Yuriria Sierra
Fuego amigo
La normalización del fuego “amigo”, entendido éste como el que se prende desde el interior de un mismo movimiento. Y ahí está, la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, quien desde hace semanas ha incendiado todo lo que tiene el alcance de su mirada, se trate o no de compañeros de causa. Y el último ataque llegó, desde luego a través de su programa en YouTube, el llamado Martes de Jaguar, desde el cual difunde todo lo que se le cruza en el camino, “materiales que le hacen llegar”, movimientos convenientes para Palacio Nacional.
La vimos ir por varias semanas tras el presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno. Golpe tras golpe, difusión de conversaciones privadas cada martes, hasta que, finalmente, paró y coincidentemente el priista, junto a gran parte de su bancada, avalaron la reforma que extendió la permanencia del Ejército en las calles hasta 2028.
Layda siguió y siguió con el uso de esa máxima presidencial: el espionaje no es lo mismo que trabajos de inteligencia, y vinieron más filtraciones, todas con el mismo dolo y todas operadas vía evidentes violaciones constitucionales. Mientras eso pasaba, en Palacio Nacional callaban, normalizando así el fuego amigo y el espionaje hasta cuando se trata de los suyos.
Llegó así la amenaza a Ricardo Monreal hace unos días, después la retirada y de nuevo la embestida. Advertencia cumplida: la gobernadora de Campeche difundió una conversación entre el líder de los senadores morenistas y el dirigente nacional del PRI. Ahora, el objetivo parece ser doble: la corcholata recién reconocida por el Presidente y el mismo líder político, que también es legislador, puede ejercer presión dentro de su bancada en días en que se discute la iniciativa de reforma electoral.
Y esta vez de nuevo el dolo, la supuesta conversación, incluso está aderezada con una dramatización al puro estilo de una radionovela, faltaron sólo los efectos especiales, pero Ernesto Alonso estaría tal vez orgulloso de la intención de quienes leyeron las conversaciones para el material revelado por Sansores.
Sin hacer mayor ruido, sin advertir las violaciones a la ley, el Presidente se limitó a decir: “Quiero mucho a Layda, respeto mucho a Ricardo Monreal y hay que buscar la unidad. Ni siquiera a los conservadores hay que verlos como enemigos, son adversarios…”, la misión estaba cumplida.
Ni una condena ni una llamada de atención, sólo un tibio llamado a la unidad para que los personajes que lo han seguido, de formas completamente distintas, porque Ricardo Monreal ha sido un político capaz de sentarse al diálogo, de reconocer equivocaciones, pero también de sostener sus posturas. Monreal jamás se ha comportado como un aplaudidor. Y esto último cualquier líder sensato lo agradece: “Independientemente del contenido basura, falso, truqueado e intervenciones ilegales en conversaciones privadas, no se puede aplaudir la ilegalidad, como señalé, voy a ejercer mi derecho en la instancia correspondiente…”, expresó el senador en un video publicado en redes sociales. Con la advertencia de que el futuro no se limita a Morena, que despropósito del Presidente contribuir al descontento de uno de sus colaboradores más cercanos. Más que el actuar de Sansores, lo que sorprende es la tibieza para la condena desde Palacio Nacional.