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martes 23 de septiembre de 2025

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¿Por qué decoramos un árbol en Navidad?

¿Por qué decoramos un árbol en Navidad?

La tradición cristiana fue una adaptación de un culto nórdico.

Muy interesante. Llega la Navidad y los adornos nos acompañan allí donde vayamos. Luces en las calles, figuras y colores navideños en los comercios, todos los anuncios adoptan algún motivo distintivo de la fecha y, por supuesto, en casa también decoramos el hogar con adornos típicos (algunos nuevos, otros con más años que el primo mayor). Pero suele haber un elemento central en toda esta decoración: el árbol de Navidad. ¿De dónde viene esta tradición? ¿Cuál es el origen del árbol de Navidad?

De los nórdicos al cristianismo

Pues como otras tantas tradiciones cristianas, decorar un árbol por Navidad viene de un rito anterior al cristianismo y que, de ser un culto pagano pasó a un elemento indispensable para la cultura cristiana, especialista en adaptar cultos paganos a su particular mensaje religioso. 

Ha habido muchos cultos a árboles sagrados a lo largo de la historia en diferentes culturas. Es por ello que tenemos varias versiones y teorías sobre el origen del árbol de Navidad, pero una de las más extendidas es la relacionada con la mitología nórdica. Para los nórdicos, Yggdrasil era el árbol de la vida o del universo, puesto que en sus raíces y ramas se situaban los distintos mundos de las creencias nórdicas: Asgard, el reino de los dioses, Midgard, el mundo de los hombres, o Jötunheim, el mundo de los gigantes. Tienen nombres un poco extraños para nuestro idioma, pero por suerte os sonarán mucho gracias al auge que vive la cultura vikinga en todos los medios dedicados al ocio con series o sagas como las del superhéroe Thor

Los nórdicos decoraban un gran roble o un fresno con antorchas durante el solsticio de invierno y bailaban a su alrededor para celebrar el nacimiento de Frey, el dios del Sol. Ya os irá rimando este concepto con la actualidad. En el siglo VIII, San Bonifacio adaptó este culto al cristianismo. San Bonifacio, que es el patrón de los cerveceros, los sastres y los petroleros, se ve que le dio para mucho una sola vida a este señor. A él se le atribuye el origen del árbol de Navidad. 

Una costumbre del pueblo

Por más que el cristianismo y la Iglesia como institución suelan tener fama de mentalidad estricta y monolítica, la realidad es que la capacidad de adaptación que han mostrado a lo largo de los siglos es lo que les ha permitido acumular el poder e influencia que todavía hoy ejercen. Cuando los nativos americanos rendían culto a la montaña sagrada, fueron evangelizados adaptando el rito a la Virgen del Cerro.

A los nórdicos, San Bonifacio les taló el árbol pagano y les puso en su lugar un abeto: sus hojas, siempre verdes, simbolizaban el amor eterno de Dios hacia los hombres, su forma triangular hacía referencia a la Santísima Trinidad, le colgó manzanas como representación de las tentaciones y el pecado original y le añadió velas para recordar la luz eterna de Jesucristo en el mundo. Hoy hemos sustituido las manzanas por bolas, de ahí el color rojo tradicional (de hecho, en algunas casas no hace mucho que se colgaban manzanas artificiales), y las velas por las luces cuando la electricidad así nos lo ha permitido. 

Como ha ocurrido otras veces, las adaptaciones no siempre fueron bien acogidas por la Iglesia puesto que no dejaban de tener un origen pagano. Esta vez hablamos de un culto para una de las fiestas cristianas más destacadas del calendario, como es la celebración del nacimiento de Jesucristo. Pero acabó convirtiéndose en una tradición por aclamación popular. Al pueblo le gustó la idea de adornar árboles y era una práctica que todos podían realizar con un poco de creatividad cuando el apartado económico no acompañaba. No fue hasta mediados del siglo XIX cuando la Iglesia ya reconoció el árbol de Navidad como algo canónico (sí, se adaptan pero muy lentos) y se le añadió el portal de Belén para redondear la decoración típica de Navidad en el mundo cristiano. 

Hay disputa por ver qué ciudad puso el primer árbol de Navidad público en sus calles. Muchas voces se lo adjudican a Tallín, en Estonia, donde se colocó un árbol en 1441. En España, se cuenta que fue Sofía Troubetzkoy la primera en poner un árbol de Navidad. Fue una mujer de origen ruso que se casó con José Osorio, un aristócrata español con el que pasó las fiestas de diciembre en el Palacio de Alcañices a finales del siglo XIX. Allí cantaron y comieron junto un árbol decorado para celebrar la Navidad. 

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