Un espécimen de Edmontosaurus conserva tejidos blandos como la piel, pero el proceso que tuvo su cadáver no responde al esperado en los fósiles para que se conserven tan bien.
Muy interesante. Cuanto antes quedara enterrado el cadáver de un dinosaurio, más opciones había de que se conservara un fósil en buenas condiciones. Esto es lo que se ha pensado habitualmente acerca del registro que extraemos para estudiar a los dinosaurios. Pero un nuevo estudio defiende que esta no es la única opción para que un fósil se conserve lo mejor posible. La pata “momificada” de un hadrosaurio indica que el cadáver estuvo expuesto a la intemperie y a los carroñeros. A pesar de ello, ha conservado tejidos blandos como la piel. ¿Cómo es posible?
La ”momia” de un dinosaurio
En 1999 se descubrió un fósil excepcionalmente conservado de Edmontosaurus, un género de dinosaurio con “pico de pato” de unos 12 metros de longitud que vivió hace aproximadamente 67 millones de años. El hallazgo tuvo lugar en Dakota del Norte y es por ello que el fósil de este dinosaurio es conocido popularmente como Dakota. Más de dos décadas después, las extremidades y la cola fosilizadas de este espécimen siguen ofreciendo nuevos datos a los paleontólogos, interesados sobre todo en la piel fosilizada que se ha conservado después de tantos millones de años.
El término “momia” para este tipo de fósiles no es del todo correcto, puesto que al tratarse de restos fosilizados se han convertido en roca, no es que conservemos la piel real como ocurre con las momias encontradas en Egipto, por ejemplo. Sin embargo, el concepto es bastante ilustrativo y, además, posiblemente refleje el proceso de fosilización mejor de lo sospechado en el caso de este Edmontosaurus.
Clint Boyd, paleontólogo del Servicio Geológico de Dakota del Norte, formaba parte de un equipo que en 2018 empezó a limpiar y examinar más detenidamente el fósil de Dakota. En el proceso, descubrieron que la piel mostraba marcas que parecían mordeduras. Y, efectivamente, las conclusiones a las que llegaron fueron publicadas en la revista PLoS ONE, donde indicaron que el fósil de Edmontosaurus había sido mordido por al menos dos carnívoros. Stephanie Drumheller, paleontóloga de la Universidad de Tennesse en Knoxville que encabezó el estudio, hizo referencia a estas marcas:
Por tanto, si los carroñeros tuvieron acceso al cadáver, es obvio que no fue enterrado rápidamente. Esto hizo que los paleontólogos buscaran otra explicación a la conservación de tejidos blandos en fósiles que no respondiera a lo habitual de un enterramiento rápido para evitar el deterioro del cadáver.
¿Cómo se conservó tan bien?
“La limpieza incompleta del cadáver proporcionó una ruta para que escaparan los gases, fluidos y microbios asociados con la descomposición, lo que permitió que persistieran tejidos blandos más duraderos durante las semanas o meses necesarios para la desecación antes del entierro y la fosilización”.
Es decir, esas perforaciones visibles en el fósil fueron causadas por los bocados de carroñeros. Se comieron las partes blandas del dinosaurio, pero dejaron su piel, bastante dura en el caso de Edmontosaurus. Los orificios permitieron que los gases, fluidos y microbios salieran del cuerpo antes de que lo descompusieran por completo. Así fue como la piel del animal tuvo tiempo a desecarse antes de ser enterrada para iniciar el proceso de fosilización que le ha permitido llegar en un estupendo estado de conservación hasta nuestros días.
Repensar lo supuesto
Esta secuencia de eventos y circunstancias hipotéticas son un buen punto de partida para continuar estudiando cómo es el proceso de fosilización cuando se conservan tejidos blandos y cómo de común podría llegar a ser.
Por si fuera poco, este fósil de Edmontosaurus brinda una oportunidad única para conocer cómo era su aspecto externo. Este tipo de características, como ocurre con el comportamiento de los dinosaurios, son difíciles de rastrear puesto que la información de los fósiles suele proceder únicamente de los huesos y, claro está, no todos los elementos físicos de los animales están formados por huesos como por ejemplo la trompa de un elefante o la cresta de un gallo. El fósil Dakota tiene una pata delantera que nos empuja a considerarla como una “momia” dado su grado de conservación. Los paleontólogos sabían por otros fósiles que este género de dinosaurio tenía cuatro dedos en sus extremidades delanteras. Dakota deja clara cómo era la estructura: los dedos centrales estaban unidos y envueltos por una especie de “pezuña” con dos dedos de menor tamaño a cada lado.
Descubrimientos como el de Dakota, a raíz de nuevos enfoques de estudios, suponen una fuente riquísima de la que seguir obteniendo conocimientos sobre los dinosaurios, además de repensar y refrescar ciertas suposiciones que se estancan como ciertas, mientras que la ciencia se empeña en hacernos dudar de todo lo supuesto.