otro. Porque no los descuidé, pero sí estuve muy lejos tanto de mi esposa como de mi hijo. Entonces, ahorita me dedico más a mi hijo que a mí.
¿Qué significan el FIC, pero sobre todo el Teatro Juárez, para Isidro Guerrero?
Todo. Significa lo máximo, lo máximo para mí. Honor, realmente, de trabajar en este teatro.
Le digo siempre a los grupos: «Quien pise el foro del Teatro Juárez tiene las puertas abiertas». A los que inician les repito: «Respeten este foro, y este foro les va a dar bastante». Y sí es cierto.