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jueves 4 de julio de 2024

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Por José Buendía Hegewisch

Ovidio, una pieza del tablero de ajedrez de López Obrador

Las decisiones importantes del gobierno, como la recaptura de Ovidio, se guían más por el pragmatismo político que por estrategias o credos ideológicos. Las razones para tomarlas no provienen de discursos políticos como el de “abrazos y no balazos”, sino de sus efectos prácticos en el tablero de ajedrez de López Obrador donde el Chapito es sólo una pieza de una jugada exitosa para el país.

Los operativos contra el líder de una fracción del Cártel de Sinaloa, el primero fallido en 2019 y ahora cumplido, parecen de dos gobiernos distintos. O al menos así lo reflejan críticas tan contradictorias como las que descalifican una jugada obligada para recuperar prestigio del gobierno y ejército. Los cuestionamientos a la liberación de Ovidio se van al otro extremo para ahora desacreditar su detención como el fracaso de la estrategia de seguridad y la vuelta a la lógica de la “guerra contra las drogas” de gobiernos anteriores. El sabor de boca que dejan es contradecir o contradecirse en maromas discursivas iguales a los saltos que dan los que antes justificaron el fracaso con argumentos contrarios a los que hoy usan para aplaudir su recaptura.

Que hayan detenido a Ovidio es positivo y una necesidad para remontar una derrota moral del Estado por un operativo en que el Ejército fue superado por el crimen en el Culiacanazo. Su mayor utilidad es sacar una espina en el corazón de la seguridad del país. Pero una de las distorsiones de la polarización es que no se juzga las decisiones por sus méritos, sino por la verdad de una postura política o ideológica, por eso el pragmatismo del Presidente confunde oponentes. La caída del Chapito, sin embargo, no significa un viraje en la estrategia de no confrontar directamente a los cárteles, ni abandonar el discurso de los abrazos. Responde a una decisión política útil para cerrar una herida, evitar futuras responsabilidades legales y prueba de cooperación en el trasiego de drogas sintéticas a EU, como reconoció Washington. Incluso como moneda de cambio en la compleja agenda de temas con EU, lo que no significa sumisión, como también deslizan sin tino las críticas.

El pragmatismo significa el predominio del empirismo sobre dogmas racionalistas para sacar soluciones ventajosas. Por eso a sus oponentes les cuesta trabajo juzgarlo desde paradigmas como la “guerra contra las drogas”, que nunca funcionó, o la recuperación de una armonía en seguridad, que tampoco existió. ¿Cuáles son entonces las diferencias en el valor práctico en uno y otro operativo? El efecto práctico de tocar la retirada hace tres años fue evitar las consecuencias imprevisibles de un operativo mal planeado en que el Ejército había sido hecho rehén del crimen, a pesar de las implicaciones morales y jurídicas de la orden de liberar a un criminal. La “historia me juzgará”, dijo López Obrador al asumir por completo la decisión, que en un futuro podría haber dado lugar incluso a reclamos de la Justicia de EU por omisión de su responsabilidad constitucional de poner ante el ministerio público y extraditar a un narco acusado de delitos graves como el tráfico internacional de drogas. Entonces se juzgó como prueba de pactos con el Cártel de Sinaloa, ahora tiene el valor práctico de refutar esa presunción. En el tablero del Presidente la recaptura es una pieza para mostrar avances en el compromiso que hizo en octubre pasado de “enfrentarse al fentanilo con toda su fuerza”, ante las presiones de EU para detener a los capos y un flujo de drogas que crean una crisis de salud pública en su país. Puede pensarse que su cabeza es un presente para recibir a Biden en México, aunque esta clase de operativos se planean con meses de antelación. Sin embargo, eso no le quita el valor práctico de contar con fichas en la negociación con los estadunidenses de temas espinosos para México como las controversias energéticas, migración o transgénicos.

Cualquiera de estas razones, o todas ellas, pueden explicar una decisión que, sin duda, demuestra la capacidad del Estado para perseguir al crimen y al parecer la reanudación de la cooperación con agencias estadunidenses como la DEA y la CIA. Aunque eso tampoco cambie el estado de violencia e inestabilidad en un estado que, como otros del país, están controlados por el crimen, como demostró la guerra por Ovidio en todo Sinaloa.

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