La entrada al barrio se respeta.
Los que caen en el estereotipo se alejan, los que conocen se adentran sin mirar las calles y los locales la aprovechan para la vendimia.
Ahora, el acceso sobre Avenida Reforma, entre Matamoros y Peralvillo, luce el nombre de ‘Tepito’ con letras gigante, al puro estilo de un pueblo mágico. El montaje se ha convertido en la nueva “atracción turística”.
El sustantivo monumental fue diseñado por David de León, quien plasmó algunos íconos de la cultura popular y elementos característicos del barrio: “El Santo”, “Kid Azteca”, “Resortes”, la iglesia de Santa Ana, el baile y el comercio.
“Hoy ya tenemos nuestras letras como en una playa, en medio del corazón de la Ciudad, el perfecto regalo para el pueblo”, dice Luis Alberto Rodríguez, mientras dirige el flujo de la gente.
El trabajador de limpia y transporte de la Alcaldía Cuauhtémoc se encarga de que la gente se forme, respete el orden y que no pisen las jardineras.
“Mira nada más cuánta gente nos visita.
“Tepito es mi vida, yo nací, crecí aquí y es donde quiero morir algún día, no me he querido ir, porque para mí es algo muy grande”, cuenta.
Las letras se encuentran en un camellón, rodeadas de pasto y plantas largas; es un pequeño oasis entre puestos de micheladas y motonetas.
La mayoría de la gente pasa a tomarse la foto con una bebida alcohólica en mano, lo que está prohibido por la ley; esperan su turno y aprovechan para conversar con sus vecinos.
“Lo que más me gusta es convivir y conocer gente nueva, nos la pasamos muy bien tomándonos una cervecita y viendo los puestos”, relata Norma, una visitante frecuente de la zona.
Para Lorenzo Ortiz, los tepiteños son los guardianes de la mexicanidad, personas amables y muy francas, concepto muy alejado de lo que se puede llegar a creer de ellos.
“Yo aquí me siento protegido, como en casa, por eso ahorita que vi que ya estaban las letras quise venir para presumir mi foto”, indica el hombre.
Las letras, monumento a la cultura tepiteña, ahora serán vigiladas por docenas de locales con franela al hombro, quienes sólo piden a los visitantes que no pisen las jardineras.