Por Juan José Rodríguez Prats
Discurso acartonado
No te atengas al tiempo que vendrá, porque el que has malgastado prematuramente ya habrá pasado cuando lo quieras usar.
Shakespeare (Ricardo III)
¿A qué se refiere Enrique González Martínez cuando inicia su poema con un mandato: “Tuércele el cuello al cisne de/ engañoso plumaje”? Se ha señalado que constituye una condena a “las formas vacuas y retóricas” en la literatura. Lo anterior se ve reafirmado en los siguientes versos: “Huye de toda forma y de todo/ lenguaje/que no vaya acorde con el ritmo/ latente/ de la vida profunda… y adora/ intensamente/ la vida, y que la vida comprenda tu/ homenaje”.
La oratoria es parte de la cultura literaria y desde hace un largo periodo vive una grave decadencia, que es a fin de cuentas un reflejo fiel de la crisis de la política. Hay una deteriorada comunicación entre la ciudadanía en temas que son de evidente relevancia. Urge, pues, restablecer una generosa, respetuosa y seria deliberación entre mexicanos.
Anoto tres temas: 1.- Los partidos políticos, con diferentes matices, tienen adherentes, agregados, pero no militantes, ¿a qué me refiero? A que simplemente los partidos son franquicias, siglas y sus afiliados no están preparados en la ideología que cada partido dice sustentar. No existen organizaciones cohesionadas por principios doctrinales. Carecen de algo más que ambiciones que les proporcionen unidad y disciplina. No es una falla menor. Es tal vez, la más grave de nuestra endeble democracia. Con todo y lo que se diga del viejo régimen, engendro de la Revolución Mexicana, si tuvo un discurso político conformado por varias generaciones de ideólogos, que, con todo y sus notables vacíos y contradicciones, entusiasmaban a la ciudadanía y le transmitían esperanzas como un sistema de transición y de vida perentoria. Hoy el discurso está acartonado, restringido a lugares comunes, enconado e impedido como instrumento para sumar voluntades.
2.- Hay una arraigada falta de ética que nos haga respetar la verdad y, por lo tanto, asumir sus consecuencias. No es algo exclusivo de nuestra idiosincrasia. Acudo a algunos pensadores clásicos. Jonathan Swift, el autor de Los viajes de Gulliver, en 1733 escribió un texto clásico: El arte de la mentira política, cito: “La mentira política puede nacer a veces del político derrotado y luego ser entregada a la chusma para que cuide y mime”. El gobierno de la 4T ya perdió la oportunidad de cuajar un mensaje convincente. Lo que sigue me temo es más demagogia. George Orwell, uno de los campeones en defensa de la verdad, nos advierte de que: “Las palabras no son un canal directo de pensamiento, uno está constantemente encontrando significados que no están ahí”. Un tercer clásico, Bertolt Brecht, dramaturgo y poeta, hablaba de las cinco dificultades de transmitir la verdad: “El valor de escribirla, la perspicacia de descubrirla, el arte de hacerla manejable, la inteligencia de saber elegir a los destinatarios, y sobre todo la astucia de saber difundirla”. Una cosa es indudable. La mentira, más temprano que tarde, daña a la sociedad. Condenarla con el mayor rigor debe ser el primer propósito de los mexicanos en el difícil año que inicia.
3.- Atravesamos por uno de los periodos más degradados de nuestra historia política. La superficialidad, frivolidad e irresponsabilidad han cundido en lo más profundo de nuestra cultura. El más somero análisis lo comprueba. Algo peculiarmente perverso prevalece en el ambiente. Me lo expresó un joven en una conferencia atribuyéndoselo a un pensador: “Ustedes los políticos son unos ‘pedantes mastodónticos, no hacen más que hablar de sí mismos y de sus grandes hazañas”.
Nos urge un ejercicio de humildad y sencillez. Felipe González, el político español decía que el populista es aquel que tiene soluciones simples a problemas complejos. Agregaría que también tiene soluciones complejas a problemas simples. Necesitamos urgentemente un ejercicio de sinceridad y realismo. El tema da para mucho y nos involucra a todos.