Mientras caminamos por las calles de nuestra ciudad, rara vez nos ponemos a pensar sobre los fantásticos acontecimientos que han ocurrido a lo largo de la historia y entre los relatos más fabulosos se encuentran las leyendas contadas en los callejones y como ejemplo claro está la ciudad de Guanajuato.
Pero en la capital de nuestro estado, también está plagada de callejones en donde se cuentan relatos de tragedias, misterios y espíritus, aunque al paso de los años, se corre el riesgo que terminen en el olvido.
En el centro histórico de la ciudad de Saltillo, se encuentra un callejón conocido como “La Delgadina”, el cual es recorrido por cientos de personas al día y pocos conocen la tragedia que ocurrió siglos atrás que dio origen al apodo que al paso de los años ha tenido.
En 1786 aproximadamente, por la calle Guerrero, hoy Santa Anna esquina con San Joaquín, hoy Arteaga, vivió el más famoso carnicero de la época de nombre Crisóstomo Sánchez a quienes todos apodaban “El Gigante Severo”, quien vendía los mejores cortes de carne.
Su enorme altura y corpulento cuerpo fueron las causas por las cuales obtuvo tal apodo y debido a que siempre se encontraba fachoso y con un delantal manchado de sangre, era impopular con las mujeres.
Cierto día, una joven hermosa conocida como Isaura Delgado, paseaba por los callejones, llamando la atención de los habitantes quienes quedaron fascinados por su enorme cabellera, la cual era considerada como la más larga de Saltillo, pero sin duda, era su belleza la que cautivaba a todos los jóvenes, incluyendo al “Gigante Severo” quien no tardó en cortejarla.
No saben que fue lo que cautivó a la hermosa joven, pero sin duda, los costosos regalos que recibía de su pretendiente provocaron que pusiera sus ojos en el corpulento carnicero, quien decidió proponerle matrimonio, llevándose a cabo una de las más impresionantes ceremonias.
A pesar de ser su noche de bodas, los habitantes de Saltillo se congregaron en el exterior de la carnicería de Crisóstomo Sánchez para comprar los más suculentos cortes de carne y tras dejar a su mujer en el cuarto matrimonial, comenzó a atender a sus clientes hasta muy entrada la noche.
Debido al poco tiempo que pasaba con su linda esposa, “El Gigante Severo” decidió contratar a un joven para que le ayudara en la freidora, el cual cortejaba a la bella esposa de su patrón a escondidas.
Tras percatarse del posible engaño, el carnicero persiguió a su empleado quien salió despavorido y de esa manera escapó del celoso marido, quien decidió desquitar su ira con su mujer.
Isaura se encontraba en la Alameda central tejiendo una enorme trenza con su cabello y dicen que su esposo la tomó de la cabeza y la llevó a su casa a rastras para después colgarla en los ganchos de las reses.
Los gritos desesperados de la mujer no ablandaron el corazón de su marido quien la miraba con odio y le arrojaba migajas de pan para que se alimentara y daba sorbos de agua en un viejo jarrón.
Un mes después, Isaura Delgado murió en su mazmorra por hambre, pues su cuerpo estaba en los huesos, perdiendo el encanto que había cautivado a toda la ciudad de Saltillo, levantando rumores entre los habitantes quienes se extrañaron por no verla, pero nadie se atrevía a preguntar su paradero a su esposo.
Desesperado por el crimen que había cometido “El Gigante Severo” tomó el cuerpo de su mujer para meterlo en un costal y al obscurecer, se dirigió hasta el arroyo de La Tórtola en donde arrojó el cadáver, para después desaparecer del pueblo.
Días después encontraron el cuerpo de la mujer en el arroyo y las autoridades inmediatamente descubrieron que se trataba de Isaura Delgado, debido a su enorme cabellera que aún se encontraba trenzada, iniciando la búsqueda de Crisóstomo Sánchez, quien nunca fue localizado.
Los años pasaron y las personas que pasaban por “El Callejón de las Ranas” comenzaron a murmurar, pues aseguraban que en las noches veían al carnicero asesino deambular por los alrededores de su antigua casa.
Otros aseguraban que el espíritu de Isaura penaba por el lugar y en honor a su apellido, el callejón fue renombrado al de “La Delgadina”, sitio que parece abandonado al momento de obscurecer, pues los lamentos son escuchados a varias cuadras a la redonda, mientras que la voz del carnicero grita “Isaura, Perdóname”.
La leyenda del Gigante Severo y su Delgadina permanecen en la memoria de algunos los saltillenses, pero corre el riesgo de quedar en el olvido por la falta de difusión.