Como toda luz tiene su sombra. Esta alegría forzada que acompaña a las fiestas puede ser opresiva y llevar consigo dolor y tristeza. Navidad significa nacimiento, lo que para algunas personas supone seguir viviendo con sus pérdidas.
Navidad rima con felicidad. Así lo indica el programa anual de festejos navideños. Nochebuena de amor y paz. Año Nuevo de alegría y esperanza. Reyes cargados de ilusión. Cuando la ciudad se ilumina, los niños cantan a la suerte o los villancicos suenan con campanillas y pandereta se activa la señal del cerebro que anuncia: ¡felices fiestas!
Los que disfrutan del espíritu navideño están de suerte, tienen una mayor activación en los lóbulos parietales (situados a la izquierda y a la derecha en la parte más alta de tu cabeza), una zona del cerebro que los neurocientíficos identifican con los sentidos somáticos, el reconocimiento de emociones faciales (que favorece la empatía) y la espiritualidad.
LOS INVITADOS A LA MESA QUE NO LLEGARÁN
Como toda luz tiene su sombra, esta alegría forzada que acompaña a las fiestas puede ser opresiva y llevar consigo dolor y tristeza. Navidad significa nacimiento, lo que para algunas personas (demasiadas después de los estragos mortales de la pandemia) supone seguir viviendo con sus pérdidas. Con la silla vacía del que no está y al que sigues amando profundamente. Tu padre, tu madre, tu pareja, tus amigos, etc. Hay un momento durante el proceso de luto donde no hay consuelo y la alegría ajena solo aviva el recuerdo.
Para otros, es la nostalgia la emoción que acecha en sus fiestas, esa mezcla de tristeza y alegría por la felicidad que viviste y ya no está. “Tendré una triste navidad sin ti, estaré triste pensando en ti, los rojos adornos del árbol de navidad no serán lo mismo, cariño, si tú no estás”. Es Elvis Presley quien pone la banda sonora a este sentimiento en su preciosa melodía ‘Blue Christmas’. Los hay que no pueden volver a casa por Navidad.
En esa silla vacía de las reuniones navideñas, más iluminada que nunca por las luces festivas, pueden faltar personas, pero también sueños frágiles que no pudieron ser. Un amor fallido que llegó a su fin, el bebé que no viene a pesar de los intentos de la ciencia, los hijos que crecen y dejan tu nido vacío, la familia unida que se ha roto por los conflictos, el trabajo que no tienes, el dinero que otra vez falla a su cita. En la silla vacía puede faltar tu salud o la de algún familiar al que hay que cuidar. La melancolía se apodera de esos momentos con su cóctel de tristeza y apatía.
LA LUZ PUEDE LLEGAR DEL PASADO
Ante esto ¿solo nos queda el vacío? ¿perderse a uno mismo por la pérdida del otro? ¿pasar el trago? La capacidad del ser humano para caer y rehacerse es más elevada de lo que parece (sí ¡es verdad! también la de tropezar dos veces en la misma piedra). El trabajo del duelo es un ejemplo de cómo podemos seguir llevando en el corazón a aquellos que hemos perdido sin que nos devore el dolor. Félix brindará por su madre esta Nochebuena “pues ella siempre estará en mi mesa”. No podemos cambiar la realidad, pero sí mirarla de otra manera.
La nostalgia es una emoción que nos trae luz desde el pasado, al volver la vista atrás y descubrir los buenos momentos vividos o el arrojo que tuviste para superar otras crisis. Esa mirada puede ser una fuente de inspiración y de recursos, siempre y cuando, no te quedes en el recuerdo eternamente. Eva reconoce que “fue un lujo pasear con Juan de la mano por las calles de Florencia” antes de que él se fuera a vivir al otro lado del mundo sin billete de vuelta.
Volver la vista atrás no tiene por qué ser un signo de impotencia. La melancolía tiene una cura, recordar quién eras, para levantarte y renacer una y mil veces. Joane pensó un día de amargura que ella se bailaba la vida hasta que el Covid persistente le arrancó las fuerzas. Los videos que manda ahora con sus tres minutos escasos de movimiento son el ritmo “de dos pasitos hacia adelante y uno hacia atrás” del baile de su nueva vida. Da gusto verla danzar.
ABRAZA LA MELANCOLÍA
Félix, Eva, Joane utilizan la poderosa técnica del reencuadre. Puedes aumentar o disminuir el sufrimiento si tu foco está puesto en el pasado para recordar lo bueno que trajo a pesar del sufrimiento del presente. Aun así, no hay porque estar contento a toda costa, sería peor el remedio que la enfermedad. Eso es lo que amarga la Navidad a muchos, la obligatoriedad de la alegría. “Lo que resistes persiste” reza un conocido eslogan de la psicología del bienestar. La tristeza es una emoción que hay que transitar, contrariamente al miedo o la ira que se pueden canalizar.
El verdadero bienestar no consiste solo en sentir felicidad y ninguna emoción negativa (mejor sería llamarlas desagradables, pues todas las emociones tienen su cometido positivo). Varios estudios y la misma práctica clínica demuestran que las personas que experimentan emociones mixtas de alegría y tristeza encuentran a medio plazo un aumento de la felicidad y de la percepción de estar satisfechos con su vida.
Desde hace años, sabemos que el tratamiento psicológico no se centra solo en la eliminación de las emociones negativas, pues pueden ser fundamentales en el proceso de mejora clínica. Muchas personas demandan “por favor, no quiero sentir esto más, yo antes era feliz” y es legítimo su planteamiento. Sin embargo, no hay atajos, la tristeza y el proceso de duelo son un motor de cambio que tiene sus requisitos. Solo al admitir con el corazón (la mente lo acepta antes) que alguien no está o algo no fue posible podemos redirigir la energía hacia nuevas situaciones o personas.
¿Puede la luz llegar desde el pasado? ¿Puede haber luz en la sombra? ¿Tocar fondo puede ser tan liberador como tocar el cielo? “Nuestras vidas son como el curso del sol. En el momento más oscuro existe siempre la promesa de la luz del día“, fue la respuesta del periódico The Times un 24 de diciembre ¡Feliz Navidad!