Yuriria Sierra
La reforma, la marcha… ¿y el acuse?
Estimulante, por decir lo menos. La marcha del domingo envió uno de los mensajes más poderosos que se han visto en este sexenio y cuya voz no salió de Palacio Nacional. Las imágenes lo dicen todo: miles en más de 50 ciudades del país. Y un único orador en CDMX, de quien recupero lo siguiente, palabras de José Woldenberg: “Quienes estamos hoy aquí, ciudadanos todos en el ejercicio de nuestros derechos, sabemos, porque lo vivimos, que en nuestro país laten diferentes formas de pensar, distintos intereses y cuerpos valorativos, diversas plataformas políticas e ideológicas, y que sólo desde el autoritarismo más ciego se puede aspirar a homogeneizar esa riqueza de expresiones. Por el contrario, nosotros valoramos esa diversidad porque creemos que en ella radica parte de la riqueza de nuestra nación y por eso estamos obligados —sí, obligados— a garantizar su expresión, coexistencia y competencia civilizada. Y es en ese horizonte en el cual elecciones auténticas, libres, equilibradas, resultan insustituibles. Nuestro futuro no puede ser resultado de la seducción por un pasado que en buena hora fue desterrado…”.
Ante ese pasado desterrado, la obsesión presidencial y cuyo regreso parece estar trazado a partir de esa reforma electoral presentada en una mañanera del mes de abril pasado, y entre el debate de la asistencia a la marcha y las imparables denostaciones del Presidente contra quienes no están de acuerdo con él, es importante no perder el foco. Permítame, querido lector, insistir en puntos estratégicos.
El cambio del INE para dar paso al Instituto Nacional de Elecciones y Consultas es más que una modificación burocrática, porque su configuración estaría dispuesta de forma distinta, absorbería las operaciones locales y su consejo se integraría de 7 consejeros y no de 11, como ahora. Este punto es aún más riesgoso, porque la iniciativa pretende que cada uno de estos espacios (lo mismo para los magistrados del Tribunal Electoral) sean votados por los ciudadanos. Pero aquí hay una trampa, decir que serán elegidos a través del voto es impreciso, porque en realidad los perfiles serán seleccionados por el Poder Legislativo (hoy con mayoría de Morena), pero también por la SCJN y el mismo Presidente. Entonces, el voto ciudadano es la etapa final de un proceso que nada tiene que ver con la elección que se hace en la actualidad, en donde la revisión de perfiles no se basa en la popularidad o el capital electoral que poseen los aspirantes, sino con sus credenciales y experiencia: ¿no es este el principio básico para eliminar el nepotismo?
Lo mismo ocurre con la intención de reducir las curules en el Legislativo. Que los Diputados pasen de 500 a 300 y en el Senado de 120 a 96, implica menos pluralidad, porque serán las minorías quienes pierdan espacios. Así lo explicó Pamela San Martín a Animal Político: “Lo que se elimina en sí mismo son el número de escaños. Pero la forma de elección ahora va a ser por lista, es decir: los partidos presentan una lista, yo voto por el partido y digamos que se distribuyen entre los partidos los escaños a partir del número de votos recibidos”. No imagino otro momento en la historia democrática del país en el que María Clemente García, por ejemplo, hubiera accedido a un escaño. El efecto mismo que en el punto previo, la colocación de nombres en esas listas de candidaturas, por mera decisión partidista y no por su conocimiento en los temas que se discuten y deciden en el Congreso. Sin la diversidad de opiniones, la pluralidad con el mayor signo de salud democrática sería el factor más afectado, el rigor y la seriedad sería el segundo.
Una política electoral mexicana en el siglo XXI, pero que reconoce ante el espejo de los tiempos más totalitarios que vivió con el PRI, cuando era el partido mayoritario: “Pasado que en buena hora fue desterrado…”.
Aplaudo a quienes entienden la dimensión y relevancia histórica de defender la autonomía del INE. Atacarlo es atacar uno de los logros colectivos más contundentes de la historia de México. Previo al inicio oficial de las precampañas de 2023 y 2024, hay tiempo para que los actores políticos entiendan el mensaje. Si el Presidente optó por la descalificación y considerar la marcha un striptease político, que sean el resto de las figuras: Sheinbaum, Ebrard, Adán Augusto, quienes hagan una lectura más allá de las filias. Al momento, sólo Monreal escuchó el fondo de la marcha y promete que no pasará reforma alguna que implique regresiones. Ojalá el resto dé acuse de recibo.