Según los expertos, el cambio climático podría impulsar el surgimiento de una nueva pandemia y esta es la receta que ofrecen para ponerle freno.
La pandemia de SARS-CoV-2 ha hecho que todos seamos más conscientes de los peligros del contacto cercano con animales salvajes. Ha quedado demostrado que virus como el SARS-CoV-2, SARS-CoV-1, Nipah y Hendra se originan en poblaciones de murciélagos y se propagan a los humanos, a veces a través de huéspedes intermediarios.
Ahora, un equipo internacional de científicos ha presentado una dura advertencia para la humanidad si queremos evitar otra pandemia viral similar a la COVID-19. Los expertos, que publican su trabajo en la revista Nature, estudiaron 25 años de datos sobre el cambio de uso de la tierra y el comportamiento de los murciélagos en la Australia subtropical, entre 1996 y 2020.
Virus Hendra
El hecho de que haya escasez de alimentos y la pérdida de sus hábitats naturales (todo ello provocado por el ser humano), hace que los murciélagos se muevan hacia áreas más pobladas, concluye el estudio. Los zorros voladores australianos (Pteropus spp., también conocidos como murciélagos frugívoros) son huéspedes reservorios de Hendra. Esto, a su vez, conduce a que sea más fácil que se propaguen virus a través de un huésped intermedio, como puede ser el caballo. De este último animal puede saltar a los humanos y ahí nacería una nueva amenaza a la que enfrentarnos. Este virus (Hendra) no causa una enfermedad perceptible en los murciélagos, pero tiene una tasa de mortalidad del 75 % en los caballos (el huésped intermediario) y del 57 % en los seres humanos.
Según los expertos, preservar y restaurar los hábitats naturales de los murciélagos podría mantenerlos alejados de esas áreas pobladas y ayudar a evitar otra pandemia letal.
La destrucción humana del hábitat forestal para tierras de cultivo y desarrollo urbano ha dejado pocos bosques que produzcan néctar para los murciélagos en invierno, lo que resulta en su necesidad de establecer poblaciones permanentes en áreas agrícolas y urbanas.
Los investigadores encontraron que, en los años en que la comida era abundante en los hábitats naturales durante los meses de invierno, los murciélagos abandonaban las áreas agrícolas y se alejaban de las comunidades humanas para alimentarse en los bosques nativos.
«Pusimos estos datos en los modelos de red y descubrimos que podíamos predecir grupos de derrames en función del clima, la disponibilidad de alimentos y la ubicación de los murciélagos», aclara Raina Plowright, profesora del Departamento de Salud Pública y Ecosistema de la Universidad de Cornell. y autor principal de ambos estudios. “Demostramos que cuando el hábitat restante produce alimentos, el derrame se detiene y, por lo tanto, una forma sostenible de detener estos eventos podría ser preservar y restaurar el hábitat crítico”.
«Nuestro estudio a largo plazo identifica las conexiones mecánicas entre la pérdida de hábitat, el clima y el aumento del riesgo de contagio», dice el equipo. «Proporciona un marco para examinar las causas de la propagación del virus de los murciélagos y para desarrollar contramedidas ecológicas para prevenir pandemias».