Por los años alrededor de 1840, los indios comanches que habitaban al norte del Rio Bravo empezaron a incursionar cada vez con mayor frecuencia hacia el sur de rio, y llegaron a hacerlo en partidas de cientos de indios que se atrevían a ir hasta regiones muy al sur, como San Luis Potosí y Zacatecas. Por la gran cantidad de indios y de incursiones que hacían, a ese hecho se le llamó “Indiada Grande”
En esas incursiones causaban muchos estragos. Se robaban cientos de cabezas de ganado caballar, mataban las que no podían llevarse, solo por hacer el daño, incendiaban las rancherías, sacrificaban cruelmente a cantidad de personas y se llevaban cautivos a docenas, principalmente mujeres y niños.
Este es un relato de un ataque que le dio una compañía de soldados de Coahuila en enero 1841, auxiliados por vecinos de la región, a una partida de comanches cuando regresaban de una de esas tropelías. Ocurrió al sur de la Serranía del Burro, que se encuentra al poniente de Zaragoza y al norte de Múzquiz, en Coahuila.
—- Parte de la acción dada a los barbaros en el paraje de El Paso, entre el presidio de Santa Rosa (hoy Múzquiz) y el de San Fernando de Aguaverde (hoy Zaragoza) —- Comandancia Militar de la Frontera — Señor General en Jefe — En cumplimento de la superior orden de Vuestra Señoría de 21 de diciembre último, referente al castigo a los indios comanches que se introdujeron hasta las inmediaciones de Saltillo y jurisdicción de Zacatecas, salí de esta villa el día 2 del corriente con 125 hombres entre tropa de esta compañía de Aguaverde, vecindario de las villas de este partido y compañía de defensores de este punto, permaneciendo en el campo 20 días, recorriendo desde los puertos del Mulato hasta la cabecera de Los Horcados, rumbo al poniente de esta villa, en donde como a las doce del día 21 recibí parte por los espías, de que en el puerto del Macho se dirigían a sestear de salida los enemigos en el agua del Pozo; en el mismo momento, con 100 hombres más de tropa y vecindario de Santa Rosa, que en aquella hora la energía del capitán Don Francisco Castañeda me proporcionó tan oportuno auxilio, dispuse el ataque que logré darle al número de 300 comanches haciéndoles abandonar con una precipitada fuga su campo, sin embargo de su resistencia y el terreno ventajoso que ocupaban; el alcance fue el de cinco leguas en dirección al lomerío inaccesible por el lado de la sierra, en donde por lo muy fatigado de la caballada y el abrigo de la oscuridad de la noche que les proporcionó el escape, los dejé de perseguir, dejando en el campo cinco muertos y otros más que se empeñaron en llevarse, y muchos heridos que se observaron por los despojos ensangrentados que dejaron y exposición de los cautivos, represarles cincuenta bestias mulares y caballares, quitarles 41 cautivos vivos y dos muertos que largaron; en suma, cuantos despojos traían, y si no se consiguió el total de los individuos que cautivaron en su expedición, fue porque diariamente inmolaban en su tránsito tres o cuatro de esos infelices, según me lo han declarado los que han tenido la felicidad de ser recobrados. La pérdida por nuestra parte solo ha consistido en la del valiente Melchor Uruna de esta municipalidad, que fue muerto en dicha acción, y levemente herido el vecino José María Martínez de la villa de Morelos.
La caballada quitada a los barbaros, la conservo en depósito hasta que Vuestra Señoría se sirva prevenirme lo que debo hacer con ella. En mi concepto sería conveniente distribuirla entre los soldados de estas compañías y vecinos que cooperaron al castigo de aquellos enemigos, para que los primeros reemplacen los caballos perdidos en la jornada a que me refiero, y los segundos vean el fruto de sus afanes y sacrificios.
En oficio separado haré a Vuestra Señoría las recomendaciones de los señores oficiales, individuos de la tropa y paisanos que asistieron a esta acción que son dignos de la consideración del supremo gobierno; porque no solo se distinguieron en ella, sino que con entusiasmo supieron despreciar el rigor del frio y el hambre que se pasó en aquellos días, de manera que muchos soldados y vecinos se helaron, teniendo por ese motivo que remitirlos a esta villa con fin de que se curaran; por todo lo que ruego a Vuestra Señoría haga presente al Excelentísimo Señor Presidente las inmensas fatigas que emprendimos para lograr castigar a tan feroz enemigo.
Al participar tan fausta noticia, me congratulo con Vuestra Señoría por el fruto venturoso que se consiguió del rescate de estas infelices criaturas, y de haber sido completamente escarmentados sus agresores conforme a los nobles sentimientos de humanidad que animaron a Vuestra Señoría a conferirme tan importante empresa.
Contribución de Luis Alfonso Valdés Blackaller, en colaboración con socios Arqueosaurios ~ Arnoldo Bermea Balderas, Juan Latapi Ortega, Francisco Rocha Garza, Oscar Valdés Martin del Campo, Ramón Williamson Bosque & Willem Veltman.
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