A la memoria de Paola Gaviria, o mejor PowerPaola, llega el recuerdo de infancia, cuando montada en la primera bicicleta que le regaló su madre experimentó la libertad.
Ese momento detonó en la artista e historietista colombo-ecuatoriana la historia de Todas las bicicletas que tuve, una metáfora de la independencia que busca inspirar a sus lectores a rodar sus propias vidas y en la que repasa también relaciones y despedidas.
“Cuando cuento mi historia lo que pasa es que el lector se empieza a contar la suya a sí mismo, eso me emociona, hay lectores que me dicen que nunca se imaginaron que su vida fuera de tal manera, no se la habían contado”.
Power Paola Escritora
Editada en México por Sexto Piso y ya disponible en librerías, la novela llega tras el éxito cosechado con Virus Tropical, su primera obra narrativa.
“El libro nació como una conversación que había tenido con una amiga sobre las bicicletas y lo que habían significado para mí. Ella me dijo entonces que nunca había andado en una y que no sabía si quiera cómo hacerlo. Para mí fue evidente que había allí una historia que contar porque me di cuenta de lo importante y crucial que había sido la bicicleta para mí; la bicicleta es una metáfora de la independencia, de la libertad, de la felicidad“, dice la autora en entrevista.
En la novela gráfica aparecen etapas fundamentales, como la adolescencia, o lo difícil que resulta decir adiós, pero sobre todo aflora la fuerza al recordar que cada trayecto recorrido fue un necesario encuentro con el yo.
Fue la madre de PowerPaola quien le regaló esa primera bicicleta y es a ella a quien dedicada este libro, donde no faltan los momentos de reflexión, de tener que enfrentar los miedos o la soledad.
“Poco después de que lo leyó mi mamá me dijo que ella tampoco había andado nunca en bicicleta aunque siempre quiso aprender. Me pareció hermoso que ella entonces me regaló a mí una para que yo sí aprendiera: la independencia que no tuvo ella quería que yo lo sí la tuviera”.
Al principio, comparte la autora, no sabía muy bien hacia dónde llevar la historia, tal como la protagonista que se pierde muchas veces por las ciudades que recorre, así que se dejó llevar por la bicicleta narrativa, rodando por las letras y dibujos que se le iban despertando.
En sus libros e historietas, dice, suele exponer su vida, y aunque a veces se siente vulnerable, su lado artístico genera una especie de equilibrio.
En Todas las bicicletas que tuve aparece su infancia en Ecuador y en Colombia, el primer beso, los primeros días reconociendo Medellín, la ciudad a la que se mudó con su familia en la adolescencia, hasta su vida adulta en Buenos Aires, las amistades que perdió, los noviazgos que terminaron y el dolor de las pérdidas.
“Uso el material de mi propia vida para contar historias, no siempre son 100 por ciento reales, a veces hago un collage de cosas que me pasaron de una manera pero me sirven para contar una historia, últimamente me permito jugar más con eso, no ser tan explícita ni totalmente real sino buscar las maneras más eficientes de contar una historia”, dice la autora.
“A veces pienso que mi generación de mujeres que hacen historieta la mayoría hace historias autobiográficas porque es una manera de conocernos y saber quiénes somos; tal vez las nuevas generaciones ya no tendrán que hacer eso, hay algo muy claro y es que hago eso también porque lo que más leo y lo que más me interesa leer y ver son artistas que hablan de su propia vida en la pintura, el cine y la literatura”, señala.